¿Se pueden crear recuerdos de los hechos pasados para aquellos que no los vivieron? Indudablemente, sí. Mediante la politización de la memoria histórica, la cultura, la educación y los medios de comunicación. Orwell hizo una disección de los totalitarismos en su estancia en España, y es en este país en el que el Ministerio de la verdad está actualmente causando estragos. El presente artículo pretende acercar una reflexión sobre nuevos conceptos en materia de Filosofía de la Historia y la Memoria histórica.
Memoria abusiva
La memoria no es lo mismo que la historia. La memoria es lo que uno recuerda y olvida, y la historia, la que escriben los recopiladores de hechos en base a datos, documentos y archivos. La memoria histórica es la que deforman los sesgos de los que salen vencedores y vencidos. La memoria es voluble, mutable, admite cambios y subjetividades. La historia no. La historia deja tras de sí su empeño por marcar pautas, que se repiten cíclicamente, con sucesos sustancialmente similares, aunque distintos circunstancialmente.
Eso sí, tanto la memoria como la historia encierran dentro de sí una verdad y una mentira. Nada es cierto, si no lo hemos experimentado por nosotros mismos y, aun así, la memoria se encargará de difuminar lo que creímos que sucedió algún día. Evolucionamos, y la historia va más lenta que nosotros. Señala hitos, no procesos clandestinos o inadvertidos que quedan al margen y crean el contexto necesario para comprender la significación del hito. Aunque ese hito parezca objetivo, en verdad no puede serlo, porque el hito es la referencia, y el contexto que lo circunscribe no es permeable a nuevos documentos. El desembarco de Normandía es un hito, también lo es el descubrimiento de la penicilina, sin embargo, ¿qué sucedió en los contornos del hito, antes y después, allí mismo, en otros lugares…? La historia escrita tiene un límite, es finita y subjetiva. Y la memoria también, además de distorsionadora del recuerdo de lo sucedido (no de la realidad en sí). Sin embargo, vemos que la memoria histórica se utiliza para cambiar la historia. No totalmente, porque no es legítimo todavía cambiar el hecho o dato escrito, como dije anteriormente. Pero sí entra en los contornos, en el contexto, en su formación, en todo lo que hace del hecho, haber acaecido tal y como se muestra en los libros de Historia. Luego, una labor fundamental de la memoria histórica es, según establece la ley:
“Preservar y transmitir la memoria de las experiencias traumáticas marcadas por la violencia durante los últimos cien años”
Por lo tanto, el deber de las asociaciones o instituciones encargadas de esta loable labor, es tratar de hacer que la ciudadanía no olvide el daño acometido en la historia reciente de nuestro país con la intención sensata de que no se repita. Lo cual nos lleva a las temidas guerras, atentados y diversos enfrentamientos violentos. Por tanto, se puede concluir que quienes más interesados estarán en promover la memoria histórica serán los vencidos o víctimas de la violencia.
Sobre los hitos históricos de España marcados por la violencia en los últimos cien años, elaboro una síntesis a continuación:
Desde 1917 hasta 2017, España ha pasado por la guerra del Rif (1911-1927), la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y el somatén catalán, la proclamación de la Segunda República en 1931 que trajeron consigo grandes reformas y también un enaltecimiento de las 2 Españas, desembocando en la guerra civil (1936-1939). El militar Francisco Franco salió victorioso e implantó en España una dictadura hasta su muerte en 1975. Juan Carlos I es proclamado rey bajo el auspicio del franquismo, y se abre un período de tránsito hacia la democracia. En 1978 se firma la Constitución española con la monarquía parlamentaria como forma de gobierno. Es en este período de transición en el que las 2 caras de ETA tratan de impedir el trasvase de poderes en el que ellos consideran que se perpetuaría el franquismo en las instituciones gubernamentales. Su terrorismo se recrudece en los años ochenta, los del plomo. Mientras, el bipartidismo deja al PSOE con la década de los ochenta (1982-1996) y al PP con la década de los noventa (1996-2004) en las que las corruptelas salían a la palestra y la inseguridad en las calles era más que patente. En 2004, sucedió el atentado más grave sucedido en España por miembros de la insurgencia fundamentalista musulmana que hacía la guerra santa contra Occidente desde 2001. Murieron casi 200 personas y supuso un cambio de gobierno: el PSOE volvería a tomar las riendas hasta 2011. ETA no volvería a matar a partir de ese año y retornó a la vía institucional de sus comienzos en los años cincuenta y sesenta. La crisis mundial de 2008 en la segunda legislatura de Zapatero hizo saltar las alarmas ante la incapacidad del gobierno y otra vez el PP volvería a coger el testigo hasta la actualidad, con la declaración unilateral de independencia del gobierno autonómico catalán.
Esta síntesis de acontecimientos históricos acaecidos en España, rescatando los marcados por la violencia, podría ser validada por cualquier votante o no dependiendo de quién la difunda. Tampoco parece que la fuente sea motivo de inspección o preocupación. Es algo que ha ocurrido siempre. Ya lo decía Cicerón: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”.
Pero sigamos con nuestro argumento sobre la memoria histórica, que tiene que ver más con una memoria colectiva voluble.
