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Sesame Credit, o el juego del totalitarismo

En Cultura política/Pensamiento por

La maquinaria pensante del nuevo comunismo chino ha encontrado en el concepto de ‘gamificación’ (‘ludificación’, según la Fundeu) la que quizá sea la piedra filosofal del totalitarismo de un futuro no lejano. Sesame Credit es, posiblemente, la piedra angular de la tecnología política que permitirá, en caso de funcionar, integrar los beneficios que reporta al Estado el liberalismo en términos de productividad y la seguridad (poder) que comporta el control ideológico de la población.

Antes de pasar a mayores, les recomiendo que vean un vídeo (con subtítulos en español) del proyecto ‘Sesame Credit’.

 

 

Más allá de los obvios paralelismos del proyecto del Gobierno chino con algunas de las más famosas novelas distópicas del siglo XX, es necesario comprender la superioridad del planteamiento chino frente a los instrumentos de control del INGSOC o la “soma” y el condicionamiento humano del Mundo Feliz:

Mientras la estrategia de control de aquellos residía principalmente en la vigilancia y en el intento de anular determinados resortes de la conducta humana (como los planteamientos éticos, el deseo de trascendencia o los afectos privados), el “juego” político-económico ideado por el Partido Comunista Chino ofrece una solución a estas cuestiones.

En las sociedades liberales a partir del siglo XIX se ha venido produciendo un paulatino desmoronamiento de la sociedad acompañado por el desmembramiento de lo que había constituido hasta entonces una comunidad social, cultural y religiosamente homogénea.

Antes de que esto comenzase a ocurrir, era relativamente sencillo que el poder político tuviese en la religión un instrumento poderosísimo para apuntalar su autoridad y conducir o incluso controlar a sus súbditos (además de pervertir eventualmente a la propia religión para evitar que constituyese un ámbito para la formación de sujetos independientes). Así ocurrió también con las religiones paganas en el Mundo Antiguo.

Desde que Dios “murió” en nuestras sociedades y abandonamos la metafísica, la ética ha quedado en una situación comprometida.

Sin embargo, la progresiva secularización de las sociedades y Estados, la “muerte” de Dios, y el abandono de la metafísica han colocado a la ética en una posición comprometida, al ser incapaz de justificarse a sí misma (¿Qué significa bien? ¿Qué significa mal?). De ahí los intentos desde la filosofía de fundar una ética universal “de mínimos” de carácter arreligioso que pueda servir como vehículo de diálogo intercultural y como “cemento” de las sociedades.

La secularización no ha provocado, como decían las voces de alarma, la desaparición de los valores morales y el “retorno” a la selva. Al menos no de forma generalizada. En cambio, sí asistimos a una enorme proliferación de éticas e identidades menores en el seno de nuestras sociedades, hasta el punto de convertir la ética (y la identidad) en una suerte de producto de consumo personalizado tal como ha señalado Lipovetsky.

Por ejemplo, aunque el veganismo es una opción ética perfectamente respetable, en último término no representa nada más que una corriente estética. Su visión de la realidad no se fundamenta en una justificación seria sobre la dignidad de los animales sino en una posición emotiva. Nada que ver, desde luego, con un planteamiento ético que aspire a dar razón de todo, como es el caso de la moral cristiana.

La disgregación ideológica y moral hacen cada vez más difícil articular soluciones políticas a los problemas que enfrentamos.

Entonces, resulta que tenemos unas sociedades y Estados que hemos heredado de épocas en las que toda la población respondía, más o menos, a unos estándares ético-culturales que facilitaban la integración política (la adscripción a un proyecto comunitario), cosa que hoy está lejos de ocurrir.

Seguimos juntos pero la disgregación ideológica y moral hacen cada vez más difícil articular soluciones políticas a los problemas que enfrentamos. El Estado tiene una influencia relativamente limitada sobre la formación moral de los ciudadanos (más allá de algunos intentos como ‘Educación para la ciudadanía’) y no es posible identificar un movimiento de la sociedad civil lo suficientemente extendido como para hablar de una corriente moral mayoritaria.

Todo ello sin tener en cuenta el creciente intercambio humano y cultural que provocan fenómenos como la inmigración o la globalización de la economía. Integración es, seguramente, una de las palabras que expresa mejor el principal reto que afrontamos como sociedad de cara al futuro.

Tecnología ética

Frente a este reto, un gobierno amenazado por las influencias externas pero abocado a la apertura económica para su supervivencia, como es el Partido Comunista Chino, ha ideado el modo de, empleando la tecnología, “vacunar” a sus ciudadanos mediante una ética controlada desde instancias gubernamentales en función de la conveniencia política.

Si el gobierno controla los bancos, las empresas, los servicios públicos, los medios de comunicación, Internet, la educación y hasta la religión, y la tecnología permite hacer un seguimiento exhaustivo del “estilo de vida” de los consumidores ¿por qué no integrarlo todo en una herramienta orientada a la consecución de objetivos?

La brillante idea consiste en convertir esta nueva herramienta en un juego: ligar el éxito personal a los objetivos dictados por quien controla el sistema (como por ejemplo, que salgas a correr para mejorar tu salud o que ahorres energía, ambas ideas que ya existen), y el fracaso a la pantallita de ‘game over’. Solo que en esta ocasión tu “habilidad” en el juego definirá tu calidad de vida, tus amistades, tus posibilidades de futuro…

Así, más allá de prometer una recompensa o castigo en la otra vida (o un sufrimiento o paz moral en esta), la adecuación o incumplimiento por parte de los ciudadanos a los dictados de la ética gubernamental tiene ahora efectos profundamente inmediatos. Todo en aras, por supuesto, del bien de la comunidad.

Los individuos no necesitan ya recibir un adoctrinamiento periódico que asegure que no olvidan los “principios” que deberían respetar. Ahora su calidad de vida dependerá directamente de su “calidad” como ciudadanos y “patriotas”. ¿Quién no quiere “vivir mejor”?

Queda por ver quien ganará: el hombre o el animal. Todavía está por demostrar que la conducta moral del hombre pueda ser reducida al juego de premio-castigo. No sería extraño que, eventualmente, la urgencia del corazón humano por ir más allá de sí mismo hiciera estallar la jaula de oro que trata de imponerle el comunismo chino.


 

Ludificación (o gamificación)

Es el uso de técnicas, elementos y dinámicas propias de los juegos y el ocio en actividades no recreativas con el fin de potenciar la motivación, así como de reforzar la conducta para solucionar un problema u obtener un objetivo“. Wikipedia

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