La historia de la caída de Númenor nos presenta un mundo (Arda) presidido por un Dios creador trascendente y lejano, Ilúvatar, y unos espíritus inferiores que custodian y gobiernan el mundo en su nombre, los Valar. Estos son una mezcla de dioses olímpicos, ángeles y fuerzas de la naturaleza, que protegen Arda al servicio de los hijos de Ilúvatar, que son los elfos y los hombres. Uno de ellos, Morgoth, se rebeló contra la “Música” de Ilúvatar, contra su plan, y buscó engañar y someter a elfos y hombres bajo su poder en vez de servirlos.
(Este artículo examina la antropología teológica contenida en ‘El Silmarillion‘, el libro en el que J.R.R. Tolkien relata el origen e historia de la Tierra Media, en la que tiene lugar la saga de ‘El señor de los anillos’ y ‘El hobbit’.)
Númenor es una isla creada para los hombres tras la caída de Morgoth, muy cerca de Valinor, donde viven los Valar. Los que escuchan a los Valar y confían en ellos van a habitar a ella, y en ella disfrutan de una situación de “gracia” y bendición: se convierten en una especie de “pueblo elegido”, que goza de la amistad de los elfos y los Valar, crecen en poder, sabiduría, fuerza y belleza, y se convierten en bienhechores de otros pueblos (hombres que desoyeron el llamado de los Valar, y que llevan una existencia más oscura, al este de Númenor). Honran a Dios en un templo en el centro de la isla, y un árbol blanco, un retoño de un árbol de Valinor, simboliza esa bendición que reciben de Dios y de los Valar. Disfrutan de una vida larga y sin enfermedades, y, cuando acaban sus largos días, se duermen en paz.
Sin embargo, con el tiempo una sombra empieza a extenderse sobre la felicidad de esos hombres. Empiezan a inquietarse ante la realidad de la muerte, y a envidiar la suerte de sus hermanos los elfos, que no mueren si no es por muerte violenta. Empiezan a desear viajar a la isla de los Valar, al oeste pensando que vivir en ella les hará inmortales. Aman esta vida y aman Arda, la Tierra, y no entienden por qué deben dejarla.
“And the Númenóreans began to murmur, at first in their hearts, and then in open words, against the doom of Men, and most of all against the Ban which forbade them to sail into the West. And they said among themselves: ‘Why do the Lords of the West sit there in peace unending, while we must die and go we know not whither, leaving our home and all that we have made?(…) For of us is required a blind trust, and a hope without assurance, knowing not what lies before us in a little while. And yet we also love the Earth and would not lose it”
Y se empiezan a encontrar con el corazón dividido, navegando hacia el este y con el corazón mirando hacia el oeste, hacia Valinor.
“Eastward they must sail, but ever west their hearts returned. Now this yearning grew ever greater with the years; and the Numenoreans began to hunger for the undying city that they saw from afar, and the desire of everlasting life, to escape from death and the ending of delight, grew strong upon them; and ever as their power and glory grew greater their unquiet increased”
Los Valar tratan en vano de explicarles que la muerte es el don de Ilúvatar a los hombres, y no un castigo. Mientras los Valar y los elfos se ven ligados al destino del mundo, al Destino, a “la música de los Ainur”, los hombres gozan de una misteriosa libertad, por la que trascienden el mundo. Mientras los elfos y los Valar tienen que soportar el peso de las edades, los hombres escapan, trascienden esta vida:
“The Eldar, you say, are unpunished, and even those who rebelled do not die. Yet that is to them neither reward nor punishment, but the fulfilment of their being. They cannot escape, and are bound to this world, never to leave it so long as it lasts, for its life is theirs. You escape, and leave the world, and are not bound to it, in hope or in weariness. Which of us therefore should envy the others?”
Los Valar reconocen que no saben con certeza cuál es el destino que Ilúvatar tiene reservado a los hombres, pero se cree que tendrán un papel clave en la Música final con la que Eru Ilúvatar rehará el universo. En todo caso, les dicen, lo que está claro es que su viaje no acaba en los Círculos del Mundo:
“But this we hold to be true, that your home is not here, neither in the Land of Aman nor anywhere within the Circles of the World. And the Doom of Men, that they should depart, was at first a gift of Ilúvatar. It became a grief to them only because coming under the shadow of Morgoth it seemed to them that they were surrounded by a great darkness, of which they were afraid; and some grew wilful and proud and would not yield, until life was reft from them. We who bear the ever-mounting burden of the years do not clearly understand this; but if that grief has returned to trouble you, as you say, then we fear that the Shadow arises once more and grows again in your hearts”
En efecto, esa “sombra” que ha caído sobre ellos se debe a una voluntad extraña, que ha sembrado esa inquietud. Cuando sucede todo esto, Morgoth ha sido hace tiempo derrotado por los otros Valar, pero sus mentiras siguen dando fruto en el mundo:
“Yet the lies that Melkor, the mighty and accursed, Morgoth Bauglir, the Power of Terror and of Hate, sowed in the hearts of Elves and Men are a seed that does not die and cannot be destroyed; and ever and anon it sprouts anew, and will bear dark fruit even unto the latest days”
Esa semilla, por tanto, ha encontrado quien le escuche. Más adelante, será el mismo Sauron, lugarteniente de Morgoth (que luego será el malo del Señor de los Anillos), el que, disfrazado de ángel de luz, presentándose como un sabio bienhechor de los hombres, alimentará ese fuego y tratará de dirigirlo contra los Valar, buscando en realidad la destrucción de los hombres.