Quien gobierna, crea la memoria histórica
Si cogiéramos el ideario de una asociación vasca para la defensa y promoción de la memoria histórica como Gogora, veríamos que España no aparece, sino como agresor. Es decir, la memoria histórica se politiza y se guarda en cofres de regionalismos, pluralidades, nacionalismos, etc. Se hace una defensa propagandística de lo que se trata de enaltecer, obviando una de las partes que integran la consumación del hecho histórico. Y eso se puede hacer, no por ley, sino por la sustancia voluble de la memoria, fundamentalmente. Porque, como dijimos, la memoria es voluble, mutable. Si recordamos el suceso del bombardeo de Guernica, mitificado gracias al cuadro de Picasso, donde murieron veinte personas, y le damos una pátina de agresión nazi vinculada al Estado opresor español franquista, creamos la razón de que aquello que sucedió no es un proceso habitual en el contexto de una guerra civil, sino algo aislado y despiadado, alejado de la realidad. Una prueba de la mitificación del bombardeo de Guernica es que en Guernica está el roble que simboliza los fueros vascos y la autonomía usurpada y más tarde restablecida del pueblo vasco, mientras que Durango, una población vizcaína que sufrió un ataque aéreo similar un poco antes, se la mantiene en el ostracismo de la memoria. Es la bandera del partido nacionalista vasco la que ondea y financia un modelo de memoria histórica que busca los símbolos y la victimización.


Por lo tanto, quien gobierna crea la memoria histórica. Un caso similar se ha dado este año en Madrid con el vigésimo aniversario del mártir Miguel Ángel Blanco, asesinado a sangre fría por la banda terrorista ETA. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, y antiguo miembro perteneciente al Partido Comunista Español, se negó a ondear la bandera del símbolo por el que se manifestó el espíritu de Ermua, en el balcón del ayuntamiento. Se trataba de una lucha ideológica entre el PP y Podemos. Los jóvenes menores de treinta años, los de la generación Y, son un grupo de votantes muy importante, y allí se estaba utilizando la figura del mártir, e incluso los sentimientos de todos los que vivimos minuto a minuto, hora a hora, aquella tensión, y aquel engaño del gobierno previo al asesinato, para hacer política. Ahora, se trataba de persuadir a esos niños y jóvenes de las nuevas generaciones que no sabrían recitar la síntesis histórica sucinta del último siglo expuesta un poco más arriba. En este punto, entraría una cuestión tenebrosa que comenté al principio y a la que se le puede hacer un tour de force:
¿Se puede olvidar lo que se desconoce?
Todorov hablaba de los abusos de la memoria y de cómo se debe buscar una verdad histórica no oficial. Sin embargo, ¿existe algún medio para distinguir los buenos y los malos usos del pasado? Mientras homenajear abiertamente a Franco en España y a Pinochet en Chile esté permitido por haber sido vencedores, los que sufrieron o saben de aquella violencia sólo podrán recurrir a generar y configurar memoria histórica.
De hecho, Gogora habla de “configuración de la memoria”. Luego, aclara lo siguiente:
“Pero la expresión del pluralismo en la configuración de la memoria tiene un límite: la memoria no se puede utilizar ni para excluir, ni para equiparar acontecimientos. La memoria tampoco puede ser utilizada para legitimar ningún terrorismo o conculcación de derechos”
Ahora bien, más allá de las asociaciones politizadas configuradoras de la memoria histórica y los homenajes patrióticos a los vencedores que auspicia el Estado-Nación, está el individuo y su memoria (Véase: “El refugio de la Memoria”, de T. Judt) El historiador judío Judt, venía a decir que culto es quien sabe qué itinerario seguir ante una referencia, un dato o una información que finalmente es enigma. Que, ante la ignorancia, ante un vacío, sabe documentarse. (¡Cuidado! Ahora no se ve el vacío. Nadie ignora nada. Hay sobreinformación y fake news) En mi opinión, más allá de sus propios recuerdos, los tenga o no. Porque uno no puede fiarse ni de su propia memoria, aunque sea lo único a lo que se pueda agarrar para sentirse vivo, como hizo Viktor Frankl con los recuerdos del amor vivido con su esposa durante el Holocausto (Véase: “El hombre en busca de sentido”)
Documentum, proviene del infinitivo docere, que significa “enseñar”. La acción es una cosa: el vestigio que dejamos de ella es otra. Pero en muchas ocasiones la acción es la producción documental. Documentos que nos enseñan qué ocurrió, no así las novelas históricas. Pero hay actos de habla y hay documentos que son huella de acciones que ya se consumaron y se perdieron para siempre. Es decir, no hay hermenéutica que valga. Sin embargo, el historiador trabaja con unos y otros documentos. Gracias a esos vestigios que permanecen, el historiador se informa de la acción, de la reflexión, de la pasión, de la emoción, de la sensación de los antecesores. Pero, ¿es esto suficiente? ¿Cómo recuperar esos patrimonios perdidos? Los patrimonios perdidos de la Historia forman parte del hilo negro del relato y de las huellas, de los contornos del hito (son mundos posibles), que, a pesar de ser finitos, resultan inalcanzables, insondables. Pero que deben ajustarse como un relojero hace lo propio con las manecillas de un reloj minúsculo. El individuo debe tender a actuar como un historiador y saber de los abusos de la memoria por parte de todos, incluso de uno mismo, para poder discernir sobre las pretéritas y las nuevas identidades sociales, históricas; y llegar al fin a trazar un puente reflexivo entre la distorsión de la memoria, los mundos posibles, y la Historia oficial.