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El regreso de la economía a la senda de las ciencias morales

En Economía/Pensamiento por

El economista David Anisi aprovechó la que sería una de sus últimas intervenciones públicas para denunciar la extendida -y errónea- tendencia de sus compañeros a creer que la Economía es ya una ciencia. Una posición tan apabullante que incluso se atreven ya a denominar a sus escuelas como facultades de Ciencias Económicas.

Como recoge Alvey (PDF, páginas 53-54), esta es una tendencia mayoritaria en la economía que ve la sociedad como si estuviera regida por leyes naturales(asimilables a las que rigen la química o la física), y que aspira a un desarrollo académico en ausencia de consideraciones éticas o juicios de valor.

Sintomática de esta posición es la exposición del premio Nobel de Economía, Gary Becker, The Economic Way of Looking at Life (La manera económica de ver la vida, PDF página 38), que aplica el supuesto de racionalidad del individuo a temas «más allá de aquellos usualmente considerados por los economistas». A pesar de advertir, al principio, de que su enfoque no asume el egoísmo como motivación exclusiva, es precisamente este el resumen de su método: el egoísmo y el frío cálculo explican la rentabilidad de decisiones acerca de la discriminación, la criminalidad, la preparación de un trabajador, e inclusive la estructura de las familias[1].

En el intento de justificarse como ciencia, voluntaria o involuntariamente, la economía sucumbió a defender un modelo ético único, el utilitarismo, basado en el cálculo de la utilidad del individuo (“el fin justifica los medios”). Como consecuencia de este modelo, se cosifica a las personas, se deslegitima a las instituciones sociales (como la familia, los sindicatos, el Estado) y se desprecian los valores universales[2]. En particular, se difumina la diferencia entre virtudes y vicios, y llegan a enaltecerse estos últimos, como la codicia (Calderón de Burgos, 2017).

Anisi parecería tener razón: «es el ocultamiento de que se trata simplemente de una ideología lo que lleva a sus transmisores a pretender que emiten opiniones respaldados por una ciencia» (Anisi, 2006, PDF, página 25).

Y las políticas desarrolladas en función de esta ideología parecen ser el mejor método de esparcirla. Como señala Bowles (2008), políticas diseñadas para personas egoístas, cuando las personas tienen otras motivaciones, refuerzan el comportamiento egoísta.

Pero esto no sucedió de un momento a otro. Más bien es producto de un proceso histórico de varias generaciones.

«Gran parte de la confianza positivista en la economía moderna puede rastrearse hasta sus raíces en la Ilustración, con sus fundadores buscando emanciparla gradualmente de cualquier consideración moral e instalarla entre las llamadas ciencias positivas. […] En el proceso, consideraciones éticas, o “juicios de valor”, como fueron subsecuentemente etiquetados, fueron eventualmente apartados de la economía, como impropios para la investigación científica, ya que no eran cuantificables ni medibles como los fenómenos físicos». (Ederer, 2011, p. 4)

Tanto es así que, «hasta el siglo decimosexto, no existía ninguna disputa respecto a que la Economía era una colonia de la Ética, con raíces en el orden político y dependiente de la justicia distributiva» (Médaille, 2010, p. 6).

En definitiva, «la economía es una ética […] que tiene por objeto específico la procuración de los bienes materiales útiles al hombre» y, por tanto, se encuentra dentro de una jerarquía de valores (Meinvielle, 1936, p. 9). La economía «o más propiamente, la economía política, no puede ser una ciencia como tal a menos que sea una ciencia humana […] debe recoger alguna noción de justicia, y particularmente de justicia distributiva» (Médaille, 2010, p. 5).

Probablemente esta fue una de las ideas de Schumacher al escribir su artículo Buddhist economics (PDF, página 119), en el que critica la visión moderna de aquellos que «creen que el crecimiento económico es más importante que cualesquiera valores espirituales o religiosos»[3].

Corresponde recuperar en las escuelas de economía un tratamiento más profundo de las raíces éticas, los principios que guiaron las discusiones de Aristóteles[4], de San Agustín[5], Santo Tomás de Aquino, la escuela escolástica de Salamanca, las discusiones de Adam Smith en su Teoría de los Sentimientos Morales, o las experiencias de hombres de negocios que, dentro de sus realidades concretas, adoptaron un notable compromiso social, como Enrique Shaw, León Harmel, o Louis Kelso (1958). También aquellas propuestas que provienen precisamente de aquellos más alejados de los círculos académicos, como la Economía de Comunión, Nomadelfia, el resurgimiento de las cofradías en el cooperativismo o el Crédito Social, todo como una caja de herramientas para ser puesta al servicio de solucionar problemas prácticos (Anisi, 2006, p. 11), «al servicio del ser humano, la que contribuye a hacer de nuestro planeta un mundo más habitable para nosotros y nuestros descendientes» (Anisi, 2006, p. 26).

En fin, que no suceda que nos encontremos en nuestras escuelas de economía con una suerte de Diógenes, que en pleno día y con el candil encendido en la mano, nos increpe: “Busco un hombre, busco un hombre solidario que ni con el candil encendido puedo encontrarlo”.

 

***

[1]     Para un análisis, y controversia, posterior quedará que, el profesor Becker, que empieza por distanciarse absolutamente del análisis marxista, termina complementando y actualizando, asumo que involuntariamente, el análisis de Engels respecto a la familia, conforme este consta en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, disponible en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf

[2]     De forma más extensa, estos son precisamente los problemas que Liu (2017, p. 75-87) identifica en la adopción del pensamiento económico-mercantil en las decisiones de las autoridades universitarias.

[3]     Posteriormente, Schumacher admitiría que pudo haber llamado al artículo “Christian economics”, pero que entonces nadie lo hubiese leído: http://www.frontporchrepublic.com/2009/07/e-f-schumacher-on-buddhist-economics/ . Si bien logró ese objetivo, esta decisión modificó el contexto y, finalmente, el significado de lo escrito.

[4]     Bastante crítico, por ejemplo, con la negociación de futuros, el comercio en general y la usura. Al respecto se puede consultar a Lowry (1997) o recurrir a las fuentes aristotélicas: la Ética a Nicómaco y Política

[5]     Quien resaltaba el papel de la propiedad dentro de un orden superior, no como fin en sí misma

Economista ecuatoriano, con interés en Doctrina Social Católica, Distributismo, Nueva Arquitectura Financiera, Comercio Internacional, Desarrollo Económico, Inclusión Financiera, Teoría Monetaria Moderna. Colaborador habitual del Observatorio de la dolarización. No se sorprendan si empiezo a hablar de fútbol, política o historia, en fin, cualquier cosa que pueda convertir la conversación en interminable.

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