En los últimos 20 años la sociedad occidental ha tratado de enfrentar la problemática medioambiental a través de la política y la economía con escaso éxito hasta ahora. Este marco abre la puerta a nuevos interrogantes, con respuestas que a muchos de nosotros, a priori, pudiera sorprendernos.
¿Y si existiera una posibilidad de que la religión tuviera una respuesta más eficaz? El Islam está en ello y considerando su ritmo de crecimiento demográfico, parece ofrecer una alternativa sólida. El 22% de la población mundial profesa el Islam y tiene una tasa de crecimiento del 2.9%, superior a la del resto de la población mundial. Si el cuidado del medio ambiente se continúa institucionalizando y universaliza en el Islam como requisito de la industria Halal, esta puede ser una vía más para fomentar medidas verdaderamente efectivas en el cuidado de nuestro planeta.
Halal es un principio musulmán que significa lícito, permitido y a nivel consumidor se puede extrapolar a: autorizado, recomendable, saludable, ético o no abusivo. La Sharia, así como en la tradición judeocristiana los 10 mandamientos, deja bastante claro aquello que está prohibido, que no es querido por Allah porque es perjudicial para el hombre. A esto se le llama Haram. Del mismo modo, existe dentro del Islam un “limbo” de acciones o momentos en los que se puede dudar si algo es Halal o Haram, en cuyo caso primaría siempre la misericordia de Allah.
El término Halal ha tenido una aplicación histórica en lo cotidiano. En los comportamientos, en la oración, en la vestimenta, en los rituales, en la relación con la mujer y en la alimentación. De forma paulatina este concepto se ha ido extrapolando a la industria de forma que las estructuras estatales, económicas, políticas, culturales y sociales, vayan encaminadas a hacer del buen musulmán un buen consumidor.
El sector más influenciado por esta aplicación del Halal ha sido el alimentario, en concreto el de la carne, puesto que Allah establece qué animales y cómo han de morir éstos para poder ser consumidos por el hombre.
Halal cada vez se abre a más ámbitos económicos como son el turismo, la banca y las finanzas, los fármacos, la moda y los cosméticos. Se expande en nuevos sectores y también en distintos países, no solo en los de mayoría musulmana, sino también en aquellos que acogen inmigrantes o están interesados en atraer a turistas musulmanes, como es el caso de España.
El Instituto Halal, quien certifica todos los bienes y servicios lícitos para el musulmán en nuestro país, incluye también criterios de sostenibilidad y cuidado del medio ambiente, puesto que el mismo Mahoma ya afirmaba en distintas suras, y en anécdotas de su vida, la importancia del cuidado del entorno, de las plantas, los animales y en especial del agua. Al Bujari, el principal cronista de Mahoma, transmitió el siguiente dicho del profeta: “Cuando un musulmán siembra o hace crecer un pequeño árbol o planta, y un ser humano, un animal o algo más se alimenta de eso, se registra para él como un acto de benevolencia”.
Alfonso Molleja, director de ETIP Proyectos Industriales, en su ponencia sobre Ecología Halal en Córdoba, afirmó que el Instituto Halal “a la hora de aplicar los requerimientos de una empresa que tiene algún tipo de certificación halal, en el aspecto industrial, se deben incluir mecanismos que favorezcan la reducción de emisiones de CO2, el marcado C.E. y el control de eliminación de residuos”.
Algunos de los requerimientos que el Instituto Halal exige a las empresas que desean recibir la certificación Halal en España son: que en la agricultura, el control de plagas solo se trate con productos naturales, sin químicos que terminen por perjudicar la tierra. Que los animales, no sean alimentados con pienso alterado, solo vegetal. Y que en ninguna etapa de su proceso de producción o comercialización hayan cometido “Haram” (interés, usura, apuestas o especulación abusiva; lo que saca fuera de juego a todo el sistema bancario occidental).
Ensanchando horizontes. Halal, más allá del Islam
Sin embargo, el alcance de la industria Halal pretende llegar más allá del mundo islámico. Potenciar el “factor indirecto” para aproximarse a aquellos no-musulmanes que no quieran jugar las reglas del mercado financiero occidental, está dentro de sus principales líneas de actuación. De esta manera un consumidor que no quiera contribuir con prácticas “abusivas”, sea cual sea su profesión de fe, puede encontrar en el mercado Halal la seguridad de que nada de lo que ahí se compre, contribuirá al mercado de la especulación. Un gran ámbito de acción, sin duda, para el lobby anti-financiarización, tan activo en todas partes del mundo después de la última crisis.
Lo que la Industria Halal ofrece es una nueva perspectiva socioeconómica. Donde aunque no todos los consumidores busquen de forma directa el cuidado del medio ambiente, por desear evitar otras prácticas Haram, se podrá aumentar el consumo de Halal, su industria se expandirá y con ello las empresas, musulmanas o no que quieran incidir en los países con esta religión para poder comerciar, querrán recibir la certificación Halal, que lleva implícitas, como hemos visto, un programa medioambiental en todas las fases de producción.
En cualquier caso, no debemos dejar cerrada la puerta del escepticismo. La polémica que trae consigo la afirmación del “Islam verde”, “como puerta para salvar nuestro ecosistema”, entra en contraste con los altísimos ritmos de consumo de determinados jeques saudíes, qataríes, kuwaitíes en la explotación de la industrias en las que operan como las fuertes políticas extractivistas y las millonarias inversiones en armamento de los países del Golfo.
Sea como sea, este fenómeno plantea distintos debates. ¿Podría llegar a ser un arma de doble filo el motivar a la población a cuidar del medio ambiente con consideraciones religiosas? ¿Qué diferencia puede haber entre buscar el bien del planeta por ser un mandato divino, cuando ésta ha sido un batalla más propia de razones de orden moral, social, político e incluso económico? Quizás nuestra sociedad empieza a caer en la cuenta de la necesidad de un ámbito trascendente, que formule directamente los porqués de su vida, incluidos los que atañen a su alimentación, vestimenta o fondos de inversión.
Y así, de este modo, se abre una puerta a que el hombre pueda encontrar de manera integral su papel en el mundo, a través de posicionar su relación consigo mismo, con la humanidad, con su entorno, con su forma de generar riqueza e incluso, desde la perspectiva coránica, con su creador.