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A vueltas con el Valle de los Caídos

En España/Historia por

Javier Cervera es historiador doctor especializado en la Guerra Civil española y los españoles exiliados. 

Hace unas semanas el PSOE presentó una proposición NO de Ley acerca, una vez más, del Valle de los Caídos. Lo más llamativo es, de nuevo, la petición de exhumación de los restos del dictador Francisco Franco Bahamonde, y que los del fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, sean trasladados a “un sitio no preeminente del edificio”.

Llama la atención la ignorancia de los autores de la propuesta. Porque el Valle de los Caídos no fue construido como mausoleo ni de Franco, ni de Primo de Rivera. Ello fueron decisiones muy posteriores.

El líder falangista, fusilado en Alicante, después de la Guerra fue trasladado a El Escorial. A sus camaradas nunca les pareció un lugar adecuado y lograron que Franco accediera a sacarlo de allí, y se optó porque era adecuado su reposo en la Basílica del Valle de los Caídos.

Y la decisión de que el dictador acabara enterrado en la Basílica no fue, ni mucho menos suya, sino de su sucesor el ya Rey Juan Carlos, quien encargó que se hicieran los trámites administrativos necesarios para ello.

El propósito que se declaró cuando se construyó el Valle de los Caídos fue que fuera el lugar para recordar y honrar a todos los caídos en la Guerra Civil. Pero, no nos engañemos. Es innegable que los derrotados republicanos y quienes simpatizan con ellos no pueden sentirse reconfortados con la manera en la que, en ese lugar, se recuerda a las víctimas de la Guerra, en este caso, de su bando, el republicano. Toda la simbología e iconografía (dejando aparte la cristiana que es lógica por ser un templo) se refiere, exclusivamente, al Franquismo. No hay ni un guiño, ni una mínima alusión a los símbolos, valores, planteamientos, ideas… de la España republicana.

Eso sí, conviene saber que todos los días se celebra una Misa en sufragio por todas las víctimas de la Guerra, algo que, para quienes creemos, no es baladí. Es una obra de misericordia y una manifestación clara de un anhelo de reconciliación entre los españoles por parte de la Iglesia española.

Inauguración del Valle de los Caídos en 1959.

En otro punto de su propuesta, los socialistas afirman que el Valle de los Caídos es ”un lugar de memoria franquista y nacionalcatólico” que debería ser reconvertido “en espacio para la cultura de la reconciliación de la memoria colectiva democrática y de dignificación y reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura”.

Este hallazgo intelectual de “memoria colectiva democrática” ¿Alguien sabe qué es? La ausencia de contenidos realmente reconciliadores es fácilmente enmendable. No vamos a dinamitar todo el recinto (no exagero, esta propuesta lo he escuchado de boca de algún sesudo tertuliano de La Sexta), sobre todo porque por muchos monumentos que se destruyan, la Historia reciente de España es lo que es y lo más útil es estudiarla no destruir sus fuentes, porque también la arquitectura de una etapa histórica es fuente para el estudio de la misma.

El mosaico de la cúpula es y será en el futuro como es, la imaginería escultórica del recinto responde al momento de su construcción, la disposición de los elementos, también. Pero sí se puede intervenir para incorporar, también, el recuerdo, la memoria, la dignidad de los miles de españoles que cayeron defendiendo la causa de la República o de la parte de la misma con la que se identificaban.

Bastaría con colocar paneles que informaran al visitante. Unos, de la historia del Monumento, para que el que llegara conociera que se construyó con la pretensión de honrar a todas las víctimas. Y, después, como está claro que eso no ha ocurrido, estaría bien presentar la relación de todos los nombres de los combatientes que están identificados en los archivos, con indicación de su bando. Esa relación o relaciones de nombres se puede encabezar con una leyenda como “Todos los caídos por España”.

Finalmente (que no se olvide que es un templo católico) invitar al visitante a que haga una oración por esas almas. Entiendo que una actuación similar a esta daría un verdadero sentido de reconciliación a este recinto y reflejaría de una auténtica y justa memoria colectiva (olviden añadir eso de “democrática” que aquí no viene al caso) para todos los españoles de bien.

Además, la propuesta del PSOE no logra evitar caer en la lamentable “tradición zapateril” de esa obsesiva “memoria histórica”. A estos socialistas no les interesa aprender Historia (conocimiento científico), sino hacer memoria, con las carencias que, para conocer la realidad del pasado, presenta este ejercicio. Porque la memoria es selectiva, porque los recuerdos se elaboran, porque estos no se fundamentan en fuentes fiables ni se estudian con un método científico, porque junto al hecho voluntarista de hacer memoria también se da, a la vez, la misma voluntad de olvidar lo no agradable o lo doloroso.

