Una noche cualquiera. La pasada, por ejemplo. Abres tu periódico online. Ya es algo tarde. Quieres echar un vistazo rápido a las noticias para dar tu doble tick azul a las obligaciones del día y calmar así la voracidad “ruidística”. No ves ningún titular destacable. Ningún vídeo viral de los propuestos te hace reír ya. Nada te llama la atención.
Haces otra ronda de lo mismo cuando entras en tu panfleto deportivo favorito. Ninguna perrería nueva de Cristiano. Ningún tweet sobresaliente de Piqué. Todo bien. Te puedes ir ya a dormir. Aunque te pican un poco los ojos. ¿Qué es esto? ¿Qué pasa? Ya no estoy tan cómodo. Me aprieta el vientre. El picor incrementa. Haces memoria ¿Me he frotado con algo?
La respuesta es, sí. Lo has hecho. Acabas de visionar más de 80 tetas -galerías incluidas- en menos de 3 minutos. Pero, espera. ¿Cómo es esto posible? ¡Amigo! Acabas de entrar en la prensa oficial online.
El prolífico autor inglés de origen francés, Hilaire Belloc , señalaba en su obra “La prensa libre” (Nuevo Inicio, 2007) que cuatro eran los principales problemas a los que se tenía que enfrentar toda publicación y periodista serio que estuviera fuera del establishment informativo; especialmente si quería vivir de los hechos noticiables, la opinión fundamentada o de la verdad de una historia sin tener que bailarle el agua a los partidos políticos de turno, a los grandes apellidos familiares o a la tiranía del anunciante único.
Aunque algunas alegorías, propias del contexto de principios del siglo XX, se nos puedan escurrir de las manos hoy en día –a excepción de si has estudiado en Somosaguas o viajas a menudo a Corea del Norte– como pueden ser: las constantes referencias a la prensa capitalista o las consideraciones de los abogados políticos de la época como futuribles representantes del Eje del Mal. En cualquier caso, el valor profético de este ensayo un siglo después es digno cuanto menos de un prolongado estudio para cualquier libre pensador y manual de repaso obligatorio para periodistas con vocación de servir a la única verdad legítima sobre blanco.
El Periodismo se muere por culpa del periodismo.
Puestos en la situación que nos dibujaron Belloc, Drumont, Maurras o los hermanos Cecil y Gilbert K. Chesterton descubrimos que en la Inglaterra pos victoriana los casos de corrupción, los dedazos anunciados en grandes artículos de letra de lupa y el vaivén de los grandes financieros que compraban y vendían periódicos con la facilidad con la que los realizadores de Mediaset montan las piezas de deportivos entrando y saliendo de Valdebebas; en esta tesitura nos damos cuenta de que las cuestiones esenciales -las qué implican al bien y al mal- siguen estando de rabiosa actualidad. Y es que la falta de criterio periodístico en la jerarquización y composición de las cabeceras online -enlaces a webs de citas junto al drama en Siria-, la globalización de la cultura de la sospecha y las copiosas glándulas mamarias expuestas entre bloques informativos como única vía de guardar el equilibrio/transición de la prensa escrita al vertedero digital, son razones más que suficientes para afirmar lo siguiente: el Periodismo se muere por culpa del periodismo.
Es por ello, que aproximarse a Belloc con la perspectiva del “todo sigue igual”, puede ayudarnos a entender mejor de qué manera la prensa libre -las revistas de pensamiento y los blogs cooperativos con un marcado cariz humanístico- está llamada, como entonces, a ocupar un espacio vital en el funcionamiento de una sociedad democrática.
Radiografía de un caso de prensa libre actual
El primer punto que nos señala Belloc en “La prensa libre” es que esta debe ir a contracorriente por principio. El periodista libre, que tiene la torcedura mental de decidir montar una cabecera independiente, debe asumir la obligación de no solo indagar en lo que los grandes medios cuentan o consideran que es la actualidad sino además explorar todas las historias que se quedan, bien por perspectiva, tema, lejanía o algún conjuro secreto que une teléfonos de sedes políticas con redacciones de madrugada, en la cuneta informativa. También debe asumir, aunque lo veremos más adelante en el punto de las carencias económicas, que su durabilidad va muy sujeta a la salud de sus editores. Suelen ser las plumas más destacadas las que hacen pervivir el medio y no su capacidad de impacto en los “lectores influyentes” o en su innegable e insustituible servicio a la comunidad. Si los colaboradores deciden que se han cansado de pasar hambre o el hambre les ha ganado la batalla definitiva, es más que seguro –especialmente tratándose de internet- que sus siglas se pierdan en el abismo del posicionamiento SEO, donde las arañas de Google ya no tienen material con el que tejer su red de busquedas.
