Pedro Pastor Guerra lleva toda su vida unido a la música, desde los 13 años que compusiese su primera canción hasta sus 23 actuales. Con cuatro discos y cientos de conciertos tras de sí basados en un trabajo de autogestión que a través de multitud de ritmos da voz a mensajes de libertad, empoderamiento, política y amor libre. Se palpa en su música una cercanía a América Latina, a la historia, a colectivos sociales y, sobre todo, a experiencias en una primera persona poco convencional que cada vez llama a un público más numeroso.
Para conocer a Pedro hay que ver al público de sus directos, desde personas jóvenes hasta madres con sus hijas pasando por ancianos con los oídos repletos de añoranza y una misma sensación al acabar: parece que le conoces o que él te conoce a ti. Da igual que lo escuches en un pequeño bar de Madrid o del DF, en un teatro a las afueras de cualquier capital de provincia española o en el núcleo de Argentina, logra esa complicidad con el público que en la música sólo es concedida por la sinceridad en las letras.
El joven madrileño nos recibe en su casa después de haber vuelto de su gira por varios países de América, un viaje por Marruecos y pocos días antes de tocar en el escenario principal de la Feria de San Isidro en la pradera madrileña. Se deshace en abrazos, nos invita a desayunar, nos presenta a algunos compañeros de su casa -en la que conviven ocho personas “aunque siempre hay alguien más” entre amigos y familia- y nos abre y enseña su habitación, que es a la vez su centro de operaciones, como si de dos vecinos más nos tratásemos.
Tras diez años, ¿por qué la autogestión en todo el proceso en lugar de limitarte a la creación y externalizar alguna parte?
La autogestión es un modelo de vida, la única manera de plantarle cara al sistema y hacernos más felices desde hacer tu propio pan y hablar con tu comunidad de vecinos sobre en qué ayudarnos sin deber nada ni rendir cuentas. Por eso lo hago desde un modelo de vida y no desde un modelo de obra musical.
Tengo que aprender a delegar antes de volverme loco y estos meses lo he visto clarividente. Me cuesta ser objetivo conmigo mismo y, sobre todo, en el trabajo. Han sido años durísimos de trabajar todos los días, todo el rato desde la música hasta los carteles. Ya no es solo en la oficina sino en la cabeza, estar en mayo pensando en septiembre es casi compulsivo y ha llegado un momento en que no lo puedo sostener. Por eso, a lo mejor firmo con un manager pero eso no cambiaría absolutamente el modelo de autogestión.


Repasando tu discografía y temáticas se observa un amor diferente al concebido normalmente en la música tanto pop como alternativa, muchas referencias al amor libre.
Creo que hay demasiadas canciones de amor y, sobre todo, que la mayoría de estas canciones están reproduciendo una y otra vez los valores del amor costumbrista, del amor que ata y que oprime y que reprime. Con todas las canciones de amor que hay, si hacemos una, lo mínimo sería que le demos una vuelta de tuerca y que intentemos educarnos en cuanto a que podemos amarnos de muchísimas más maneras de las que nos han contado y podemos hacerlo muchísimo mejor. Muchas veces pienso que hay tantas cosas en la vida que reproducimos sin ver si lo estamos haciendo bien o mal…
¿Qué más dirías que reproducimos de esta manera?
Todo. Cómo nos organizamos. Las ciudades son lo primero que no logro entender. Cómo nos organizamos nuestro método de vivienda y cómo hemos pasado de ser gente libre en la naturaleza que convivía a ser el principal depredador de la cadena alimenticia matando a todos los grandes mamíferos que había a nuestro alrededor. Ya no es una cuestión de destruir a los demás a nuestra costa sino de autodestruirnos.
Qué sentido tiene el sistema capitalista. Tiene mucho sentido pero dentro del propio sistema. Nuestro método de vida es absurdo: nos despertamos como momias para ir a un trabajo asalariado, ¿para qué? Es absurdo que necesitemos el dinero, como es absurdo tener un trabajo asalariado para ir al supermercado a comprar productos de Costa Rica en vez de vivir y plantar nuestros tomates para comer.
