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La carnicería empieza ahora

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¡Menuda ha armado Donald Trump al utilizar el término carnicería en su discurso inaugural de este viernes! El párrafo completo, a medio discurso, es el siguiente:

“Madres y niños atrapados en la pobreza en los centros de nuestras ciudades, fábricas deterioradas que se extienden como lápidas a través del paisaje de nuestra nación. Un sistema educativo rebosante de efectivo pero que priva de todo conocimiento a nuestros jóvenes y brillantes estudiantes. Y el crimen, las pandillas y las drogas  han arrebatado demasiadas vidas y le han robado al país mucho potencial. Esta masacre estadounidense termina aquí mismo y ahora mismo.”

La traducción está tomada de la versión en español de The New York Times y, como vemos, han sustituido la palabra carnicería por masacre, más políticamente correcta. Pero lo cierto es que en la versión orginal el término carnage no deja lugar a dudas. Si el 45º Presidente de los Estados Unidos hubiese querido hablar de masacre, probablemente hubiese usado el término slaughter. Así que parece fuera de toda duda que quería hablar de carnicería.

US President Donald Trump celebrates after his speech during the Presidential Inauguration at the US Capitol in Washington, D.C., U.S., January 20, 2017. (Saul Loeb/Reuters)

Algo lógico, por otra parte, conociendo la retórica habitual del empresario Trump y la del candidato Trump. Ahora tenemos claro, por si alguien tenía dudas, que el Presidente Trump no va a ser diferente.

Probablemente nos va a sorprender siendo un Presidente que haga exactamente lo que ha dicho que iba a hacer. Aquello por lo que ha sido elegido. Es decir, lo que tanto reclaman los electores de cualquier país cuando piden cuentas a sus gobernantes. Los 62.980.160 estadounidenses que votaron por el candidato republicano seguro que agradecerán que su presidente cumpla con lo prometido. Aunque, claro, es posible que las consecuencias que tenga cumplir esas promesas ya no les gusten tanto. Pero ese es parte del juego de la democracia. En 2020 tendrán la ocasión de evaluar la presidencia de Trump y decidir si quieren volver a confiar en él o no.

Donald Trump ya ha dicho que se volverá a presentar a las elecciones de dentro de cuatro años. Nada sorprendente salvo por el hecho de haberlo confirmado en el minuto uno de su primer mandato. Llama más la atención que haya anunciado ya su mensaje de campaña: “Keep America Great” (“Mantengamos America Grande”). Obviamente está claro que Trump se siente más cómodo en campaña que ejerciendo la presidencia. Probablemente es consciente de que el ejercicio del poder tiene más sinsabores que alegrías.


Y, en su caso, los sinsabores han llegado antes incluso de que se alojase en la Casa Blanca. Antes de sentarse ante el Escritorio Resolute del Despacho Oval para firmar las primeras órdenes ejecutivas con las que empezar a desmontar el legado Obama. ¿Te acuerdas? El primer presidente negro del país. Aquel de los grandes discursos. El mejor visto en el resto del mundo. El del servicio médico para todos los estadounidenses.

Decía que los sinsabores han empezado pronto. Tres días después de las elecciones, el 11 de noviembre pasado, David Brooks aseguraba en The New York Times que en un año Trump renunciará o será sometido a impeachment, ese proceso para destituir a los cargos federales en EE UU. El mismo que se ha utilizado tres veces contra otros tantos presidentes a lo largo de 228 años de historia. Una contra Andrew Johnson (el sucesor de Abraham Lincoln) en 1868. Otra contra Richard Nixon en 1974 y la última contra Bill Clinton en 1998. Nixon terminó renunciando antes de que el impeachment llegase a votarse. La única dimisión de un presidente en ejercicio como sabemos a lo largo de la historia. En las otras dos ocasiones, la votación fue favorable a los intereses de los inquilinos de la Casa Blanca.

No parece pues que Trump tenga demasiados motivos para estar preocupado. Sobre todo porque cuenta con las dos cámaras claramente a su favor. En la Cámara de Representantes, los republicanos tienen 241 congresistas frente a los 194 de los demócratas. En el Senado, hay 52 miembros republicanos, 46 demócratas y dos independientes. Muchos de los legisladores no están cómodos con Trump en la Casa Blanca pero lo estaban menos con Obama. Así que no es probable que se dejasen llevar hacia un impeachment que sería histórico. Otra cosa es cuanto de fácil le vayan a poner la gobernanza a su jefe de filas. Eso habrá que verlo.

Pero parece fuera de dudas que las fuerzas opositoras a Trump van a intentar ponerle contra las cuerdas en todo momento. Y no lo digo por las manifestaciones de este sábado, por más numerosas que hayan sido. Lo digo por esa presión que supone estar con el aliento de los jueces y de las cámaras siempre en el cogote. Change.org tiene abierta una recogida de firmas contra Trump a la que le faltan (a las 9 de la noche de este domingo) poco menos de 60.000 firmas para salir adelante. Impeahdonaldtrumpnow.org es otra web abierta recientemente para darle pasaporte al Presidente. Y seguro que habrá más iniciativas parecidas. Como dice Matea Gold en The Washington Post, La campaña para echar al Presidente Trump ha comenzado.  Una visión con la que coincide Melissa Chan desde las páginas de la revista TIME.

Pero me llama la atención que los demócratas, el Partido Demócrata, esté desaparecido desde que Hillary Clinton admitió su derrota. Dónde se han metido. Qué están haciendo para ser la oposición a un presidente al que odian más de lo que le temen. Nada. Han sido borrados del mapa político por el huracán Trump.

En su primer discurso como Presidente, Franklin Delano Roosevelt dijo aquello de que “A lo único que hay que tener miedo es al propio miedo”. Los demócratas se han olvidado de las palabras de su presidente estandarte y le tienen miedo a todo. O esa impresión dan. Una parte de los estadounidenses también han olvidado las palabras de FDR y están demostrando que le tienen miedo, mucho miedo, al Presidente Trump. Como buena parte de los países del mundo, por otra parte.

Tal vez Francis Fukuyama está preparando un nuevo libro para matizar aquel que publicó en 1992, El final de la historia y el último hombre. Tal vez, el ciclo victorioso y hegemónico de la democracia liberal que el proclamó entonces tras la caída del Muro de Berlín y el final del comunismo y de la Guerra Fría, haya durado apenas un cuarto de siglo y ahora se abra un ciclo nuevo, todavía por definir, por teorizar, por etiquetar.

Es posible que, como acaba de decir Donal Trump en la escalinata del Capitolio, esta masacre, esta carnicería estadounidense haya terminado aquí mismo y ahora mismo. Pero no es descartable que la verdadera carnicería no haya hecho más que empezar. Una carnicería que no lleve, precisamente, a los Estados Unidos a estar primeros, ni a ser grandes, o más grandes.

Es muy posible que la carnicería empiece ahora y habrá que ver a quién se lleva por delante.

Profesor en Next International Business School. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, en Ciencias Políticas por la UNED, Master en Community Manager y Social Media por la Universidad de Barcelona y Doctorando por la Complutense. Durante mi carrera profesional he desempeñado el cargo de Subdirector de Informativos de Telemadrid. En la actualidad soy miembro de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales, ponente en Congresos Internacionales de Comunicación Política y coautor de varios libros

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