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Periodistas: mis profetas favoritos

En El astigmatismo de Chesterton/Periodismo por

Desde finales del siglo XVIII hasta bien entrado el XIX, la guillotina era la última parada de las ideas desbocadas y los actos consumados con alevosía institucional. Los ilustrados se las gastaban así. Con nosotros, te mantienes peinado. Sin nosotros, tu cuero termina en un cesto.

La filosa distancia que marcaba los límites de la la pasión lenguaraz, razón llamaban a esto los ortodoxos beodos de aquel entonces, mantenía a raya a los que no alzaban el puño en la Marsellesa.

En un ejercicio de paralelismo exótico, podríamos decir que algo parecido ocurre con la hemeroteca en nuestros días.

Aquel tweet insidioso contra la religión healthy, aquel artículo que habla de los españoles como un tropezón del ADN.

Nadie que asome la cabeza en el telediario o que tenga un hashtag propio se libra de esta máquina de rebanar postureos.

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Porque sí. La hemeroteca, esa auténtica memoria histórica de las torpezas de cada uno, saca las vergüenzas cuando nos las prometemos felices, cuando en pleno subidón por ser nombrado presidente del Gobierno, Ministro de Fomento o de Cultura y anti deporte, nos decimos “si al final esto de la política no está tan mal”. Y de pronto. Pum. Tweet que te parió, editorial que te machaca, Jiménez Losantos cargando de espumilla blanca la comisura labial.

¡Ojo! Que Democresía no se libra del cadalso digital.

El 3 de mayo de 2016 nos atrevimos a publicar un texto titulado “Pedro el breve”. Un texto mágico en el que, en el calendario electoral de aquel disparatado año, dábamos por muerto y requetemuerto, políticamente hablando, a Pedro Sánchez.

Fue el año del sorpasso, donde los periodistas y sucedáneos jugábamos a asustar a los lectores con la coalición IU-Podemos. Del PP salivando con la mayoría absoluta teniendo un horizonte judicial que presumían lejano y amortizable. De un PSOE cayendo a tercera fuerza política y viéndose necesitada de fortalecer sus coaliciones más extravagantes en municipios y comunidades autónomas por mantenerse a flote.

Cuando los periodistas juegan a la bruja Lola, gana la bruja Lola. Elucubrar no es lo nuestro.

Cuando los periodistas juegan a la bruja Lola, gana la bruja Lola. Elucubrar no es lo nuestro. Y quizás los viejos lobos del periodismo que se instalan en las cátedras universitarias deberían dar esta pedagogía a los futuribles monitores de tiempo libre o puede que periodistas, sobre esta cuestión.

Sin embargo, tal y como está el patio, es inevitablemente seductor decir el siguiente titular de mal profeta como regular periodista.

Pedro Sánchez se queda. Y va a tratar de quedarse otros cinco años y medio más. Tiene a Iván Redondo, a un astronauta y a un hit pop para lograrlo. Sabe que en España las entrañas, el corazón y la entrepierna nos mueven el apetito electoral mucho más que cualquier debate sesudo o que cualquier programa político perfectamente acicalado.

Ahora queda Esperar y ver a Màxim Huerta vestirse de corto antes del mundial. Porque, ya lo verán. Eso va a ocurrir.  Y si no, qué más da. Ya lo he dicho y ya lo he publicado.

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(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.

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