Ahora, cada vez necesitamos más estar a las modas. Las redes sociales y el individualismo del postureo. Yo mismo, que siempre me he negado, me he abierto Instagram y ahora pienso en stories. Ayer estábamos tocando en casa después de comer mi papá, Clara, Alvarito, mi hermano y yo y pensé “quiero hacer una historia”… ¿para qué?, ¿quiero mostrarle al mundo que en mi casa hacemos música después de comer? Cuando me pongo a hacerme estas preguntas me siento tonto y engañado. ¡Qué necesidad de enseñárselo a los demás! Y hablábamos de amor pero acabo hablando de política porque, en resumen, lo personal es político y todo es amor y todo es política.
Yo he querido imponer muchas cosas en mi vida a mucha gente porque me he creído que tenía una verdad más valiosa que la de las demás
Las redes sociales formulan una forma nueva de relacionarnos, sin duda, ¿cómo te han afectado como artista?
A mí me ha brindado la oportunidad de dedicarme a esto sin tener que pasar por el aro, de poder ir a otro continente y que la gente conozca mis canciones. De otra manera sería imposible llevar a cabo una carrera autogestionada musical. Ahí lo agradezco y alabo pero, en cuanto a humanidad, nos está matando por dentro. Nos educan en unas redes sociales ficticias y siempre estamos creando supuestos alrededor de las personas. Son de esta manera porque así son en sus redes sociales y luego no es un descubrir de las personas real y desde el principio basado en conocerse.
Las redes sociales son el mundo de la idolatría a pesar de que somos seres humanos con toda la vulnerabilidad. La vulnerabilidad es algo de lo que tenemos que empoderarnos y defender, porque ser vulnerable no está mal, no es un defecto sino una virtud. Ser capaz de adaptarte, de transformarte, de emocionarte, de romperte y de ser frágil.
Planteando la música como el encuentro que comentas, ¿ves a mucha gente grabando en tus conciertos?
Instagram se ha cargado los conciertos. Mi público no es demasiado movilístico pero hace poco en un concierto había una media de 15 móviles por canción. No entiendo por qué la gente está en un concierto y en vez de estar dejándose sumir en ese huracán energético de que te canten a los ojos, está grabando y mirando a la pantalla.
¿Y prohibirlo?
Prohibir seguro que no, invitar a que no lo hagan; me lo he pensado y hecho. Constatar que se pierden una oportunidad: por grabar el recuerdo se pierden el momento. ¿Necesitamos las fotografías para recordar? Si es así, algo está mal. Pero no lo prohibiría.
¿Por qué no prohibirlo entonces?
Yo he querido imponer muchas cosas en mi vida a mucha gente porque me he creído que tenía una verdad más valiosa que la de los demás por el simple hecho de que eres más alternativo, porque eres más independiente o porque has vivido ya ese proceso que la otra persona no ha vivido. Te crees con la potestad de asumir que tu verdad es más valiosa pero ese es el principal error. Ha sido el error que ha tenido la izquierda en este país: la soberbia y creer que eran mejores que los demás y, si son mejores, ¿por qué no os votan? Y personalmente creo que es un error que tenemos casi todos, asumir que nuestra verdad vale más que la de los demás y tratar de imponerla.
¿Cómo te diste cuenta de que tenías cosas impuestas y que imponías al resto?
A través de mis amigos y familia porque creo que los seres humanos somos espejos y nos reflejamos las actitudes y los comportamientos que tenemos de todo tipo. Yo te puedo decir que lo que tú crees o como actúas es contradictorio con cómo piensas o con tu modo de ver la vida. Eso está bien pero yo no puedo decir “tienes que” aunque sea para bien, hay que respetar.
¿Y sobre qué apoyar aquí el diálogo?
Ser capaces de decirnos las verdades a los ojos y ya está. Cada cual, en vez de ponerse a la defensiva cuando nos digan eso, limar nuestro ego y aprender a asumir críticas y a través de eso replantearnos nuestro comportamiento. Esa es la única manera que tenemos de crecer en familia, en manada y en comunidad.


Referencias mucho a América Latina y anotas que tenemos que aprender de allí, ¿qué destacarías?
La colectividad y la capacidad de disfrutar de la vida y ser felices sin acumular tanta materia. Europa es una vieja gorda que ve la televisión y toma fármacos y América es una joven oprimida que trata de romper sus cadenas y, si lo hace, se va a comer el mundo. Pero, sobre todo, la gran diferencia es el capitalismo salvaje de la sociedad europea que tiene consecuencias como el individualismo. En América Latina existe el colectivo, la calle, la humanidad latente.
