Cuando los dos grandes referentes políticos entran en debacle, la desafección se convierte en caldo de cultivo para gobiernos alternativos. Durante 2014 y parte de 2015 esta posibilidad fue aprovechada por Pablo Iglesias. Luego de las jornadas del movimiento 15M los españoles (y el mundo) asistieron a manifestaciones de hastío y rechazo. Jóvenes y adultos se sumaron y las frías mañanas de marzo dejaron en claro el agotamiento del bipartidismo español.
El secreto de todo sistema de partidos se halla en su capacidad para recoger y representar las demandas ciudadanas en la paleta de colores partidistas. Así, durante décadas, los ciudadanos encontraban en el PSOE y el PP a los dos partidos que podían encauzar sus expectativas, el recambio era satisfactorio para los descontentos e incluso la percepción de un buen gobierno se refrendaba en mayorías absolutas.
La democracia española soportaba bastante bien las críticas, y ofrecía alternativas creíbles al ciudadano. El equilibrio parecía alcanzado, pero como en economía, cuando se produce, rara vez se mantiene por mucho. Así los sistemas sufren desafíos, y si consiguen capear las crisis e incorporar a los elementos “anti-sistema” obtienen rotundas victorias de cara a su supervivencia.
Cuando todo parecía claro, surge en el horizonte una organización de origen catalán, pero de espíritu españolista. Ciudadanos (C’s) cuenta con una imagen fresca y un líder muy bien valorado a nivel nacional: Albert Rivera (aunque Inés Arrimadas también se proyecta como un fuerte liderazgo paralelo aunque no sustitutivo). Y las encuestas muestran una tendencia muy favorable.
Casi año y medio después de las elecciones europeas, donde C’s consiguió dos eurodiputados, el partido naranja se codea en las últimas encuestas con el PSOE por el segundo puesto de las preferencias. El trabajo de C’s ha rendido frutos en dos momentos: 1) cuando se abalanzaron sobre el voto descontento del centro derecha español; y 2) al abordar los electores del centro izquierda (particularmente del PSOE) y el abstencionismo ambidiestro. Pero más allá de los discursos ¿a qué apuesta C’s?
Si las encuestas aciertan, y C’s alcanza el segundo lugar en los resultados el próximo 20D, tendríamos un escenario muy claro para que Rivera persiga la Moncloa encabezando una coalición de partidos. Ya durante varias jornadas, desde Ciudadanos se ha declarado que no van a pactar con el PP o PSOE. Hace algunos días, Rivera declaró que no pactaría, y desde su sede en Madrid desde el partido se afirmó que C’s no pactaría con nadie si Rivera no va como presidente de gobierno.
Estamos presenciando hoy una guerra por el segundo puesto. Aunque el “bipartidismo” no parece muerto. Las motivaciones políticas podrían, en un eventual caso, llevar al PSOE o C’s a abandonar sus aspiraciones presidenciales si con ello se garantizan beneficios a medio plazo. Esto ya sucedió en Andalucía, donde C’s apoyó al PSOE con condiciones; no es muy difícil imaginarse una situación similar por parte del PSOE o Ciudadanos con el objetivo de sacar al PP del gobierno.
Rivera obtendría una oportunidad de oro, aun no siendo presidente, de seguir minando las posibilidades de supervivencia del PP. Y si los resultados le favorecen, podría hacerlo desde Moncloa, encabezando un gobierno de coalición en el que Ciudadanos tendría una prueba de fuego. Un PP marginado del poder gubernamental, habiendo retrocedido considerablemente en las últimas elecciones, perdería definitivamente su condición de partido referencia de la centro derecha y se vería marginado a los votantes del extremo. Ya es un proceso que estamos presenciando, pero que, hasta ahora no ha sido lapidario. Para Ciudadanos queda claro que siendo el segundo o tercero también se puede ganar.
Así, Albert Rivera encontraría la misma oportunidad de la que gozó la protagonista del drama político danés Borgen, en la que, siendo terceros, alcanzaron la jefatura de gobierno gracias al apoyo de la oposición al gobierno de derecha de entonces. Así, en Borgen un tercer lugar se transformó en gobernante en base al descontento con el resto de los partidos y simpatías ciudadanas en base a una adecuada comunicación política.
También existe la posibilidad de que, siendo terceros, C’s se abstenga de apoyar a nadie y permita una situación difícil de cara a la investidura de cualquier candidato (en la que el PP tendría la primera voz). No parece una posibilidad clara, más aún cuando C’s apuesta por la estabilidad de España y este escenario no sería coherente con eso. Otra posible situación es el apoyo condicionado a un gobierno del PP, eso sí, las condiciones irían seguramente más allá de la limpieza de las listas y puede hacer presencia un veto a la candidatura de Rajoy.
Vamos hacia una transformación del bipartidismo hacia un multipartidismo con dos grandes fuerzas (sin saber quién será el 3ero), pero en la que los socios minoritarios serán claves. En este tipo de contextos, los socios cuentan con gran poder de decisión, y pueden presionar a los partidos con posibilidades estructurales de gobernar hacia posiciones deseadas. No serán compromisos totales, pero sí importantes para ejercitar las capacidades de presión de los partidos intermedios.
Sin embargo, hay que tener claro que una alta votación no necesariamente se traduce en escaños correlativos. Puede darse la situación en la que el sistema electoral perjudique a C’s y beneficie al PSOE. Un empate en votos haría la localización de los mismos aún más determinante para la asignación de los diputados.
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