Ardilla voladora con gorro naranja traba amistad con mamut subhumano y cautiva a sundance
Me estoy haciendo amigo de ir al cine solo. Y el miércoles fui a ver ‘Yo, él y Raquel’.
Hablemos primero de los miércoles. Suelen ser un día duro, de esos con olor de pies y todo. Vienes cansado, con una pelota de los últimos torneos de Nadal en la cabeza y deseas que te cuenten una historia que te saque de ti cuando la buena nueva está demasiado lejos, al tenue calor de una bombilla roja.
A diferencia del bueno de Ignatius Reilly en ‘La conjura de los necios’, huyo de la chiquería para no tener que lanzarles improperios frente a la pantalla y por eso trato de buscar las últimas sesiones del día del espectador. No soporto la luciérnaga permanentemente entre las manos que a duras penas se tranquiliza a lo largo de la película. Apuran hasta el final para sacar un último selfie, a oscuras, con el restaurante Casa Jorge de fondo…
Huyo de ellos básicamente porque en esas sesiones yo quiero ser el chiquillo. Quiero ser el molesto engullidor de palomitas de la sala. No quiero codazos en el costado de censura ante los ruidos de un humano contento. Quiero que resuene fuerte mi risa de ardilla. Quiero sentir que lo que veo no es tan distinto a lo que siempre soñé con ser a los diecisiete años y sonreír por esta estupidez sin tener que justificarme. Quiero que se sienta mi aportación a la sala, con el silencio angustioso y particular del tipo raro y solitario ante el drama de una vida truncada antes de la primera cerveza.
Y ‘Yo, él y Raquel‘ hace todo esto y más.
La historia que nos cuenta Alfonso Gomez-Rejon, estadounidense con poco recorrido fílmico aunque sí seriéfilo, nos pone en el centro a Greg, Earl y Raquel. El primero es un adolescente con el cráneo de un mamut. A sus 17 años tiene una cosmovisión existencialista que intenta extirpar todo anhelo de afectividad a través de su técnica de subhumano (arrastrase por el suelo con sonidos guturales). Hace películas cutronas parodiando a los clásicos con su colega negro, jamás amigo, Earl. Ambos admiran al profesor enrollado y por qué no decirlo, dealer profesional, del instituto. Ambos conocen a Raquel por obligación. Porque se está muriendo. Porque tiene leucemia. Porque la madre de Greg le obliga a visitarla. Y él no quiere. Y ella tampoco. Pero se hacen el favor de conocerse. Y nos hacen el favor de que les conozcamos con luz, gags y sombras. Y no hay besos, y es genial. Y no hay tensión sexual adolescente, y es genial. Y no hay lloriqueo absurdo, y es genial.
Es una película amable, que extrae una conclusión vital para el común de los mortales de clase media en sociedades occidentales. La vida es una cucharada de helado de chocolate belga con monodosis de vinagre y alioli. Una cucharada de todo. Y aun así te sigues quedando con el primer sabor del chocolate…
Es ligera y te comparte fichas para jugar. Y de verdad que los días duros, los padres lo saben mucho mejor que yo, apetece este tipo de juegos donde la ternura es la prota.
Técnicamente, tal y como señalaba Aaron Cadarso en Red Carpet hay una estética, incluso propuesta, similar a Wes Anderson, especialmente al primero de todos, al de ‘Academia Rushmore’, donde encontrábamos algo más de sustancia entre los colorines.
Para los más duchos en el cine hispter-indie-adolescente, es la versión mejorada y más completa de lo que no llegó a ser aunque se aproximó ‘The Kings of Summer‘.
Hazte un favor y mírala a los ojos. Y aunque mi amigo Kirkegaardiano tenga en su estado de WhatsApp “Recomendar algo es desaconsejarlo” les hago una recomendación. Si están en Madrid vayan a ver esta película.
- ¿Lo mejor? La propuesta del director.
- ¿Lo peor? Falta de credibilidad en el personaje de Greg. Demasiado listo este chico para galopar en la pubertad.
- ¿Valoración final? Entrañable y preciosa película.
Título: ‘Yo, él y Raquel’ (‘Me, Earl and the dying girl’)
Año: 2015
Duración: 105 min.
Producción: España
Director: Alfonso Gomez-Rejon
Género: Comedia-dramática
Reparto: Thomas Mann, Olivia Cooke, RJ Cyler, Nick Offerman, Connie Britton, Molly Shannon, Jon Bernthal, Katherine C. Hughes