Este verano tuve la oportunidad de viajar como formador de cincuenta alumnos en el programa de Becas Europa. No puedo estar más agradecido por la experiencia. Se trata de un itinerario por las fuentes de la universidad y de Europa que se hace todos los años con una selección sobresaliente de alumnos preuniversitarios. Alacalá de Henares, Bolonia, Oxford, Londres, París, Heidelberg (y el EMBL) y Santiago de Compostela en veinte días.
Al conversar sobre todo tipo de temas (desde la dirección del Señor de los Anillos hasta el genoma humano, pasando por Manet), hice un curioso descubrimiento. La proliferación del falso dilema. Y en un contexto asombroso: el esfuerzo por eludir el relativismo. Asombroso porque el falso dilema denota, a su vez, un falso dogmatismo que es máscara de relativismo. Y asombroso también, porque la intención no puede ser mejor.
Me explico:
El arte contemporáneo, ¿es bello o no es bello? En la segunda guerra mundial los alemanes, ¿eran buenos o eran malos? Este artículo, ¿es necesario o sobra? El aborto, ¿es un mal moral o puede ser una solución a un problema gravísimo como una violación? La así llamada “violencia machista”, ¿es una manipulación del lenguaje o una triste realidad? La técnica ¿es un invento del demonio para acabar con la humanidad o es la panacea anti-apocalipsis?
La preocupación que yace detrás de todos estos planteamientos es la de una ausencia de respuestas seguras. La sociedad occidental se ha zambullido con un brío pasmoso a la piscina del relativismo y se ha dado cuenta de que es una piscina sin salvavidas ni escaleras. Los jóvenes aún adolescentes que se enfrentan al umbral de la universidad ya no saben que significa realmente “búsqueda de la verdad”. Al perder puntos de referencia firmes, la propia vida amenaza con disolverse en un sinsentido vago de lo “políticamente correcto” repleto de gente ofendida.
Estos chicos necesitan algo más, así que formulan sus problemas como falsos dilemas. O esto es así o esto es asá. Sin términos medios. ¿Ves? La solución no es fácil, porque si dices que la así llamada “violencia machista” es una manipulación del lenguaje, estás negando que sea una triste realidad. Y viceversa. Falso dilema.


¿Cómo funciona un dilema?
La DRAE define dilema como:
Argumento formado por dos proposiciones contrarias disyuntivamente, de tal manera que, negada o concedida cualquiera de las dos, queda demostrada una determinada conclusión. (DRAE, 26 de julio de 2017)
Hablamos, pues de un argumento con el esquema [X es X o X es Y], en el que si se concede cualquiera de los dos juicios contrarios entre sí, la conclusión es la misma. Como en la coplilla:
Ni contigo, ni sin ti,
tienen mis males remedio;
Contigo, porque me matas;
Y sin ti, porque me muero.
Por lo tanto si yo estoy contigo, me muero porque tú me matas. Pero si estoy sin ti también me muero porque tú no estás.
Como toda forma de argumentar, el dilema se rige según leyes lógicas que lo hacen válido. En cualquier caso, siempre se trata de una forma de argumentar que pretende encerrar las posibilidades en un callejón sin salida. Es decir, se trata de reconducir el hilo argumentativo hacia una conclusión sin escapatoria posible.
La enfermedad del falso dilema
El problema es que el dilema se presta mucho al abuso. En el ejemplo al que ya nos hemos referido, hay dos posibilidades: o la así llamada “violencia machista” es un abuso del lenguaje o la así llamada “violencia machista” es una triste realidad. El dilema es falso por dos motivos: las proposiciones no son contrarias entre sí ni presentan el menor índice de relación contraria. Pueden aceptarse las dos sin problema. O rechazar las dos: no hay contrariedad porque la afirmación de una no implica necesariamente la negación de la otra. Además, la aceptación de una proposición no conduce a la misma conclusión que la aceptación de la otra.
Por tanto: falso dilema.
La inquietud no surge con el hecho del falso dilema. Sino por ser tan recurrente. Además, en un contexto en el que se pretende defender la existencia de una verdad. Se busca caer en una forma de relativismo que surge, por detrás, como verdadero callejón sin escapatoria. Porque la argumentación por falsos dilemas sitúa en el mismo nivel de contrariedad dos juicios que no están de hecho al mismo nivel. Forzamos la argumentación para forzar una verdad inaceptable. Y una verdad inaceptable es, por definición, una no verdad.
Volved a Sócrates… pasando por Aristóteles


La actitud que debemos buscar es contraria a la formulación del dilema. El dilema está bien como estrategia argumentativa. Pero no es imprescindible. Mucho más necesaria es la restauración de una apertura a la verdad. Una apertura inteligente, cuestionadora, sin soluciones prefabricadas… Preguntar, preguntar, preguntar. No contentarse con respuestas de medio pelo. Mayéutica con voluntad de aprender… Buscar el verdadero significado de las palabras que usamos. En esto el gran maestro es Sócrates. Volved a Sócrates. No hay mejor medicina.
Eso sí, pasando por la lógica de Aristóteles. Padre de esa incómoda lógica.
Me gustaría añadir el fragmento del diálogo entre Sócrates y Calicles sobre el Poder del Gorgias de Platón. Pero luego el SEO me regaña. Así que dejo la cita con enlace por si algún valiente quiere introducirse en la escuela del diálogo lógico que nos cura de falsos dilemas: (Platón, Gorgias, 483b-484b / 488c-489d).


- Este artículo ha sido publicado originalmente en el blog de su autor y es reproducido aquí con su permiso.