¿Y la inseguridad?
Hay países inseguros pero también es una herramienta del sistema para oprimir y controlar institucionalmente a la gente, para que la gente no se mueva y esté cohibida. Pasa en todos los sitios, igual que gente de aquí no quiere viajar a allí por ese motivo, en América Latina hay gente que no quiere viajar a Francia por si les matan por las noticias que les llegan.
En las sociedades, lo que se pierde por un lado se gana por otro. He estado más de un año allí y hay meses en los que estuve abrumado y nunca me pasó nada, es una cuestión de lo que te dicen. Aquí tenemos maderos con metralletas, utilizan el terrorismo para asustarnos cuando a nivel cuantitativo es absurdo, mira las muertes por alcoholismo, por violencia patriarcal, hipertensión o accidentes de tráfico. Prefiero la sociedad latinoamericana y sacrificar la seguridad. La cuestión es que tenemos que retomar valores que hemos dejado por el camino en los últimos 40 años, como la colectividad.
¿Cómo retomarlos?
A través del mundo rural sobre todo; aunque en las ciudades hay núcleos. Hay pueblos con economía cooperativa, con trueque, que se pasan por el forro las leyes del sistema capitalista. Luego, a través de la concienciación, cultura y salir a la plaza a conversar y compartir. Ser estimulantes unas personas con otras todo el rato. Ir a comprar el pan y ser estimulante con el panadero, montarte en el autobús y ser estimulante con el conductor, aunque sólo sea saludar o agradecer, son detalles que van a hacer poco a poco que las cosas se vayan transformando y volver a ser personas humanas en relación.
¿Las ciudades capitalistas pueden experimentar esto?
No, al menos a gran escala. No puedes saludar a las tres millones de personas de la ciudad pero sí dejar de ver el móvil. Ninguna utopía que haya en mi cabeza se puede conseguir en una ciudad capitalista. Esa es la principal paradoja de nuestro país y nuestro sistema: pretendemos cambiar el país pero un país no se cambia. Las leyes están escritas y la humanidad lleva milenios caminando hacia este lugar, pero puedes transformar tu círculo.
¿Ves un aumento en el número de mujeres en la música?
Mujeres y Música acaba de señalar que del año pasado a este ha sido el mayor aumento de la historia y en el festival que más mujeres hay son un 39%, el siguiente un 25%. No hemos andado lo suficiente. Lo que es indudable es que el feminismo está aquí y ahora y va a arrasar. El otro día hablaba con Escandar Algeet y me decía que lo único que le queda a la gente en cuanto al feminismo es asumirlo o hacer el ridículo.
Personalmente tengo que trabajar un montón de cosas en mí y muchas veces, cuando veo a una mujer pienso que si toca bien y cuando veo a un hombre no me lo pregunto. Aunque cada vez lo pienso menos hay un prejuicio social muy fuerte en cuanto a las mujeres haciendo música, lo que hace que sea muy difícil para las mujeres en este espacio ganarse confianza y crecer, evolucionar y se acaben quedando a tocar en casa y trabajando en cualquier otro aspecto.
Nos queda mucho trabajo en participación y que los hombres asumamos un discurso y un modo de vida feminista y revisar nuestra masculinidad y privilegios en la música por ser hombres. No los privilegios de tocar en un sitio u otro ni el ‘sexo, drogas y rock n roll’ de los 80’s y las groupies en los camerinos, que prácticamente no sucede, sino en un ámbito más personal. Todas las historias que tenemos una tras otra de hombres que se están acostando con mujeres aunque digan que no, por su posición de poder y por lo que intimida a una chica que va a ver a un concierto y que está con su artista favorito a punto de acostarse.
Es un juego peligroso que hay que parar. Yo lo he hecho alguna vez, aunque conscientemente no he sometido a nadie cuando me ha dicho que no, pero he utilizado mi privilegio de artista para tener relaciones sexuales y eso está mal. La línea es muy delgada y por ello hay que bajarse del carro y tener relaciones más reales, más equitativas y más igualitarias.
Y a nivel más general, con cuestiones como la sentencia de ‘La manada’ de fondo, ¿cómo ves la situación?
