Ahora que el pertinaz Varoufakis, el exministro griego que recomendó que su país saliera del euro, anda de turné presentando su libro Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo, le viene a uno a la cabeza, mira tú por donde, la extraña pero verosímil leyenda urbana sobre su mujer. Se dice (se comenta, se rumorea) que la muchacha griega cuyo padre estaba forrado que quería mudarse a Hackney para vivir entre los menos favorecidos y así parecer más cool, la que inspiró a Jarvis Cocker, líder de la banda Pulp, a componer una de las canciones más exitosa de los noventa, Common People, no es otra que la mujer del exministro griego.
Con independencia de la verosimilitud de la historia (¿qué hija de millonario griego no estudiaba escultura en Saint Martin´s College en los ochenta?), que pertenece al banal ámbito de la simple curiosidad o anécdota, lo cierto es que esta extraña relación de ideas deja abierto un debate (aparte del obvio sobre la salud mental del que esto escribe) sobre si la preocupación por la cuestión social en ciertos ámbitos es sincera o es, como en el caso de la chica de la canción, mero postureo.
Aquella muchacha, que tuvo la gentileza de intentar ligar con el joven Jarvis, no sale muy bien parada en la canción, pues es descrita como una niña rica tan caprichosa como inconsciente de la realidad social a su alrededor. También se pasa Jarvis, al que la canción dio probablemente más dinero del que tendría la rica-pobre chica griega, varios pueblos en su amarga descripción de la vida del pobre, una especie de tránsito hacia la nada sin sentido ni posibilidad de cambiar las cosas.
“Todo el mundo odia al turista”, canta Jarvis para rematar. No creemos que dicha afirmación sea generalizable, especialmente en lugares que viven del turismo, salvo que por “todo el mundo” entendamos a las gracias de las CUP, si bien en este caso es difícil dilucidar si su indignación está motivada por el estado de la cuestión social o por la exagerada dificultad para encontrar novio en estos tiempos revueltos.
Puestos a elegir una canción protesta de aquella época, uno se queda con Marx and Engels de Belle and Sebastian, una deliciosa melodía que acompaña una historia en la que los sentimientos de un chico se enfrentan sin éxito a la obsesión social de una chica de Merseyside que no debía parecerse mucho a las “pseudonekanes” de las CUP, las “chicas de la Cruz Roja” del régimen post-78, que salen por la TV asustando por igual, aunque por distintos motivos, a ancianos y niños.
Tras esta digresión por los mundos posibles del desencanto socio-musical, volvemos de nuevo a Varoufakis, prototipo de político populista europeo, de los que ahora tanto abundan y medran a costa del desgaste del establishment. Estos personajes que hoy pueblan el escenario político son por lo general gente de buena (pero nunca suficiente para su ambición) posición que, cual pescadores en el revuelto río de la política actual, buscan su ganancia en la manipulación ventajosa de los sentimientos de los menos favorecidos, apelando a valores de los que las medidas que proponen no harían sino alejarnos indefectiblemente.
Su deseo de cercanía a los pobres no es solo inocente postureo, como el de chica de la canción, sino más bien búsqueda, entre los descontentos por la situación actual, de aliados sacrificables que les ayuden a consumar sus ambiciosos sueños de poder.
“Las barricadas se alzan por cuenta siempre de la burguesía, que crea falsos mitos de progreso” cantaba Franco Battiato, y es así como el lenguaje y las ideas de Marx (Karl) se convierten en los mejores aliados del millonario con megalomanía, en tanto que las de Marx (Groucho) dejan el terreno abonado pues dominan ya por completo la política en los países todavía democráticos bajo la cantinela “estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros”.
Tanto Jarvis como Janis equivocan el tiro al enfocar la cuestión social desde un punto de vista meramente materialista. Y es que lo que la gente sin recursos necesita son medios para poder ganarse la vida honestamente, para alcanzar su desarrollo personal en un sentido más amplio que el de la mera satisfacción de necesidades y deseos. Y lo que para nada necesitan son amargas apelaciones a un orgullo herido por la desigualdad (“With no meaning or control”, se llega a decir en Common People al referirse a las vidas de los menos favorecidos) ni tampoco promesas vacías como el “tocomocho” de la renta básica (propuesta por el exministro griego y por tantos otros “illuminati” de la política actual).
Y es que el materialismo histórico, más que un método para explicar la historia humana, es una forma de usar la historia para justificar un materialismo inhumano. La espiritualidad y el amor, por el contrario, nos indican el camino correcto que ha de recorrerse pasando de lo meramente material a lo realmente importante.