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Acompañamiento pío al proletariado de nuestro tiempo

En España por

Hace algún tiempo, el diputado de Unidos Podemos, Diego Cañamero, l´enfant terrible del Carrefour, nos evocó, por lo disparatado del asunto, a “Los libros, la locura y otros ensayos” de Chesterton.

En una esperpéntica rueda de prensa veraniega mostró a la sociedad española que renunciaba, aunque fuera simbólicamente pues no puede ser de otra manera, a su aforamiento como diputado. Esta medida, anunciada ya en campaña, estaba dentro de la planificación de shows mediáticos de Podemos y los pocos periodistas que se congregaron para escuchar al jornalero, no se escandalizaron. Lo único que les descuadró fue que en la sala había dos  “periodistas” infiltrados del equipo de Cañamero, que le formularon un par de preguntas guisadas en El Coronil, que poco tenían que ver con lo que allí se había ido a tratar.

Esta ristra de singularidades, a diferencia de lo que la prensa oficial se ha ocupado de ridiculizar, honran al sátiro. Le convierten en un espadachín de primer orden porque ante las “supuestas” irregularidades que ABC le ha puesto sobre la mesa,  se quita la armadura y se lanza a la bartola hacia las plumas burocráticas y fascistas, enfilando con determinación el carrito de la trola hacia el 2 x 1 en bollería industrial.

–¡Vamos, camaradas! ¡No sea que los burgueses se lleven todas las grasas saturadas!

Las “presuntas” irregularidades que Víctor Ruiz de Almirón puso por escrito en la edición impresa del ABC el pasado sábado se pueden resumir en el siguiente epígrafe.

Uso fraudulento del erario para beneficiar a amigos y familiares. Cortijos subvencionados, ampliaciones de vivienda a costa del consistorio y acceso de forma irregular a casas de promoción pública.  

“¿A qué vienen ahora (estas informaciones)?”, arrugaba el morro Cañamero en la rueda de prensa. Son cosas del pasado. Ahora he cambiado. Ahora entiendo que hay una lucha mayor y con una cota de abstracción en lo sustancial -el paso de la revolución de las azadas a los iPad- que Errejón me está explicando poco a poco. No nos liemos ahora con fincas. Centrémonos en la vendimia francesa y en mi acto heroico de estar en agosto, ante el escepticismo del cuarto poder, blandiendo simbología de partido; revalidando los besos de Iglesias y Domenech y el chiquillo de Bescansa.

¡Qué por cierto! ¡Oh prodigio del transhumanismo! Hablemos del hijo de Bescansa. Debe ser que este último ha alcanzado en una legislatura de 8 meses, de forma repentina, la mayoría de edad porque ya no estuvo ni en la guardería, ni en los escaños, ni en los aledaños del Congreso el pasado 19 de julio, en el arranque de la XII legislatura. Dicen fuentes no oficiales que cabe verle rondando, con su cuerpo desgarbado, en algún Círculo de Lavapiés, quizás, dicen, en busca de algún Squirtle.

 

Benjamin Bescansa Button se ha unido a la partida.

 

Sobre las paradojas de la propiedad privada en manos de comunistas de carnet y las conversiones al neomarxismo o a la socialdemocracia –todo depende del medio que haga la pregunta- a perder la cabeza por los fluidos de la sociedad de consumo, Kapuscinski también dejó algo escrito en su experiencia latinoamericana.

Durante sus cinco años recorriendo el continente “barroco”, de las mil caras, las mil políticas, la realidad mixta con mito y cachivaches inútiles en las estanterías de los criollos, una de las historias que más le conmocionó fue la de Pedro Morote.

Un muchachito peruano con el que el reportero polaco recorrió aldeas, selvas, caminos y tierras, bajo la bandera de la reforma agraria y la lucha contra la aristocracia y los militares.

El bueno de Pedro, al enterarse de la repentina muerte de un amigo suyo que le había dejado una sustancial suma de dinero, no tardó en ensanchar su mente. Se puso el frac y dejó lo rural por el lujo de Lima. El arrebato místico por el capital. Allí abrió un restaurante en la década de los setenta, La Palizada, donde se le podía ver con gesto de satisfacción (“el negocio marcha bien”), pasear entre las mesas mientras canturreaba versos de Javier Heraud, el jefe revolucionario que murió a su lado luchando en Puerto Maldonado por la causa de los pobres y esas cosas.

Ser duros de juicio con Cañamero, a estas alturas del Echenique, Rato, Blanco y Monedero, no es lo cristiano. Independientemente de donde se esté en el tablero ideológico del juego político, nadie esta exento del pringue de la corrupción.  Porque lo llevamos, toda la condición humana, apretado entre las costillas.

Cabe de nosotros, resentidos mojigatos políticos y piadosos contribuidores al fisco, limpiarnos las pezuñas de la grasilla del pescaito frito, ponernos las chanclas, decirle al crío que se corra un poco y  le haga un hueco a Diego, para mostrarle con un tinto de verano fresquito en mano que total; así están las cosas y que no importa donde se siente; si a la izquierda o a la derecha de lo humano. Que lo humano, humano es. Y que esta tarde conviene ponerse crema en la espalda que el sol aprieta. ¡Y que ladren los medios lo que quieran! ¡Que la vida son dos días! Y que puestos a la irregularidad, hagámoslo de forma divertida y creativa, como Cañamero y sus carritos de la compra por la patilla o la búsqueda insaciable que durante 12 años perpetró por los huecos de este sistema imperialista, capitalista, colonialista y superlativista, para montarse el cortijo a su gusto.

(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.

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