La sentencia es así porque el sistema es patriarcal y hay gente que no hace esta reflexión. Vivimos en la cultura de la violación desde la pornografía que consumimos desde niños, que nos educa en relaciones sexuales patriarcales misóginas. Y así lo viví yo, consumiendo pornografía desde los doce (ya no la consumo), y teniendo relaciones desde los quince. Y esto lo puedo reconocer porque ahora tengo 23 años y he tenido suerte de encontrarme con gente que me ha hecho darme cuenta de que yo no estaba en el camino en el que quería estar. Pero claro, eso es una suerte. Si todos reproducimos lo que vemos y todos hemos consumido pornografía, todos tenemos relaciones absolutamente desiguales, para nada equitativas. Estamos por placer y me da igual que la otra persona sea mi novia y la ame con locura.
El sistema es patriarcal porque aunque nos criemos en círculos en los que el feminismo nos esté desarrollando, porque nos desarrolla y hay que agradecérselo, hay un montón de gente que todavía no asume que vive en una sociedad patriarcal y cree que los actos que tiene no son machistas y que el machismo es sólo pegar a una mujer.
Todo esto se ve hasta cómo en cada San Fermín se manosea a las mujeres y se entiende que el enseñar las tetas da derecho a tocarlas. Todas las cosas que suceden en nuestro contexto repercuten en que asumamos que si cinco hombres han metido a una chica en un portal, en unas condiciones que no sabemos cuáles son y se la han follado habrá sido porque ella ha querido y lo habrá disfrutado. Eso es una cuestión social, que asumimos como sociedad que es así y lo jueces y políticos reproducen lo que la sociedad piensa de algún modo.
A la gente sólo le queda asumir el feminismo o hacer el ridículo
¿Y la respuesta social?
Estábamos el otro día manifestándonos en Granada y veía como la gente que pasaba por allí y pensaba quién es capaz de colocarse en otro lugar. Quién tiene tan escasa sensibilidad para decir no a esto, porque no es una cuestión ideológica sino de salud mental. Es complejísimo.
Además, el feminismo es lo único que está poblando las calles ahora mismo, es el único istmo que nos pilla de nuevas aunque lleva muchos años. Todos los -ismos nos vienen de vuelta y no se adaptan en la sociedad en la que vivimos y no podemos asumir el siglo XXI desde el manifiesto de Marx nos guste o no. Porque vivimos en el siglo XXI y, aunque podamos aprender mucho del manifiesto, no podemos asumirlo desde ahí.
El feminismo se está adaptando al tiempo que nos ha tocado vivir, por eso es el único -ismo que nos puede hacer transformar realmente, a pequeña escala. Como dice Federici, si asumimos el feminismo como algo capitalista, qué vamos a transformar. Habrá menos violencia en el mundo, seguro, pero no vamos a cambiar el sistema. Tenemos que tener una conciencia revolucionaria a través del feminismo. El feminismo es la herramienta que al final nos lo va a poder permitir.


¿Qué nos espera de ti en los próximos meses y con qué sueñas para el futuro?
Sueño con seguir viviendo de esto y cada vez ser más feliz en todos los demás aspectos de mi vida. Conseguir ser quien quiero ser. Profesionalmente, estaremos de gira hasta octubre más o menos y, si todo va bien, entonces entraré a grabar.
Chívanos fechas o algo, anda.
(Se ríe) Tengo como trece canciones y tengo que elegir aunque a lo mejor compongo alguna más porque estoy ahora en una etapa compositiva muy fructífera para mí. He estado un año y pico sin componer y en los últimos seis meses he compuesto diez canciones. Estoy viviendo ese proceso justo. Son canciones que abundan aún más en la búsqueda introspectiva personal pero también colectiva de liberarnos de todo lo que nos encadena y oprime que no sólo es el sistema y el dinero, también nuestros comportamientos, nuestra manera de relacionarnos y los roles con los que entendemos la vida.
Musicalmente es aún más latino, con un aire de huapango del folclore mexicano, folclore argentino con un seis por ocho medio como el chacarero y tiene también cumbia encubierta. Tendrá un sonido más de directo y las canciones serán muy mías, cada vez más friki, con alguna canción que es una romanticada muy de los ochenta pero en la que te encuentras con alguien que esperabas indómita y libre, con iniciativa pero, al encontrarla, me acojono porque estar con alguien libre es muy difícil, es lo más difícil que hay.

