Las elecciones del 27S han dado, dan y darán mucho que hablar. Al menos hasta las próximas, que tal y como ha reconocido Durán i Lleida se prevén más pronto que tarde.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención siempre, y que bien reflejan estas elecciones, es la capacidad de los políticos para perpetuarse en el poder, siempre y cuando son elegidos. Creo, sin la menor duda, que es digno de elogio.
Pues bien, el señor Artur Mas, después de algo más de 12 meses de escándalos de corrupción que salpicaron a su partido – y a su persona -, de una ruptura de la formación con la que ganó las elecciones (CIU), de un Referéndum con una participación menor de lo esperado y del desgaste que tiene cualquier trono político, la formación de Artur se llevó 62 de los 135 escaños del Parlamento Catalán.
Aunque la mayoría de analistas, periodistas y terrícolas le den como perdedor por el fracaso de apoyo social a su candidatura, que no superó el 50% de los votos, – entendiéndose como plebiscito – en muchas ocasiones, la victoria consiste simplemente en no perder y la formación de Mas, guste o no, ha sido la más votada. Vale que son unas elecciones extraordinarias por la convocatoria y el sentido de las mismas, pero las instituciones y procederes no entienden de intenciones. Han sido y son unas Elecciones Autonómicas.
Los escándalos de corrupción que salpicaron a Convergencia durante los últimos años y la voluntad independentista hicieron que CiU se disolviera. Durán i Lleida, líder de Unió decidió someter a sondeo la voluntad de los militantes de seguir apoyando las políticas independentistas de Mas. Tras el resultado de la urnas, se desvincularon de CDC para seguir su propio camino. Unió se estrelló como ningún otro en las Elecciones del 27S, pero eso es otro tema.
La disolución de CiU, los casos de corrupción y la monotemática nacionalista podían ser motivos suficientes para augurar una caída de Mas. Sin embargo, el economista de Barcelona aprovechó sus cartas, no sin riesgo ni osadía.
Centró las elecciones en el único tema que ha trabajado durante estos tres últimos años y por lo que se ha ganado el apoyo de gran parte de la población catalana: el nacionalismo. Presentó las elecciones como un plebiscito, no como la elección de un gobierno. Como una oportunidad histórica para los partidarios de la independencia y como una defensa del derecho a expresar la opinión del pueblo y de la libertad de elección para aquellos que no tienen tan claro su voluntad independentista pero sí están molestos con el cierre centralista del PP.
Mas encontró una vía que le permitía mantenerse en primera línea. Un bloque independentista donde se unió a caballos en alza como ERC bajo el pretexto de que no le votan a él ni a Convergencia, sino la independencia. También trató de absorber CUP sin éxito, a fin de formar un grupo donde se focalice todo el apoyo nacionalista y evitar que se disgregue el voto, como finalmente ocurrió.
Inteligentemente, presenta una cara nueva prácticamente desconocida: Raul Romeva, que además es economista, profesor y ecologista, ofreciendo una imagen acorde a los principales motivos independentistas de los escépticos con los argumentos culturales. Un candidato con grandes conocimientos en economía que actúe como autoritas que acredite solvencia económica en caso de conseguir la Independencia; y por otro lado un hombre con ideales éticos aplaudidos y respaldados por la mayoría social, tan opuesta al maltrato medioambiental y la corrupción ética de la clase política. De esta forma, Mas se relega a un lado, sin desaparecer pero dando las justas pinceladas de experiencia en el discurso político y evitando acudir a debates televisivos o las críticas de los más reticentes a su figura.
Con estos ingredientes, Más presenta una candidatura ganadora, que supera con creces al resto de formaciones, pero que ya presenta dificultades internas. El hasta ahora president se ha vinculado a una formación sin una línea ideológica clara, cuyo apoyo más deseado (las CUP) representa la izquierda anticapitalista y su situación determinante les permite forzar a Junts Pel Sí – como si fueran ellos los ganadores – para no aislarle del resto de formaciones parlamentarias.
Sin duda, unas elecciones planteadas como una consulta plebiscitaria con la participación más alta en la historia de las elecciones catalanas sólo se pueden dar en un tema con una gran relevancia mediática y por supuesto social. Bien es sabido por toda la sociedad española: el aumento del tema catalán en la actualidad política y social del país. Desde la Reforma del Estatut en 2006 se ha promulgado un debate inmortal para aquellos que nacimos en Democracia. He aquí una tabla sobre la evolución del sentimiento de identidad de la ciudadanía catalana en base a los datos del CIS:


Según estos datos, el sentimiento catalán se ha desespañolizado en la última década, principalmente a partir de 2010.
Si echamos un ojo a la gráfica, vemos que desde la llegada de Artur Más a la Presidencia de la Generalitat en 201, hay un descenso del sentimiento español en favor de un aumento del sentimiento identitario únicamente catalán. Los motivos por los cuales se ha llegado a esta situación pueden ser diversos y darían lugar a un tedioso estudio: la crisis económica, el discurso nacionalista de diversas formaciones políticas en Cataluña que ha incentivado un debate prácticamente monopolizador de la política catalana, la falta de identificación con los representantes políticos, la mediatización del debate nacionalista, las justificaciones gubernamentales, etc.
La cuestión, es que ahora queda una formación política cuyo único vínculo y puesta en común es la independencia y que para su salvación parece depender de la ayuda que pueda ofrecer una formación de izquierda pura como las CUP, lo que dejaría al grupo conservador de Más en clara desventaja.
Si Cataluña buscaba con estas elecciones esclarecer su futuro, lo que ha conseguido es un Parlamento cuyo mayor grupo tiene discrepancias ideológicas (si no, al tiempo) y en el que ninguna formación parece dispuesta a pactar con ellos. Un presente incierto y nuboso que augura un futuro huracanado.