¿Quién soy? Soy átomos, electrones que se mueven eternamente en órbitas. Átomos que se juntan en estructuras más complejas de energía más estable, macroestructuras que se funden en genes. Genes que producen vida. Vida que evoluciona. Evolución que lleva a la razón y al ser humano, elemento más estable. Razón, intelecto, entendimiento, voluntad, ideología, creencias. Humanidad, sí, pero átomos también. Solo átomos que se mueven.
¿Hay tiempo? Percibo el tiempo. Nací. Moriré. Vivo. Pero fuera de mi esfera cognoscible no hay tal tiempo. En el mundo esencial, el de los electrones, solo hay movimiento. El tiempo es un sistema de medida establecido por el hombre para comprender. Es una premisa de nuestra razón para operar. Bueno, una premisa no, un elemento intrínseco a ella. Si razonamos es porque tenemos sentido del tiempo. Si no, no razonaríamos. Pero la naturaleza escapa a esa razón.
Nazco. Vivo. Muero. Siento, me enamoro, sufro, lloro, río, sonrío, disfruto, envejezco, rejuvenezco, razono, me descompongo. Alegría. Tristeza. Miedo. Dolor. Ira. Felicidad. Satisfacción. Agonía. Todo a la vez y todo moviéndose, eterno movimiento. Si hay una verdad, es el movimiento. Si hubiera Dios, Dios sería y es el movimiento, el iniciador del movimiento. Lo demás es construcción humana que tiene por fin el crear más movimiento. La nutrición, relación y reproducción es simplemente un esquema para la creación de movimiento, de más elementos móviles.


La ausencia de movimiento congela la realidad, congela la emoción. Movimiento. Tiempo líquido y sociedad líquida. Dentro de ese movimiento atemporal, dentro de ese tiempo humano fantasioso e inexistente, ¿Cómo puedo definirme? ¿Cómo puedo saber quién soy? Soy movimiento que reflexiona sobre su propia esencia, mediante una reflexión que se mueve. Es como querer definir el viento siendo viento.
Aun así, dentro de ese eterno movimiento, tengo, tuve, tendré o tendría metas, objetivos, secretos y deseos; que se cumplieron, cumplen, cumplirán o cumplirían, o que fracasaron, fracasan, fracasarán o fracasaren (por variar), y se transformarán en movimiento más puro. ¿Soy realmente yo el que escribe? ¿Existe un yo? ¿Acaso mi personalidad, citando a Goffman, no es más que la suma de papeles que me da la sociedad, la adición de movimientos externos? ¿Acaso somos todos simples actantes que se mueven-movían-moverán, completamente vacíos? A lo mejor no somos ni movimiento, sino solo frentes del choque de movimientos ajenos.
¿Quién soy yo? ¿A qué aspiro? ¿Aspiro yo o me aspiran otros; o es que nadie aspira sino que hay solo puro, simple, llano, absurdo, abstracto, concreto y mero movimiento? Y mientras, la vida pasa, el movimiento continúa, morimos sin saber por qué hemos vivido ni qué es el vivir, volvemos a ser átomos, y siempre nos movemos. Fin.