Entendámonos: el deseo de vivir para siempre y el amor a la Tierra no provienen de la tentación. Han estado siempre ahí, forman parte de la naturaleza del hombre. Los mismos Valar reconocen que ese deseo ha sido sembrado en sus corazones por Dios, Eru-Ilúvatar,
“The love of Arda was set in your hearts by Ilúvatar, and he does not plant to no purpose. Nonetheless, many ages of Men unborn may pass ere that purpose is made known; and to you it will be revealed and not to the Valar”
De hecho, la insinuación sobre el papel final que tendrán los hombres al final de los tiempos, permite al lector intuir que los hombres reencontrarán Arda cuando Ilúvatar renueve todas las cosas, y, en lenguaje cristiano, “haya unos cielos nuevos y una tierra nueva”. Como sintetiza el libro:
“(Ilúvatar) willed that the hearts of Men should seek beyond the world and should find no rest therein; but they should have a virtue to shape their life, amid the powers and chances of the world, beyond the Music of the Ainur, which is as fate to all things else; and of their operation everything should be, in form and deed, completed, and the world fulfilled unto the last and smallest. It is one with this gift of freedom that the children of Men dwell only a short space in the world alive, and are not bound to it, and depart soon (…) wherefore they are called the Guests, or the Strangers. Death is their fate, the gift of Ilúvatar, which as Time wears even the Powers shall envy. But Melkor has cast his shadow upon it, and confounded it with darkness, and brought forth evil out of good, and fear out of hope. Yet of old the Valar declared to the Elves in Valinor that Men shall join in the Second Music of the Ainur”
Así pues, esos deseos de vida inmortal y de amor a la Tierra son buenos. La clave – les recuerdan los Valar – es que están llamados a confiar. Los hombres no alcanzan su realización (“the fulfilment of their being”) con sus actos ni sus conquistas, ni en una vida inacabable. Están hechos para trascender, y su plenitud no la alcanzarán con sus propias fuerzas, sino a través de una relación, una relación de confianza y amor con su Creador. Por ello, les exhortan a la confianza:
“The Valar bid you earnestly not to withhold the trust to which you are called, lest soon it become again a bond by which you are constrained (…) Hope rather that in the end even the least of your desires shall have fruit”
El deseo no satisfecho nos coloca en la encrucijada: confianza y abandono o blasfemia y rebelión. Los hombres de Númenor optan por lo segundo. No están dispuestos a confiar, y empiezan a vivir con avidez, apegándose a la vida y temiendo la muerte. Sin esta relación de confianza, nace la angustia ante la propia finitud, ante un futuro limitado y sin esperanza:
“(…) for they wished still to escape death in their own day, not waiting upon hope. And Atanamir lived to a great age, clinging to his life beyond the end of all joy; and he was the first of the Númenóreans to do this, refusing to depart until he was witless and unmanned, and denying to his son the kingship at the height of his days”
Los hombres de Númenor empiezan a buscar cómo conseguir la inmortalidad, pero logran sólo retrasar la muerte y conservar los cadáveres, y su isla se empieza a llenar de grandes y silenciosos mausoleos. Se enfría su amistad con los elfos y los Valar, a los que temen primero, y desafían abiertamente después. El libro presenta la paradoja de que, mientras más ansiosamente buscan vivir para siempre, más infeliz y oscura se vuelve su vida. Sus años se acortan, y en vez de dormirse en paz, enferman, se vuelven locos, mueren histéricos y maldiciendo. Y a falta de inmortalidad, crece su amor al dinero. Se vuelven violentos y egoístas, dejan de ser maestros y bienhechores de otros pueblos, para empezar someterlos y a explotarlos.
¿Por qué sucede esto? Tal vez porque los hombres no se dan cuenta de que, al dejar de confiar y romper su relación con sus hermanos los elfos, con los Valar y con Dios, están cortando las raíces mismas a través de las cuales les llega la vida, la bendición, la plenitud de la que disfrutaban. Buscando la vida cosechan la muerte, porque no aceptan su condición de creaturas que reciben la vida (vida que no es sólo el hecho bruto de existir, sino también vida en plenitud, felicidad: riqueza personal y existencial).
Esto queda ejemplificado muy claramente en el acto de cortar el Árbol Blanco de Númenor, que venía de la tierra de los Valar. Isildur (el tatarabuelo de Aragorn, más o menos) logra rescatar un retoño, y es el árbol mismo el que le curará de sus heridas, con sus hojas medicinales. Buscando la vida, los hombres de Númenor se dedican a cortar el árbol que se la hubiera dado.