Esto le vino a suceder a The New Age o New Witness, proyectos que capitanearon los hermanos Chesterton y el propio Belloc. Extintos a día de hoy, empezaron su curso reformista como una ilusión contra las aberraciones cromáticas publicadas por Shaw y Wells en el Weekly Dispacht o en el inmortal Times, que sigue estando, cada mañana, en los quioscos británicos.
Ir contracorriente implica, por tanto, no solo atestar los golpes adecuados -cuando las circunstancias así lo provocan-, a la prensa oficial sino también a sus acomodados lectores.
La nueva voz que critica indirectamente o que directamente acusa y ridiculiza hábitos tan establecidos como que la gente se crea a pies puntillas lo que aparece en su periódico diario, es necesariamente impopular para la multitud de lectores de la prensa común y esencial para que la maquinaria informativa siga fluyendo con un mínimo de dignidad. Y si esto no llega a ocurrir, si no se despierta el escándalo de la osadía de unos “sin nombre”, es porque la gente ni siquiera conoce de la existencia de dicho proyecto ni sabe qué algo así se pueda estar cocinando en lo secreto de la web. Por ello, ir contracorriente tiene una base pedagógica útil siempre y cuando los periodistas y el medio para el que trabajan se fundamenten en el servicio a la verdad.
El segundo punto que señalaba Belloc y que traemos al caso que nos ocupa es la debilidad de las secciones. La incapacidad de que una sola cabecera independiente suscite el interés general de los lectores en cada artículo sin recurrir al cajón de sastre de un libidinoso es casi total. El lector insaciable irá recogiendo de aquí y allá; de blogs, prensa ordinaria y revistas científicas, las composiciones informativas que considere oportunas para conformarse una idea del mundo.
Hablando de Democresía, me preocuparía sobre manera -aunque a la vez es una de nuestras más firmes intenciones de futuro, por la excelencia que implicaría- que alguien pudiera dar por válida su visión del panorama únicamente a través de la sátira de nuestras viñetas. Del mismo modo, me asustaría escuchar a alguien utilizar argumentaciones sobre lo que sucede en Venezuela exclusivamente a raíz de los artículos de nuestra sección “Mundo”. Componerse un criterio de lo qué es el cine hoy solamente a través de las barritas y estrellas de filmaffinity o hacer una única aproximación a la actualidad mediante las entrevistas de Jot Down, rallan el absurdo y a la vez la más palpable de las realidades a pie de bareto, donde los amigos barbudos y de pasta ancha en la gafa, alivian sus conciencias al haber soltado todo lo que les ha dado tiempo a aprender en los cinco minutos de lectura en el metro hasta llegar al encuentro.
La prensa libre, hasta qué no se afiance en el terreno económico y consolide y fidelice a colaboradores y lectores, tendrá muy difícil ser una referencia notable en todos los temas que afronte en sus secciones.
El siguiente punto, las carencias económicas. Esta es una de las cuestiones ineludibles y que probablemente tiene un mayor afecto sobre el devenir de las publicaciones libres. Aquí nos distanciamos un poco de la primera opinión de Belloc, que en 1914 consideraba que la principal razón por las que las cabeceras independientes no podían sobrevivir era debido al boicot de los grandes anunciantes. La globalización del SEM y la simpatía de los buscadores online hacen que con tan solo un puñado de visitas puedas tener tu web repleta de un caldo de anuncios de lo más exótico. Desde tarifas planas de electricidad hasta encuentros fugaces fuera del lecho matrimonial; del tálamo nupcial de Ulises y Penélope.
Redacción “Baltimore Sun” en la imprescindible serie “The Wire”
Hoy, la prensa libre, se enfrenta más bien a la incapacidad de generar ingresos por su propio contenido, independientemente del valor qué tenga este – que normalmente suele ser mucho- gracias al bagaje existencial, profesional y académico que hay detrás de cada firma. Tienen que ser proyectos empresariales paralelos o el salario extraído de sus propios redactores en otros trabajos los que pagan las facturas del medio en un inicio. Luego, la perseverancia de sus coordinadores y las oraciones que le hayan metido al asunto, le permitirán dar un paso más y empezar a afianzarse como sitio -siempre minoritario- de referencia. Pero todo este proceso de crecimiento y asentamiento nunca ocurrirá sin el beneplácito de las grandes cabeceras. Estas jamás permitirán un nuevo “competidor”, aunque sea en las catacumbas culturales, si no ven alguna forma de o bien minimizar su impacto entrando en una guerra de tú a tú -descuartizando su radio de acción con calumnias o historiales personales elevados a titulares- o bien proponiendo incorporar el proyecto al abismo de los “blogs colaboradores”, achicando, por dependencia económica, su capacidad de trabajo en la búsqueda de la verdad y el servicio común.
