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Juego de Cínicos: “Si crees que esto tendrá un final feliz, es que no has estado prestando atención”

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La ficción o el relato fantástico dice más del lector que de las acciones que allí se relatan. Su propiedad es la de, mediante el juego del relato mítico, la imagen épica y el diseño fantástico, mostrar las cualidades humanas más comunes, para que el lector o el espectador se encuentre, necesariamente, identificado con alguno de los personajes, o se reconozca en algunos de los roles que allí se representan.


Trasladarle a un mundo fantástico y tensional, es, ante todo, jugar con la idea de posibilidad, proponiendo olvidar la propia realidad para asumir otra, sin dejar de ser quien uno es.

Esta es, entre otras, la genialidad que hace, desde hace 8 años, de la serie “Juego de Tronos” algo espectacularmente atrapante. Sugerir permanentemente, un cierto tipo de paralelismo con la realidad del espectador, sin importar la edad, el sexo o en qué parte del globo se encuentre. Por dar un ejemplo, seguramente se ha visto el vídeo del capítulo tres de la temporada ocho, que ha dado vueltas por las redes, el cual es sencillamente espectacular. Este capítulo se proyectó en un bar- desconozco donde- y, en el momento (cuidado: haré spoiler), en que Arya Stark clava la daga en el vientre del Rey de la Noche, el bar explota de la alegría eufórica, al nivel de haber ganado el último partido de la Copa del Mundo.

Posicionar al público a punto tal de sentir hasta el aleteo de un dragón sobre la propia cabeza. El hallar y percibir con exquisita sensibilidad sentimientos comunes como: decepción, dolor, gozo o la euforia de los personajes; haciendo que, quien se involucre con la serie, verdaderamente tome partido, asuma decisiones y se proyecte en la escena. 

Juego de Tronos pone sobre la mesa ciertos sentimientos de cinismo, de euforia, incluso de coraje que, en cierta medida, todos llevamos dentro, guardados en el baúl de lo inconsciente y que, libremente podemos depositar en la serie con la seguridad de poder hacer una catarsis que no dure más de dos horas y permitir salir ilesos de ahí. Nos parece oportuna la reflexión de Lucrecio: “Nos causa júbilo observar los males de los que estamos exentos”.

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La conjetura en este artículo se basa en observar cómo el modelo de los personajes principales, especialmente el modelo del cínico que es trasversal a toda la serie, es lo que, en el fondo, capta al espectador, como si este modelo fuese la manifestación inconsciente de algo personal, que provoca, al verlo cierta satisfacción o tranquilidad, ya que permite al público participar de la trama, haciendo consciente la propia miseria. Eso sí, con la seguridad de hacerlo desde fuera de la serie.

Pero la mayor admiración se supone que surge principalmente por la inteligencia que poseen, por la retórica que utilizan, pero, sobre todo, por el cinismo con el que hacen frente a la circunstancia.

‘LITTLE FINGER’ HA DEMOSTRADO SER EL GRAN CÍNICO DE WESTEROS A LO LARGO DE TODA LA SERIE – MAQUETACIÓN BY DEMOCRESÍA

¿Por qué se puede afirmar que es interesante el análisis de este aspecto? Porque aun cuando se trata de una realidad que es completamente ajena al día a día del espectador; le vincula un sentimiento de profunda pertenencia con los protagonistas y con lo que allí sucede. Con la cualidad propia, de que, si es el cinismo lo que hace de Juego de Tronos lo que es, y el espectador espera con ansias ver capítulo tras capítulo, para, de alguna forma verse a sí mismo en él, podemos decir, que, en el fondo, se es inconscientemente, más cínico de lo que se piensa

A partir de esto, también, le vinculan sentimientos, inseguridades y fantasías varias. Porque lo que los personajes sienten no es tan distinto, aunque parezca mentira, a lo que puede sentir el espectador en su cotidianeidad. Puesto que, la tensión por sobrevivir, por ganar, por ser más, por evitar sufrir, es, en el fondo, una tensión universal. Todos conocen, o tienen en mente una persona que encarna en su carácter a Cercei, por ejemplificar: alguien que, al mismo tiempo, provoque rechazo, temor y furia.

Porque el cínico duda, permanentemente y de modo irónico, de la sinceridad en las intenciones de los hombres. Comprende que las acciones siempre son de dudoso mérito. Si se piensa, por ejemplo, en el último capítulo de la séptima temporada:’ El dragón y el lobo’, Jon Snow y Daenerys Targaryen buscan convencer a Cersei a que acepte una tregua para dejar de lado sus diferencias y concentrarse en ‘El rey de la noche’. Sinceramente, ¿el espectador creyó en las buenas intenciones de Cersei?

El cinismo impide gestionar lo que se siente. Es el nihilismo disfrazado de ironía venenosa. 

Los guionistas de Juego de Tronos han logrado abrir las ventanas corrompidas por lo cínico. Y lo que los ha hecho grandes, es que, probablemente y sin saberlo, respondieron a la demanda de una sociedad que necesitaba ver este fenómeno con claridad e involucrarse con ello. 

En lo relativo a valores, animarse a ponderar la serie como un cultivo de virtud podría ser un pecado contra el buen gusto estético de la misma. La propia serie es un comercio despiadado de intereses.

Sentimientos nobles como el amor, la empatía o similares quedan relegados a los personajes secundarios. Los personajes principales, en su mayoría se constituyen y se conforman esencialmente con mirar el mundo desde la atalaya del cinismo.

En primer lugar, como estrategia de conquista: Juego de Tronos es el Monopoly más extenso de la historia.

En segundo lugar, y más fundamentalmente, el cinismo vale como medio de vínculo con el otro, que representa principalmente, una amenaza, una inseguridad permanente para los intereses personales.

Hay una mezcla que pone en rigidez al espectador en relación con lo que “se debe” y con lo que “se quiere”. Kant también forma parte de Juego de Tronos. Y esto, al espectador, le termina fastidiando. Quien sigue la serie Juego de Tronos, se enfrenta permanentemente a lo largo de ocho temporadas a un cierto tipo de imperativo categórico. Lo anhela, pero le escapa al mismo tiempo. Ese imperativo que reza: “Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal”parece que necesariamente está presente buscando en algún momento aparecer en algún personaje, solo que no ocurre. En el “cinismo de Juego de Tronos” no hay una ética fundamental. El cínico desprecia la moralidad estándar. No busca ideales de sabiduría, por eso es cínico el inmoral, el desvergonzado que, como vemos en la serie, ahorca, pero también ahoga. Siempre con una sonrisa en los labios.
El arte del cínico es estimar con desprecio. No se inventa sentimientos, tampoco los finge. Simplemente muestra su desprecio con cierta apariencia estimativa:

“La hipocresía oculta pensamientos inconfesables; el cinismo los confiesa y los pone en práctica como si estuviera diciendo y haciendo lo contrario de lo que dice y hace” . (Razón y cinismo, Cesar Espada) 

Se puede decir que la serie Juego de Tronos, es la excusa perfecta para adentrarse en las catacumbas del propio cinismo que se proyecta de modo ficcional, aprovechando la posibilidad de tomar conciencia frente a la trama, poder también tomar distancia, y preguntarse de donde salen las percepciones personales y, ante todo, no perder la capacidad de explorarse y maravillarse frente a uno mismo.

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Filósofo y profesor, actualmente desarrolla una investigación sobre el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el departamento de humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria.

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