Abandonar la niñez y entrar en la adolescencia es decir adiós a la inocencia, a las sonrisas infundadas y al mundo imaginario donde nos refugiábamos, dónde éramos héroes y el final siempre era feliz. Por si fuera poco, perdemos el sentido, eso que antes no nos hacía falta, y las ausencias se hacen patentes: ausencia de amor, ausencia de cariño, ausencia de ti, seas lo que seas.
Empezar a trabajar y dejar la universidad, es decir adiós a la libertad (a gran parte de ella), a las fiestas los lunes y a los amigos de fuera. Seguir viviendo es seguir perdiendo cosas y ganando otras. Desaparecen personas, pero permanecen los recuerdos. El pasado no deja de ser ese oasis donde varamos de cuando en cuando, para respirar una nostalgia en ocasiones sanadora y en ocasiones angustiosa.
El ex director de El Mundo, Pedro G. Cuartango, es un nostálgico, y su sentimiento se palpaba en cada columna que escribía, donde se acordaba de Burgos, de su juventud y el tiempo que marchó. Recuerdo con especial cariño en mi mente su texto ‘Fuego sin cenizas’.“Nuestra mirada siempre refleja una ausencia, un deseo no colmado, una posibilidad que se esfumó”, escribía. Hoy vuelve a tocar decir adiós.
Siempre me identifiqué con sus columnas y con su forma de escribir. Escritos donde lo mundano se torna en lo más trascendental. La constante pregunta del porqué. La búsqueda unamuniana en un mundo que a primera vista carece de sentido. También es amante del cine clásico, como un servidor. Quizá es que a todos los nostálgicos nos guste lo mismo: la filosofía, la literatura y las copas de whisky. O tal vez por eso somos precisamente nostálgicos.
Pedro García Cuartango, un periodista.
El adiós a la redacción de El Mundo. pic.twitter.com/X72gPrdktg— Carmela Ríos (@CarmelaRios) May 30, 2017
Cuartango es como el cine clásico. Un ser que se tambalea entre la melancolía y el romanticismo, entre el tipo duro desengañado y el héroe que se sacrifica por todos. Es un cine teñido de bisoñez pero que esconde una madurez cínica. Son películas que dibujan un vals en el corazón del espectador. El cine clásico es no saber qué te va a pasar, pero aceptar la vida tal cual es, con una convicción cimentada en gruesos valores.
Cuartango se marcha (mejor dicho le echan) como el cine de antes. Ahora la cartelera se llena de blockbusters palomiteros, las radios de música mainstream y las páginas de los periódicos de líneas huecas. Marcha Cuartango, pero no la ilusión, ni la esperanza. Queda la nostalgia para recordarnos que otra forma de hacer las cosas es posible y que no se puede permitir ser peor que ayer.
Hoy siento nostalgia por muchas cosas y recuerdo las palabras de Matthew Mcconaughey al recoger su Oscar a mejor actor por ‘Dallas Buyers Club’: “Necesitamos una meta que perseguir. Mi meta es ser igual de bueno que yo dentro de 10 años”. Y en eso consiste todo, en decir adiós, en seguir la meta, perseguir ese fin llamado periodismo. Buena suerte maestro.