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Elogio al fracaso

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No te engañes. Tú también has fracasado, y volverás a hacerlo. No maquilles tu derrota con una fotografía de Instagram. Te negaron aquel beso, ese trabajo, aquella victoria e incluso aquella sonrisa que tanto necesitabas. Pero, ¿sabes qué? No importa. Se terminó huir del fracaso.

Carlos Fernández, mítico ex community manager de @policía, me dijo en una ocasión que “nadie es tan guapo como en su Facebook, ni tan feo como en su carnet de identidad”. Es una metáfora fabulosa para reflejar que la realidad no es blanca o negra. El éxito y el fracaso confluyen, y se necesitan el uno al otro.

Hoy en día, en nuestro país, se nos exige (o nos autoexigimos más bien) que seamos excelentes a cada rato, que triunfemos cada minuto del día, que cenemos ambrosía a diario, que meemos colonia, que nuestra vida sea un oasis de sonrisas y felicidad, que tengamos una pareja inteligente de cuerpo helénico mientras las redes sociales se transforman en ese escaparate donde nos mostramos hercúleos y celestiales. Algo parecido al adolescente del que habla Francisco Umbral en ‘Las ninfas’, ese que quiere ser “sublime sin excepción”.

Esta mentalidad enclaustrada se percibe en la sociedad del ‘qué dirán’, en el miedo a arriesgarse, en el conformismo y en la insuficiente iniciativa privada. En España, según la EPA, hay tres millones de trabajadores públicos. Como apuntan Guillermo de Haro y Laura Blanco en su libro ‘El espectador económico’, ni siquiera sumando la totalidad de trabajadores del Grupo ACS (200.000), Inditex (150.000), Telefónica (120.000), BBVA (110.000), Santander (200.000), El Corte Inglés (90.000) y Mercadona (75.000) nos acercamos a la cantidad de empleados públicos en nuestro país.

El trabajo de funcionario es una apuesta segura: estudias, te dejas los codos, sacas la oposición y estabilidad asegurada para el resto de tu vida. Entre ellos encuentras a gente con vocación y brillante, pero también a personas que buscan un puesto cómodo y evitar enfrentar las incertidumbres y posibles fracasos que encara el sector privado. En Estados Unidos, en cambio, según un estudio de la Freelancers Union, hay hasta 53 millones de autónomos, lo que rondaría un 34% de la fuerza laboral total.

Bien es cierto que esta situación no depende sólo de la mentalidad ciudadana, sino también de la soga burocrática con la que el gobierno aprieta el gaznate de cualquiera que quiere emprender. Por eso, es muy necesaria la Ley de Autónomos que propone Ciudadanos.

En 1975, un americano, Gary Dahl, tuvo la genial idea de vender piedras, una materia prima barata donde las haya. Cogió unas rocas, las puso en un envoltorio bonito y las llamó ‘Pet Rocks’, piedras mascota. Por supuesto, acompañadas de un manual de instrucciones y cuidados.

Dahl no sólo se arriesgó a perder toda la inversión, sino también su reputación para el resto de la eternidad. ¿Os imagináis esta aventura en un CV? ‘Fui director de la compañía Pet Rocks’, vendía rocas mascota’. La aventura de Dahl duró seis meses y vendió 4 millones de ‘Pet Rocks’, convirtiéndose en millonario. Ganó porque supo que podía perder.

Saber perder, saber fracasar, es necesario para no estancarnos y alcanzar nuestras metas. ¿Cuántas veces tropezaron Steve Jobs, Bill Gates y tantos otros? Precisamente, grandes intelectuales de la teoría de juegos han señalado que un jugador de póker es bueno porque sabe que va a perder. Como explica De Haro en su libro ‘Ligonomics’: “El póquer es un juego de toma de decisiones con información incompleta, como la vida, así que lo primero y más importante es aceptar que nos vamos a equivocar”. Es imposible ganar siempre.

En una reciente y sonada conferencia en la Universidad de Málaga, donde participaron Carlos Alsina, Fernando Sánchez Dragó y Jesús Quintero, una de los asistentes pidió consejo para jóvenes como ella, que no encuentran trabajo en un sector en estado famélico como el periodismo. Dragó respondió: “Vete a Siria y escribe una historia”. Una de las pegas que puso el público fue: “¿Quién se lo va a pagar? Si ningún medio de comunicación paga ya esos viajes”. Respuesta del escritor: “A ella, joven y recién salida de la facultad de Periodismo no se lo va a pagar nadie. A mí nadie me pagó ir a la Guerra de Vietnam, lo hice con ahorrillos en plan hippie. Arriesga”.

Este diálogo entre Dragó y la alumna dice mucho de la sociedad actual. El derrotismo que acompaña a muchos jóvenes hoy en día dada la escasez de oportunidades frena sus ansias de llegar donde realmente quieren. Se conforman con el excusismo barato y obvian que nadie que ha triunfado lo ha tenido fácil. No se regala nada y una vez más repito: fracasar es necesario e inevitable, pues carecemos de toda la información necesaria cuando tomamos decisiones en nuestra vida y toca arriesgar.

Es lo que muchos directores de recursos humanos, gurús empresariales y coaches denominan ‘tolerancia a la frustración’, un requisito que cada vez más compañías buscan en sus nuevas contrataciones. ‘Cuenta una ocasión en la que hayas fracasado’. ¿Os suena esta pregunta?

En 2016, el psicoanalista y vicepresidente de ‘El Ateneo’ de Palencia, Fernando M. Aduriz, realizaba una sabia reflexión sobre el tema que nos ocupa en un artículo titulado ‘Saber perder un año’:  “El que no sabe perder, nunca felicitará al ganador; el que no sabe perder, se quedará anclado en el tiempo atrás, en su pasado, negándose a reconocer que la vida puede entenderse mirando hacia atrás pero se vive hacia delante; el que no sabe perder, navega en el enfrentamiento constante con los otros con quienes rivaliza eternamente; el que no sabe perder, lo quiere todo, y acumula todo, pero no disfruta de nada porque lo suyo es acaparar contra otro, no compartir con otros; el que no sabe perder, entrega su vida inútilmente a una sucesión de conquistas de objetos y luego a que no se pierdan o los disfrute otro; el que no sabe perder, no sabe que está perdido de antemano”.

Aprendo cada día más de los fracasados que de los que pasean maquillada sonrisa en cada red social. Más de los que se arrastraron por el barro ante la ignominia popular, que de los que se esconden en la cueva de su confort. Bienaventurados los fracasados, porque ellos heredarán la Tierra.

 

Escribo sobre empresas y política en Redacción Médica. También escribo columnas y artículos sobre cine y literatura en A la Contra y Democresía. Anteriormente pasé por el diario El Mundo, Radio Internacional, la agencia de comunicación 121PR y el consulado de España en Nueva York. Aprendiz de Humphrey Bogart y Han Solo y padre de dos hijos: 'Cresta, cazadora de cuero y la ausencia de ti' y 'El cine que cambió mi suerte'.

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