Tiene que ser complicado ponerse a la tarea con la seguridad de que digas lo que digas te van a llover las críticas.
Don Felipe cumplía, este sábado, la tradición de pronunciar el Mensaje de Nochebuena, el tercero que hacía desde su llegada al trono. Y tenía más o menos claro que dijese lo que dijese iba a dejar descontentos a unos cuantos.
Armó, El Rey un discurso sólido, dirigido a la inmensa mayoría de los españoles y con mensajes que la inmensa mayoría suscribiríamos. No podemos tenerle miedo al futuro, tenemos que seguir mirando hacia adelante. Tenemos que corregir las desigualdades y fortalecer nuestra cohesión social. Las personas más desfavorecidas o más vulnerables no se quedarán en la soledad del camino.
Todo eso dijo Don Felipe en los primeros minutos de su discurso y no creo que nadie deje de suscribir sus palabras o le ponga matices innecesarios.
Pero a Pablo Echenique le parece que “el rey (seguro que Echenique lo dice en minúscula) ha elegido no escuchar a la gente”. Hábil como es, el Secretario de organización de Podemos afirma que Felipe de Borbón se refiere a la crisis económica como si fuese un desastre natural cuando en realidad es una estafa. Y se queja de que El Rey no habla de violencia machista ni de los españoles emigrados.
Sin duda la situación de los españoles emigrados es dramática. Miles de españoles que, bien formados, se han visto expulsados de nuestro país para ganarse la vida. Igual de dramática que es la realidad de las mujeres maltratadas. A las que, por cierto, el líder de su partido no les dedicó ni una sola frase en su discurso del 2 de marzo durante el debate de la frustrada investidura de Pedro Sánchez. Ni una frase en 26 minutos. Ni una sola frase en el Debate de la frustrada investidura de Mariano Rajoy en agosto. Ni una en 23 minutos. Y una sola frase en el de octubre: “Ustedes han hecho recortes en educación, en sanidad, en las partidas destinadas a controlar y a proteger la violencia machista y en las partidas destinadas a políticas de igualdad” para un total de 22 minutos.
Así son las cosas.
Y seguro que así las asume Don Felipe a quién tan pronto se le acusa de meterse en cuestiones políticas como de no meterse por hacer llamamientos demasiado genéricos del tipo no “son admisibles ni actitudes ni comportamientos que ignoren o desprecien los derechos que tienen y que comparten todos los españoles para la organización de la vida en común”. Apelación que le permite a la Presidenta del Parlament asegurar que está trabajando para que “todos los catalanes se puedan expresar con la misma libertad con la que lo hizo el rey y para que en el parlament se pueda hablar de todo”.
Retuerce, como siempre, Carmen Forcadell la realidad de las cosas. Claro que en el Parlament se puede hablar de todo sin problemas ni restricciones, salvo las que ella misma ponga. Lo que no puede hacer el Parlament, como ha apuntado El Rey en su discurso, es tratar de saltarse la ley, que es lo que Forcadell ha respaldado durante su mandato. Ya que, como ella misma reconoce, “el único límite que reconoce es el de los derechos humanos” no el de la ley.
Moviéndonos, pues, dentro de lo esperado, un discurso más social, más cercano a los problemas inmediatos de los ciudadanos toda vez que hemos superado situaciones que marcaron otros discursos, como la violencia terrorista de ETA o ¿encauzada?, al menos aparentemente, la situación política que nos ha preocupado durante estos últimos 12 meses, nos quedan las cuestiones formales.
Acierto pleno de la Casa del Rey al llevar el discurso a su despacho. A la tercera fue la vencida y su superaron los errores del primer año, en ese salón impersonal y recargado, y del segundo año, en el Salón del Trono del Palacio Real. Sigo echando de menos a un Rey más actual, de pie, moviéndose, dejando fluir sus manos que maneja con soltura. Echo de menos un poco más de naturalidad en la interpretación del discurso. El encogimiento del último párrafo resultó antinatural. Y echo de menos una decisión cerrada sobre si El Rey lleva o no lleva barba. De momento vamos con barba en los años nones y sin barba en el par.
Veremos.
Y tirón de orejas, nuevo, para la realización televisiva del mensaje. Brusca en el arranque. Sin ideas durante los 13 minutos de duración, demasiado apoya en el plano corto al medir mal los zooms de acercamiento,… Claramente mejorable en su conjunto.
Así que me voy a apuntar a coincidir, por una vez y sin que sirva de precedente, con el President de la Generalitat. Mejor no hacer referencias al discurso de Nochebuena del Jefe del Estado, salvo que sea imperiosamente necesario. También ahí debería notarse la diferencia entre la nueva y la vieja política.
Digo yo.