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¿Qué es actualidad?

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Hoy, jueves, algunos de los que escribimos en estas páginas acudiremos al CaixaForum de Madrid para ver si nos cae un premio: el de Mejor Blog de Actualidad de los Premios 20blogs, que concede el diario 20 minutos. [Actualizado: ¡Nos lo dieron!]

Si es usted uno de los que ya se ha dado un garbeo por Democresía, quizás se sorprenda. ¿Actualidad? ¿Desde cuándo? Lo cierto es que es más probable leer en esta revista textos y nombres de personajes pretéritos que encontrar algún resquicio –que los hay– de lo que uno podría encontrar en un periódico común y corriente. Y, sin embargo, la mayoría de los que escriben en estas páginas son periodistas en alguna medida, sea por formación o por vocación. O ambas. Entonces… ¿nos hemos vuelto locos?

Dejemos a un lado las noticias: “un hombre muerde a un perro”

Parece claro que hay según qué tipo de contenidos que rara vez van a entrar a formar parte del proyecto Democresía. Al menos no lo que usualmente se conoce como sucesos, pese a que una de las máximas más jaleadas cuando se trata de definir lo noticioso –quizás más por lo sugerente de la imagen que por otra cosa– es la siguiente: “noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro“.

En el mismo saco habrían de entrar, a nuestro modo de ver, los ejércitos de jabalíes que arrasan las filas del Estado Islámico, la ocurrencia del diputado de turno en el Parlamento, el insulto y el espectáculo político, las cobras de Bisbal a Chenoa y las camisetas de khaleesi de Iglesias y Cifuentes o los patinazos de Rajoy dos de cada tres veces que le hacen improvisar delante de un micrófono.

Todo eso que superpuebla las páginas de los periódicos y que tanta atención y tan poco interés merece –legítimamente o no, no nos importa– es la parte más baja de una profesión cuya obligación y vocación dice ser la de hacer más libres a los ciudadanos, dotándoles de información (y de opinión informada) imprescindible para ejercer su necesario papel en este régimen que llamamos democracia.

¿Es el último beso homosexual en el Parlamento lo que ha de ayudarnos a discernir nuestras posiciones políticas? ¿Son la última ofensa, el último chiste, la última camiseta reivindicativa o la penúltima función de marionetas “proetarras” algo más que anécdotas del día a día, sin mayor relevancia que algún orgullo (personal o simbólico) herido?

Y, sin embargo, los efectos de la cada vez más extendida tiranía de la anécdota, además de embrutecer al homo videns –el ciudadano convertido en espectador– y de mantenerle en la inopia de lo que le corresponde como derecho y como deber conocer, reducen y simplifican la política a la esfera infantil del sentimentalismo: las simpatías y antipatías.

Tanto es así que hay quien ha hecho de su estrategia una campaña permanente por rentabilizar la incapacidad pueril del votante español para asumir la cruda verdad: que la política es tremendamente aburrida y compleja, y que la inmensa mayoría de las cuestiones no se solucionan con mera “voluntad política”.

Ahora sí: ¿qué es actualidad?

La aparentemente simple pregunta que encabeza estas líneas –¿qué es actualidad?– nos parece entonces más urgente que nunca, ahora que hasta las tertulias radiofónicas se pierden en la simple condena y en las reacciones airadas contra las anécdotas más estúpidas, sin llegar a entender y sin alcanzar a explicar los porqués y paraqués.

Detrás de esta urgencia se esconde una intuición: la de que, cuando hablamos de actualidad, paradójicamente nos referimos a algo que en cierta manera ocurre como un continuo: es actualidad aquello que está llamado (ya veremos si ocurre así o no) a permanecer, a dar forma al entorno en que vivimos.

Es aquí, desde la perspectiva que abre esta pregunta –¿qué de lo que hoy ocurre va a permearnos? ¿qué definirá las condiciones materiales, culturales, morales e ideológicas de nuestra sociedad?–, desde la que se abre el periodismo a los saberes del conocimiento humano: la filosofía, la antropología, la ética, la teoría política y económica, la sociología…

Ocurre a veces, es verdad, que un pequeño hecho, una anécdota, un accidente o un suceso fortuito tienen la capacidad de presentar más verdad que los anquilosados discursos que se imparten desde las tribunas (bajo el dictado de los despachos). Sin embargo, dichas ocasiones raramente coinciden con los anecdotarios diseñados también desde las mismas sombras.

Se trata pues de agudizar la vista hacia abajo y hacia atrás, hacia el presente y el pasado, en busca de aquello que nos está afectando y aquello que hoy acontece y que nos afectará, en vistas a que, con este conocimiento, estemos mejor pertrechados para darle una forma habitable al futuro. O, como diría Abellán, hacer de nuestro mundo cotidiano “ese lugar donde la vida se ensancha”.

 

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