Que estas líneas nos sirvan para ubicar al Otro en el otro.
Espinosa Martínez, seudónimo de Ricardo Morales Jiménez — Codirector de Democresía
–A ver, Casilda, la del 7.
–No, papá. La del 7 es muy difícil.
–¡Pero si te la sabes muy bien, que me lo dijo la Señorita Âkil! A ver… ¿7 por 1?
–7
–¿7 por 2?
–Mmm 14
–¿7 por 3?
Casilda suma con los dedos. Siempre que tiene que contar se quita el guante derecho y se mira muy fijamente la mano. Cuando los números son muy grandes le lleva un tiempo.
–¿21?
–¡Muy bien! ¡Fíjate! Saluda a la cámara y mándale un beso a mamá y a Hakîm, que seguro que nos están viendo.
–¿Papá? ¿Por qué nos graban tanto? ¿Somos famosos?
–Sí, hija. Somos famosos. Todos nosotros.
–Pero ¿por qué?
–Pues… Porque estamos siendo valientes al salir de casa y andar y andar para llegar con mamá.
–Eso es muy normal ¿no? También caminábamos mucho para ir a la escuela.
–Pero ¿a que antes no lo hacíamos todos juntos?
Casilda bajó la mirada; fijándose en la punta de las botas de agua. Cada una era de un color y de una talla distinta. La de la derecha, la amarilla, tenía a Babar, el rey Elefante, aunque éste estaba a punto de desaparecer por su cercanía al suelo y por el roce del barro.
–Abdel me dijo que nos graban porque ya no tenemos casa y porque había bombas. Y que por eso los abuelos no han venido.
–Bueno Casilda. Ya sabes cómo es Abdel. Siempre te anda molestando.
Fâruq cogió a su hija en brazos y le sacudió el barro seco que le cargaba las botas. La besó y antes de meterle el mechón de pelo que siempre se escapaba del pañuelo, cayó un copo de nieve.
–¡Casilda! ¡Mira! ¡Esto es nieve!
–¡Guau! ¡Como en Frozen, Papá!
Saltó de sus brazos y otros niños salieron de los abrigos de sus padres y al margen de la valla, se pusieron a dar vueltas, a reír, a empujarse. Y mientras corría con los brazos extendidos mirando al cielo, Casilda pensaba en cuanto sería 7 por 4.