La cima de la locura llega con el rechazo de Dios, que creen ser una mentira de los Valar, y adorando la Oscuridad, y ofreciéndole sacrificios humanos a Melkor-Morgoth:
‘Who is the Lord of the Darkness?’ Then behind locked doors Sauron spoke to the King, and he lied, saying: ‘It is he whose name is not now spoken; for the Valar have deceived you concerning him, putting forward the name of Eru, a phantom devised in the folly of their hearts, seeking to enchain Men in servitude to themselves. For they are the oracle of this Eru, which speaks only what they will. But he that is their master shall yet prevail, and he will deliver you from this phantom; and his name is Melkor, Lord of All, Giver of Freedom, and he shall make you stronger than they.’
Los hombres de Númenor se alzarán en guerra contra los Valar (todos, excepto un pequeño resto, que permanece fiel durante todos esos años e intenta inútilmente convencer a los demás). Y al final, la isla será destruida, y sólo se salvará ese resto de hombres, que empezará una vida nueva en el continente. Con una diferencia: Ilúvatar cambia la forma del mundo, de modo que los hombres no puedan encontrar Valinor navegando hacia el oeste:
“New lands and new seas were made; and the world was diminished, for Valinor and Eressa were taken from it into the realm of hidden things”
Y los esfuerzos de los marineros de edades sucesivas por encontrar Valinor fueron todos inútiles:
“They found it not. And those that sailed far came only to the new lands, and found them like to the old lands, and subject to death. And those that sailed furthest set but a girdle about the Earth and returned weary at last to the place of their beginning; and they said: ‘All roads are now bent.’”
Así pues, tras el “pecado” de Númenor parece cerrado el acceso a la trascendencia: ya no hay paraíso visible en la Tierra, que recuerde a los hombres su destino final. El libro de la Caída de Númenor nos deja ante un mundo necesitado de rendención. Parafraseando el final del Silmarillion:
Here ends the SILMARILLION. If it has passed from the high and the beautiful to darkness and ruin, that was of old the fate of Arda Marred; and if any change shall come and the Marring be amended, Manwe and Varda may know; but they have not revealed it, and it is not declared in the dooms of Mandos.
Sin embargo, se entrevé una promesa de redención: cuando el más grande de los Valar, Melkor-Morgoth inició su “disonancia” rebelde en la música celestial, Ilúvatar levantó la mano por tres veces, creando nuevas melodías que armonizaban con las disonancias de Melkor, poniendo el mismo mal al servicio de su melodía, haciendo de él ocasión de mayor bien y belleza. Y del mismo modo, hablando de los hombres que vendrían, anunció que sus rebeliones serían al final ocasión de redención y mayor gloria de la Música final:
Ilúvatar knew that Men, being set amid the turmoils of the powers of the world, would stray often, and would not use their gifts in harmony; and he said: ”These too in their time shall find that all that they do redounds at the end only to the glory of my work.’ Yet the Elves believe that Men are often a grief to Manwe, who knows most of the mind of Ilúvatar; for it seems to the Elves that Men resemble Melkor most of all the Ainur, although he has ever feared and hated them, even those that served him.
Breve síntesis conclusiva:
Tolkien nos presenta al hombre como un hijo predilecto de Dios, dotado de un espíritu libre, que emerge por encima del hado fatal y mecánico que gobierna el mundo. Un ser inquieto y creativo que puede ser su instrumento privilegiado para llevar la Creación a su plenitud. Un ser desequilibrado, constitutivamente finito y limitado, pero con unos deseos que no encuentran satisfacción en el espacio (los círculos del Mundo) ni en el tiempo (su limitada vida): un ser finito y temporal, hecho para lo infinito y eterno. Y, por lo mismo, un ser que sólo se realiza en la confianza y en el amor con el mismo Dios, en una relación de aceptar su paternidad amorosa y confiar en que Él llevará a cumplimiento esos deseos inscritos en el corazón del hombre.
Este ser, sin embargo, puede ser insidiado por una oscura voluntad extraña, que insinúa la desconfianza hacia Dios e incita a alzarse contra la propia condición de creaturas, buscando conquistar la Vida por la fuerza.
Para Tolkien, el Mal inicia con aspecto de humanismo filantrópico autosuficiente y acaba con sacrificios humanos y adoración de la Oscuridad. La libertad del hombre será ese ingrediente dramático que hará de la historia del mundo la batalla entre las dos ciudades de San Agustín: la de los hombres que pondrán su peso existencial sólo en ellos mismos, buscando una seguridad y control autárquicos y cerrados, y la de los “descentrados” que, poniendo su centro y su peso existencial más allá de sí mismos, en Dios y en sus hermanos, encuentran en la confianza y en el amor “the fulfilment or their being”, el cumplimiento y realización de su ser.