El último de los puntos que señalaba Belloc como una dificultad para la prensa libre era el de las carencias informativas, motivada en gran parte, por las carencias económicas. Aunque la prensa libre tiene capacidad de publicar verdades que algunos grandes diarios ni se molestan en disimular su deliberado desinterés -como es la persecución de los cristianos coptos o el reconocimiento de qué el cristianismo es la religión más perseguida en el mundo actual-, éstos disponen de fuentes y recursos para “obtener información diaria y extensa sobre asuntos generales” que deja fuera de juego, en lo que a inmediatez y alcance se refiere, al resto de propuestas periodísticas.
Sería algo extraordinario encontrar como fuente en un blog/revista colaborativa las siglas EFE o EP. Su campo de acción es y debe ser, a mi modo de ver, la opinión formada y estructurada. Es ahí donde por ahora deben pelearse para formar su camino, abrirse un hueco y ganar prestigio.
Añadiendo un matiz en este punto a la visión de Belloc, no podemos pasar por alto el drama al que se enfrenta la prensa libre y la prensa oficial llamado sobreinformación. Las redes sociales han marcado una nueva línea de salida donde se han puesto a competir un twittero de Las Bahamas con The New York Times en lo que a primicias y criterio de noticiabilidad se refiere. Al final, los medios de comunicación sacarán en titulares del noticiero a un oso humillantemente vestido de señora mayor si el contador de visitas ha pasado de números millonarios a un símbolo, a una cosificación perversa, a una maniquea tabla de medir la vida y la muerte de lo visible y lo invisible: la viralidad.
Detrás de este fenómeno, que tantas bocas da y dará de comer por ser un espejo fascinante de lo mejor y lo peor de la condición humana, hay una persona. No hablemos del conocimiento, cualidades o virtudes morales que debe tener este sujeto. Si sabe mínimamente locutar, no le baila demasiado la ortografía, dispone de un móvil con cámara, sabe manejar Windows Movie Maker -o su sucedáneo en Apple- y tiene por naturaleza bien afilado su olfato ratero, puede ser reportero. Con carencias insalvables, pero reportero para el mundo. Y se podrá ganar la vida. Y alimentar a su familia. Y su trabajo será coronado con suntuosos premios y entrevistas kilométricas por haberse caído de un árbol con acento mexicano.
Todo esto es un paradigma único, un pico de idiotez irrepetible en la historia de la información.
Y cómo es difícil cogerlo con pinzas teóricas pero funciona a las mil maravillas en la cuenta de resultados, el cinismo que gobierna los grandes medios -muy a pesar del pensamiento de Kapuściński-, lo pone en portada, sin definirlo con exactitud y sin pensar en demasía en sus desdichados lectores. Y así se va componiendo este encaje de bolillos entre lo que despierta la atención masifica y la información. Entre el chisme y la opinión. Entre el ruido y lo imprescindible para una sociedad moderna.
En ese juego de fagocitaciones de criterios periodísticos, el propio Antonio Caño hace unos días en El País, reconoció que cada vez irían despidiéndose un poco más del entorno analógico, refugio del rigor en la prensa oficial, para seguir con la exploración de nuevas formas de viabilidad -aquí entran de nuevo las tetas- ante la incesante caída de paseadores de espíritu ligero; qué con gorra y bufanda van a comprar el periódico y el pan todos los domingos por la mañana. Si siguen el rumbo de su inmediato competidor o empiezan a adaptar la estrategia que desarrollaron hace años en as.com, los suntuosos pechos de las señoritas y los selfies de arena y playa de Paco León, se entremezclarán como los cuerpos en las fiestas de Baco a las afueras de la polis, entre las noticias de cada día.
“Los políticos cañón llegan a los platós de televisión”, bajo el subtítulo de PILFS (Politicians I´d like to fuck). “El álbum del día: Khloé Kardashian confiesa que le encanta el porno” . El ‘preso más guapo del mundo’ sale de la cárcel directo a la pasarela. Alternativas cuando la viagra no funciona.
Este es el presente y futuro de la prensa oficial online. Y es legítimo. Lo hemos legitimado. Nuestros clicks lo aprueban a cada hora, en cada instante. Pero que no decaigan esos párpados tristes y que no pase la indiferencia por tu ánima tras la lectura
Belloc nos dejó un último mandamiento, una llamada a la esperanza, para aquellos que han emprendido el camino de ortigas de la prensa libre:
“Proclamar la verdad frente a cualquier incertidumbre, aun cuando haciéndolo ya no podamos ayudar a la comunidad, es una necesidad para el alma”.
No decaigáis, justos y pecadores, y forjar las virtudes en el hambre. Que aunque el gran dragón rojo ya vaya derrapando por la Diagonal y Gran Vía y las trompetas de los arcángeles anuncien que ya se va haciendo tarde y hay que recogerse, sigue siendo necesaria una voz que clame en el desierto en favor de quitar la caída de Édgar, las tetas y el oso travestido de las portadas digitales.
Imagen de portada de la redacción del Chicago Daily News el día de su cierre. http://www.paperpapers.net