Artículo escrito por la autora invitada Cristina Ruiz-Alberdi, profesora de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid
A lo largo de mi vida, he podido comprobar que muchos problemas, de todo tipo, se podrían haber evitado si nos hubiésemos informado mejor. Simplemente, he observado que una gran parte de los errores que cometemos son por ignorancia.
El hecho de pensar que lo sabemos todo o lo suficiente para llevar una vida tranquila y de supervivencia, sin reflexionar demasiado en las preguntas fundamentales, puede ser que nos impida conocernos y descubrir en nosotros mismos un potencial fascinante de anhelos y dones.


Quizás esta sea una de las razones para plantearme la necesidad de estudiar antropología y conocer nuestras dimensiones, porque somos personas.
El ser humano siente la necesidad de aprender. Desde el niño pequeño que se entretiene mirándose las manos, y en cuanto comienza a andar toca todo lo que coge para investigarlo cuidadosamente, hasta las personas mayores que se matriculan en las universidades con la ilusión de que nunca se acaben los cursos. En cualquier etapa de la vida, nos conduce un terrible afán de conocimiento.
Sócrates advertía que reconocer que no sabemos y ser humildes es el primer paso para avanzar en el conocimiento. A pesar de que no lleguemos a la sabiduría absoluta, sí podemos aprender para la vida. No nos conformemos con lo que sabemos sino sigamos hacia la búsqueda de la verdad y la armonía, como la canción que cantábamos en los años, 80: Everybody’s got to learn sometime.
En general, los profesionales que tratan con las personas, de una forma cercana, requieren saber con quién tratan y cómo pueden mejorar sus relaciones.
Los que nos dedicamos a la educación sabemos, o deberíamos saber, que hay tres preguntas que nos tenemos que hacer para educar: qué es la persona, cómo debe ser y qué puede hacer. Reconozco que si sé las preguntas para ser un educador, primero debería hacérmelas a mí misma; creo que me ayudaría a conocer mi realidad y la que voy a encontrar en mi docencia todos los días.
Un buen educador debe tener claro qué significa ser persona y si lo ha asumido conocerá bien a sus alumnos, no les pedirá cosas imposibles porque no querrá frustrarles, tampoco se conformará con la mediocridad, la tibieza o la apatía.
Dependiendo de la idea de persona que tenga actuará de una forma o de otra. Si ha interiorizado que el ser humano es el único ser capaz de amar y que está hecho para algo grande, les tratará con la exigencia, el respeto y el valor que la persona se merece.
La filósofa alemana Edith Stein decía que amaba mucho más la vida desde que había descubierto para qué vivía. Ese es uno de los tesoros de la sabiduría de la vida, descubrirlo ha transformado a mucha gente dándole un giro completo lleno de sentido.
Me pregunto cómo podemos descubrirlo. La vida nos ofrece testimonios cargados de emociones y ejemplos. Una situación que nos asombra o un buen consejo de una persona amiga que sale a nuestro encuentro, nos abre la mente y el corazón y, se convierten en un golpe de aire fresco que nos ponen en camino.
Vivimos una época tecnológica, de datos e información, pero, a pesar de ello, a veces, nos sentimos solos, porque no le encontramos el sentido a tanto ruido. La forma de acallar ese vacío es con más ruido porque, así, tapamos nuestra razón y sobre todo el corazón.
Probablemente, nadie te ha dicho ¿qué haces ahí sentado? Con todo lo que puedes aportar al mundo, ¿no sabes para lo que estás hecho? Sal de ti, de ese círculo cerrado, para después volver a entrar y descubrirte y, así, conocerás la sabiduría de la vida y serás mucho más feliz.
En un mundo globalizado lleno de seguridades e inseguridades y, sobre todo, de contradicciones, debemos crear puentes de unión y de compromiso con el otro, de compasión y generosidad. Como es el caso de la escritora, Etty Hillesum, que se ofreció voluntariamente a ir al campo de concentración holandés de Westerbork, en 1940, para ayudar a los prisioneros y, donde murió junto a su familia; recojo de su diario: “Si uno pudiera enseñarle a la gente que puede trabajárselo, que puede conquistar la paz interior, seguir viviendo de forma productiva, llena de confianza interior, y superar los temores y rumores. Enseñarle a arrodillarse en los rincones más recónditos y tranquilos de su interior y a mantenerse arrodillado hasta que tenga un cielo despejado sobre sí mismo”.
Un primer paso sería, conocer a la persona, ese es el objetivo del SMOOC que la Universidad Francisco de Vitoria ofrece sobre “Antropología para la vida”. Al final, nos gustaría que a las personas que lo cursen les interpele y sientan la necesidad de seguir buscando y formándose.
Siendo la Universidad un lugar de búsqueda de la verdad y del saber, resulta emergente que abra sus puertas y su corazón a toda la humanidad, a través de los beneficios que conceden las nuevas tecnologías.

