Hay ocasiones en que la verdad llama a la puerta. Abrimos airados y replicamos: “¡Largo de aquí! Estoy buscando la verdad”. Esta reflexión aparece en ‘El zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta’ de Robert Pirsing. Un libro extremadamente popular en los 70.
La verdad lleva años llamando a la puerta del Gobierno central, pero este ha preferido darle con el picaporte en las narices. Esa verdad es un nacionalismo catalán que año tras año ha crecido de manera rampante. ¿A cambio de qué? De unos votos para esto, de un apoyo para aquello.
Es obvio que esa verdad no era ajena a PP ni PSOE, pero han preferido mirar hacia otro lado y sosegar a la bestia a base de pienso, hasta que sus mandíbulas han crecido tanto que está a punto de morder a su dueño. Ahora mismo, el Estado español afronta un reto mayúsculo. Está en juego la Constitución, el Estado de Derecho y la marca España, a la que tanto daño está haciendo el separatismo catalán.
Y es que, tanto si el procés fracasa, como si no, el daño ya está hecho. La división que se ha provocado en la sociedad catalana en los últimos años va a ser muy difícil de reparar. Los políticos han encendido las calles y avivado a grupos como Arran, antieuropeístas, antiespañoles y, en general, anti todo aquel que opine distinto a ellos.
Sin duda, la dialéctica que está promoviendo la comunicación separatista es muy peligrosa para la imagen española de cara al exterior. Se resume en que el Gobierno y la legalidad son aparatos totalitarios mientras que los independentistas son absolutos demócratas, aunque hagan caso omiso a la mayoría de la población catalana que no les votó.
Ya hay importantes líderes de opinión como Julian Assange -y su mítico Pancho Sánchez- que se han tragado este discurso. El sueco llegó a ilustrar en Twitter lo que está sucediendo en Cataluña con la foto del hombre que plantó cara a los tanques chinos en Tiananmen, con lo que se ganó un zarpazo -merecido en mi opinión- de Pérez Reverte.
Spain, this will not work in Catalonia. The Catalan people have a right to self-determination. Arrests only unify and strengthen them. pic.twitter.com/mRYBdRroHz
— Julian Assange ? (@JulianAssange) 9 de septiembre de 2017
The photo of the tanks shows that besides being ignorant about Spain and Catalonia you are a perfect idiot, Mr. Assange.
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) 9 de septiembre de 2017
A diario, ríos de odio corren por las venas de Twitter, donde se respira un aire bélico y los incendios han dejado de ser novedad. Lo peor, es que esta red social refleja en buena medida la crispación ciudadana. Es probable que ya sea tarde para la didáctica y el diálogo. Los sucesivos Gobiernos han perdido estos años la oportunidad de educar en la unión, en los beneficios de formar parte de un Estado tan diverso, en la riqueza del pluralismo.
Es necesario cambiar la dialéctica de ‘ellos contra nosotros’, y regresar al básico ‘tú y yo’, al pensamiento dialógico. Cambiar las trincheras por un lugar de encuentro, no sólo entre políticos y entre Gobierno y Generalitat, sino dentro la propia sociedad. Repito, probablemente es ya demasiado tarde, pero si algo puede apaciguar a los ciudadanos tanto si hay secesión como si no, es el soft power, el poder del convencimiento mediante la atracción.
No es que la política de comunicación gubernamental enfocada a la unidad nacional haya sido mala, es que ha sido inexistente. Ha faltado reivindicar lo que nos une. Quizá sea el momento de proyectar por las televisiones públicas la excelente película de Michael Powell y Emeric Pressburger ‘Vida y muerte del coronel Blimp’ (1943).
Esta obra maestra, además de un alegato sobre la amistad, lanza un mensaje muy necesario hoy en día en nuestro país. El protagonista, el soldado británico Clive Wynne-Candy se ha de batir en duelo de espadas con el soldado alemán Theo Kretschmar-Schuldorff a causa de una crisis diplomática provocada por el inglés en tierras prusianas. Tras el duelo, ambos coinciden en el hospital, uno con puntos en la frente y otro en el labio. No importa que se hayan batido en duelo, ni tampoco que Theo sólo sepa decir ‘very much’ en inglés, pasan los días jugando a las cartas y se forja una sólida amistad que no se romperá ni cuando en el futuro se enfrenten en bandos contrarios en la Primera Guerra Mundial.
Volver al tu y el yo es eso. Es reconocer nuestras diferentes ideologías, creencias e incluso bandos, sin olvidar esos lazos que nos unen irremediablemente y que nos pueden llevar a encontrar puntos en común. Todos necesitamos alguien con quien jugar a las cartas en el hospital.