Este equivocado planteamiento culmina con la solicitud de una “Comisión de la Verdad”, en cumplimiento –se dice- de una resolución de la ONU. Ahí lo tenemos: para hallar la Verdad se forma una comisión, ámbito más propio para alcanzar consensos, que es cosa distinta ciertamente. Y la falta de rigor, o tal vez, ignorancia, está servida. Porque la Verdad (histórica) no es fruto de un consenso producto de la agregación de “memorizaciones” de muchos o de unos pocos.

Dos pretensiones revelan no sé si el desconocimiento de la reciente Historia o, tal vez no, y se trate de puro sectarismo. Que cada uno piense lo que quiera. Se propone el 11 de noviembre como Día Europeo de las Víctimas del Fascismo. Y, por otro lado, piden la nulidad de sentencias franquistas y “constatar la ilegitimidad de las sentencias dictadas por tribunales ilegítimos” de la dictadura.

¿Víctimas del Fascismo? Entonces, ¿únicamente les interesan aquellas ocasionadas por los voluntarios del CTV italiano que vinieron a luchar con los franquistas? Porque sólo ellos fueron los fascistas en España.

Considerar al Régimen de Franco como fascista revela que, o bien no se sabe qué fue la dictadura española, o bien se ignora qué fue el fascismo. O ambas cosas, tal vez.

La España franquista fue un Estado autoritario, una dictadura militar, un régimen antidemocrático y añadan las notas descalificadoras que deseen, pero no fue fascista. Incluso, voy más allá: más quisieran que lo hubiera sido muchos de sus adláteres.

Ello no lo hace ni mejor ni peor, simplemente es otra dictadura más, nacionalista, antiliberal y anticomunista de las muchas que desde los años veinte fueron apareciendo por Europa. ¿Fue el nazismo fascista?, ¿lo fue el régimen portugués de Salazar?… No lo fueron y eso no les salva, al menos por mi parte, de un juicio negativo y un rechazo absoluto.

El fascismo es una ideología que se concretó en un régimen que fue exclusivamente italiano. Ya está bien del abuso del calificativo “fascista” a todo lo que nos disgusta, lo que es violento, lo que es contrario a lo “políticamente correcto” como si de un “arma arrojadiza” descalificadora se tratara, pero sin el más mínimo rigor conceptual.

Y, por otro lado, es extremadamente peligrosa la pretensión de considerar “tribunales ilegítimos” a los del Franquismo y anular sus sentencias. Si la administración de justicia de un Estado no es legítima, lógicamente, no lo es el Estado en el que presta sus servicios. Si el Franquismo no es legítimo, no lo son sus instituciones ni sus actuaciones.

En consecuencia, no lo sería la reforma política emprendida en 1976, concretada en la Ley del 4 de enero de 1977 aprobada por las Cortes aún franquistas y que dio paso a la democracia actual de España.

Precisamente, uno de los elementos de solidez de aquella Transición a la Democracia fue que se hizo de la Ley a la Ley, lo que la legitimó completamente. No juguemos con cosas que nos pueden estallar en las manos. Si anulamos las actuaciones del Estado franquista, las bases de nuestro sistema político, pues, se desmoronan. Ahora bien, puede suceder, tal vez, que a algunos sectores del PSOE, que llevan varios años de coqueteo con el populismo a su izquierda, no les disguste esa idea.

Señores socialistas preocúpense, que para ello les pagan (pagamos), de los problemas y necesidades de los españoles. Somos los historiadores los más indicados para estudiar y explicar nuestro pasado reciente y arrojar luz para construir la España del futuro. Nosotros, estos científicos sociales que estudiamos el pasado, tenemos muy superadas esas banderías y sectarismos que a ustedes les obsesionan.

Nos juntamos de vez en cuando y debatimos con total normalidad. Ustedes, los políticos arreglen el desastroso presente que, en buena parte ustedes han contribuido a generar, que ahí sí tienen curro… y holgazanean.

(Valencia, 1967). Doctor en Historia Contemporánea y Doctor en Ciencias de la Información. Profesor Titular en la UFV. Acreditado como profesor titular por la ANECA. 20 años de experiencia docente. Su actividad investigadora se centra en la Historia de España y de Europa Contemporánea. Integrante de 7 proyectos de investigación (todos con financiación pública). Actualmente, IP del proyecto con referencia HAR2015-70256-P dentro del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016. Es autor de relevancia sobre la Guerra Civil Española con títulos de libros como: Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-1939 (Alianza Editorial); Así terminó la Guerra de España (junto con Ángel Bahamonde Magro), Ya sabes mi paradero. La guerra civil a través de las cartas de los que la vivieron (Planeta) o, el último, Contra el enemigo de la República… desde la Ley. Detener, juzgar y encarcelar en guerra. (Biblioteca Nueva; 2015). Además, ha investigado sobre el exilio en Francia y relaciones con la España franquista, producto de lo cual es la obra La guerra no ha terminado. El exilio español en Francia 1944-1953 (Taurus). Además, ha publicado muchos artículos científicos en revistas de impacto y ha presentado ponencias en varios países europeos y los Estados Unidos, además de España.

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