“Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños." (Lc. 17, 1-6)
Corría agosto de 2011, hacía mucho calor en Madrid y centenares de miles de peregrinos participaban en la Jornada Mundial de la Juventud organizada por la Iglesia Católica. Durante los días que duró el evento, un grupo de monjas prácticamente desconocidas y ataviadas con hábitos más que llamativos (de un color azul y amarillo intenso) ponían la tonadilla al encuentro con una canción de pop-rock que se convirtió en el gran éxito de la jornada. Pocos años después, esa misma congregación, la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel (conocidos como los 'Miguelianos') volvía a captar la atención del público por un escándalo de presuntos abusos sexuales y prácticas que han llevado a su fundador, Miguel Rosendo da Silva a permanecer durante cuatro años en la cárcel, sin haber recibido todavía un juicio.
Las noticias publicadas por varios medios de comunicación, El Mundo e InfoVaticana entre los más destacados, no dejaban lugar a dudas: se trataba del enésimo caso de prácticas abusivas en el seno de una congregación religiosa: orgías, violaciones, agresiones físicas, dominación, lucro personal y prácticas sectarias, entre otras lindezas. La inercia mediática de anteriores casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia hizo el resto: se disolvió la orden, se encarceló a su fundador y la Iglesia española impuso un cordón sanitario en torno a cualquier persona que hubiera tenido relación con la congregación.
A día de hoy, no solamente no se ha demostrado ninguna de las acusaciones que llevaron a Miguel Rosendo da Silva a prisión (linchamiento televisivo incluido) sin haber sido juzgado, sino que empiezan a salir a la luz nuevos datos que apuntan en una dirección muy distinta.
En los siguientes artículos, Chema Medina recoge algunos testimonios y relatos que muestran un caso tremendamente complejo y una montaña de irregularidades, tanto en el proceso judicial como en la administración que la Iglesia española ha hecho de la investigación del caso, en detrimento de sus propios miembros.