El año pasado, 214 familiares viajaron a Las Islas Malvinas para poner fin al extenso proceso de identificación de los cuerpos que surgió tras un acuerdo entre la Argentina y el Reino Unido. Instalaron por primera vez placas con nombre y apellido en las tumbas de 90 soldados que hasta ahora descansaban bajo la leyenda “soldado argentino solo conocido por Dios”.
En estas noticias que leía en portales digitales y redes sociales, me detuve en la foto de Emilia Fernández, mamá de Emilio, de Villa Ángela, Chaco, sentada junto a la tumba de su hijo, que cayó en la guerra. Fue una imagen que me generó diversos sentimientos y preguntas, todo lo que puede generar el pisar el suelo de la remota isla. Saber la ubicación donde reposa un hijo, saber ya que no volverá, que la conciencia será otra antes de dormir, que la vida puede ser cruel, pero a la misma vez, el sol que te alumbra, te da nuevas oportunidades.
Pensaba en aquel abril de 1982, la incertidumbre de los familiares, de los soldados que arribaron en Las Malvinas y el desasosiego de esos jóvenes. Desde que pisaron las islas, para los combatientes fue una vigilia eterna. Cada 2 de Abril para ellos y sus familiares es un día triste, es despedirse de seres queridos, es la atrocidad de la guerra, es muerte, mutilaciones, hambre, frío, estruendos, falta de consenso y saber a la misma vez que son patriotas.
Desde ese día que se enfrentaron a un imperio, a la peor forma de decidir algo -que es la guerra-; a saber que había que morir o matar; a la lluvia helada, al miedo y a sentirse argentino; también se enfrentaron al insomnio, al estrés, la depresión, al desequilibrio y la soledad.
Desde entonces no han podido alejarse de la vigilia.


Los héroes de Malvinas, héroes de defender esa fe que llamamos ser argentinos, lograron indirectamente traer la democracia, de hacer conciencia en medio de tanta inconsciencia militar y de luchar cuando sus altos mandos no movían un dedo para defender el país.
Héroe, según el diccionario es un “varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes”. Es necesario aclarar que no solo hacen patria y son héroes quienes defienden en una guerra la soberanía de su país; también la hacen los jueces y políticos honestos, quien paga sus impuestos, quien recoge la basura, quien lucha por los obreros, quien se rebela antes la corrupción del poder, quien no deja morir la tradición y la cultura de un pueblo, quien decide elegir su bandera, no propaga otras y quien estudia o se instruye para ser alguien.
Ellos sabrán si cada mañana al despertar o cada noche antes de acostarse vuelven a desembarcar en las islas, vuelven a romper el manto de neblina, regresan a ese sitio donde quizás nunca debieron ir y que una vez que lo pisaron, quizás nunca más regresaron.

