“Abro la ventana de Herder para oxigenar los discursos estereotipados de la actualidad”. Luis Gonzalo fue el protagonista de la VIII Melopea Democresiana, que tenía como fin ahondar en la idea del nacionalismo, precisamente huyendo de discursos manidos.
Licenciado en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias de la Información, partícipe en media docena de proyectos de investigación, autor de varios libros y publicaciones, Luis Gonzalo prefiere presentarse como un amante del pensamiento político y la literatura, especialmente de Galdós – “un genio a la altura de Tolstoi y Shakespeare” – quizá por eso de que también es un amante de los paseos por su ciudad, Madrid.
Su última obra, ‘El viaje de la impaciencia‘ recoge las reflexiones del filósofo alemán Johann G. Herder, uno de los padres del ‘romanticismo’ alemán y a la postre del ‘nacionalismo’, un concepto que ha variado algo en los últimos 250 años, y que Luis Gonzalo se preocupó en desmenuzar y traducir para los asistentes a la melopea.


Como todo humanista y amante del conocimiento, Luis indaga en el pasado en busca de referencias que puedan ser útiles en el presente: “Nuestro pasado está abierto y nos sigue planteando muchos problemas. La sociedad actual se ha quedado en la superficialidad de los problemas sin darse cuenta de toda su amplitud en el pasado“.
“El filósofo Johann G. Herder consideraba la lengua como el evangelio para liberar a gente postrada y maltratada por el poder; la panacea de la liberación cultural. Consideraba que la lengua debería sustituir a la política“. Sin embargo, desde una perspectiva más empírica, Luis Gonzalo considera que esta apuesta socio-cultural por el lenguaje como sistema vertebrador corre el riesgo de convertirse en la propia jaula de la sociedad: “La identidad cultural contra un enemigo es muy útil, pero luego se puede convertir en un régimen dictatorial. Lo que debía ser un evangelio de emancipación termina convirtiéndose en un instrumento de regimentación. Es lo que ha pasado en Cataluña y en el País Vasco”.
Y es que, como todo movimiento social que fragua en ideología, también el catalanismo ha tenido muchas caras. “Ahora es separatista, pero Prat de la Riba propuso liderar a España desde Cataluña. Un proyecto regenerador, con la intención de recuperarse de una época en la que había perdido las colonias”, recalcó Luis Gonzalo.


No por ello deja de tener su efecto embaucador. “Los nacionalistas tienen un deje cursi, de expresar lo íntimo (sus paseos, los sentimientos, el paisaje), y lo utilizan con una finalidad política”. Una técnica difícil de rebatir pues no deja de apelar a lo emocional. El reto es plantear una solución a esta tesitura, conseguir que el discruso de la racionalidad prevalezca sobre el de los sentimientos.
Los nacionalistas tienen un deje cursi, de expresar lo íntimo”.
Para Luis Gonzalo los mensajes políticos se mueven en el terreno de lo vulgar y, en gran medida, de los superficial, sin ahondar en la raíz de los problemas que inquietan a la sociedad. Una espiral que adolece la imaginación y acentúa los procesos inquisidores. “Los buenos debates son los que desbordan los hechos. Los que se mueven en las ideas. Hay un terreno intermedio entre políticos y politólogos que deberían ocupar los intelectuales”.


El escritor y ensayista madrileño echa en falta “intelectuales que salgan a la palestra. La densidad y la heterodoxia de los intelectuales se ha venido abajo“.
De hecho, los discursos políticos parecen contagiar el hastío y la intrascendencia a todo aquello sobre lo que ponen el foco. El protagonista de la VIII Melopea Democresiana lamenta que cada vez que se busca abanderar la cultura se haga con “discursos fatuos. Hay gente que escribe, que pinta, que fotografía o hace cine”. En definitiva, que “la cultura hay que disfrutarla“.

