La preposición “en”, es definida por la RAE como “la preposición que denota en qué lugar, tiempo o modo se realiza lo expresado por el verbo a que se refiere”. Es decir, se refiere al modo, a los medios. Por su parte, la preposición “de”, denota pertenencia; de qué, o de quién.
De entre todas las discusiones habidas por razón de esta pandemia, creo que no hemos reparado en el aspecto fundamental de la más fundamental de las discusiones, sin la que éstas, a su vez, serían imposibles e ilegales. No se trata de si debemos o no debemos tener libertad de expresión, sino de si debemos o no debemos tener libertad de expresión para hablar de la libertad de expresión.
Con tanta madeja, en esta sociedad autorreferencial la clave consiste en el significado que atribuimos a las cosas; y es preciso esclarecerlo para salvarnos de ser malinterpretados. En este caso, el dilema no está en libertad de expresión “sí” o “no”, sino en qué libertad de expresión; porque, pensemos, es igual de libre en su expresión el sujeto que dice lo que piensa, que el sujeto que dice lo que piensa como quiere. Es igual de libre el medio de comunicación privado que difunde sus noticias libremente, que el medio de comunicación privado que libremente difunde sus noticias como quiere.
Es igual de libre el hombre que llama a otro estúpido, que el hombre que, queriendo transmitirle a otro lo estúpido que le parece, le llama fascista. Son igual de libres, en resumen, el hombre que dice lo que quiere, y el hombre que lo dice como quiere. Y pese a que lo anterior pueda parecer un absurdo, el qué y el cómo nunca han sido la misma cosa, como tampoco las preposiciones “de” y “en”, o como tampoco lo ha sido un estúpido y un fascista.
¿Libertad de expresión? Por supuesto. Pero vayamos al fondo del asunto: ¿significa esa libertad de expresión una condena perpetua a la prostitución de los términos y el rigor conceptual? ¿Libertad de expresión, o libertad en la expresión?
La libertad puede entenderse de muchas formas; pero de entre todas ellas, hoy nos la cuelan con el significado de la autodeterminación. El “yo” es quien define, el “yo” es quien crea y quien recrea. Esto se entiende muy bien con la otra discusión que le sigue a la libertad de expresión: la libertad de información.
Si hablásemos de un primer mundo, el mundo “X”, donde la información, pese a dispersa, ya se encuentra dada, y el papel que los medios de comunicación cumplen, que son muchos, es el de recogerla y transmitirla, alterando únicamente el qué -esto es, contando A, o contando B, o no contando nada-, hablaríamos de un mundo donde existe libertad de información -es decir, o de informar, o de no hacerlo-. Si, por el contrario, nos refiriésemos al mundo “Y”, donde la información no está dada, sino que son los medios quienes la crean, no solo alterando el qué, sino también el cómo, este no sería un mundo en que solo existe libertad de información, sino también libertad en la información. Esto, como se refiere a lugar, tiempo y modo o medios, puede significar que se opta entre la radio y un periódico, la televisión o Twitter, en su casa o en la mía, o en castellano y un lenguaje inventado por ellos mismos.
Pero suponemos que, como profesionales de la comunicación -es decir, del lenguaje- saben distinguir las preposiciones.

