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Sociedades de ideas, masonería y Revolución Francesa: Cochin, Furet y Lenotre

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Hay una cierta versión extendida, a nivel popular, casi de tertulia de café, que se recrea con la importancia de la masonería en acontecimientos trascendentales como la Revolución Francesa. Básicamente, sostiene esta visión que las logias masónicas tejieron un complot para acabar con el Antiguo Régimen, como paso previo o paralelo a la descristianización de Europa. El complot se acabaría produciendo a escala europea, pues había logias en todas partes y las ideas de la Revolución Francesa triunfarían finalmente. Evidentemente, este enunciado es una simplificación de esta tesis, pero los que la sostienen no se suelen ver en la necesidad de profundizar mucho más. A pesar de lo pedestre de algunas explicaciones populares como esta, algo puede haber de cierto, si en vez de masonería ampliamos la visión a las sociedades filosóficas y a los clubs; pero la historia, que es mucho más sutil y más apasionante, nos depara curiosas sorpresas.

Se acaba de reeditar en España El París de la Revolución (Ediciones More), una curiosa obra de G. Lenotre, pero que no es una historia política de los hechos, sino un intento de reconstrucción de los lugares donde sucedieron los dramas de aquella convulsión. Dos de los sitios reconstruidos son, precisamente las iglesias donde tuvieron sus reuniones el Club de los Jacobinos y el Club de los Cordeleros, que actuaron como cajas de resonancia o como catalizadores de las tensiones revolucionarias. Depara muchas sorpresas este libro. Lo primero, es que los jacobinos se reunieron en la Iglesia de San Jacobo o de Santiago, de donde tomaron su nombre. Los jacobinos se habían dado el nombre de Sociedad de Amigos de la Constitución, pero el pueblo les dio el nombre del lugar donde se reunían: los jacobinos.

No habían llegado a esta iglesia a punta de pistola ni eran propiedades que hubieran sido confiscadas (no todavía). Arrendaron, simplemente, el refectorio a los padres, que incluso asistían, como observadores, a las primeras reuniones. Cuando fue creciendo en número de miembros, pasaron a reunirse en la Biblioteca, hermosa dependencia con más de 22.000 valiosos volúmenes, y presididos por un cuadro de Santo Tomás. Detalles como estos encontramos muchos en la obra de Lenotre, que nos explica que esta sociedad, de la que se suele pintar un retrato sombrío, no era tan amenazadora al principio como puede suponerse, pues ni siquiera los padres dominicos sintieron amenazados sus libros por lo que algunos pintaron como una turba peligrosa. Pero acabaron siendo, como reconoce Lenotre, el arma más temible de la Revolución. Sin embargo, Lenotre nos presta la geografía, no el análisis de su funcionamiento.

El fenómeno de los clubs, y en general de las sociedades de ideas, del que ahora Lenotre nos regala estas estampas sobre sus lugares, ocupó el lugar central de la obra de un interesante autor, Augustin Cochin, que murió joven en las trincheras, en la I Guerra Mundial. Así que Lenotre, con su historia de los jacobinos y cordeleros, nos recuerda la obra de Cochin, de quien solo tuvimos noticia en España gracias a uno de los grandes especialistas de la Revolución Francesa, François Furet.

Lo grande de Cochin, autor sobre el que cayeron las losas de la crítica de los popes de la historiografía de la Revolución -Aulard y Mathiez- es que se encaró y puso en tela de juicio toda una historiografía de la Revolución Francesa que asumía como dato incontrastable, las opiniones y las representaciones mentales de sus protagonistas. Cochin es un autor enormemente moderno, pues planteó una teoría del jacobinismo que explica los orígenes del totalitarismo del siglo XX, al menos como explicación de la maquinaria. Si uno ve la famosa película Danton (1983), del cineasta polaco Andrei Wajda, no puede dejar de advertir la identidad de razonamientos de los partidarios del Terror de 1793 con los partidarios del comunismo soviético.

Augustin Cochin, herido cuatro veces y muerto en la I Guerra Mundial. Historiador de la Revolución Francesa. Sus escritos no han sido traducidos al español, pero plantea una tesis original sobre el origen del totalitarismo en 1793

Para Cochin fueron los clubs y las sociedades de ideas, no solo la masonería, y bastante al margen de sus intenciones declaradas, las que constituían la dinámica de la Revolución. Los clubs y sociedades, como los jacobinos y cordeleros, sin ser representantes ni delegados de nadie, acabaron siendo los lugares donde se creaba el “consenso social”, y donde, inevitablemente, de fraguaban las exclusiones y las condenas. Organismos ajenos al poder acabaron siendo los agentes de la identidad entre el pueblo, del que solo ellos eran portavoces, y de la nación, y finalmente del estado. Los ensayos de democracia pura, sin mediación de la representación, acabaron siendo los primeros intentos verdaderamente totalitarios con apariencia de democracia de la historia.

Lenotre, con su El París de la Revolución, nos describe el lugar de estos clubs, pero Furet nos rescató del olvido a Cochin, autor del que desafortunadamente, y que se sepa, no hay nada traducido al español.

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