Netflix no da datos de audiencia, ni los ha dado, ni parece que los dará. Esta es una buena estrategia si quieres que tus usuarios vean tus productos sin estar condicionados por el share o si son tendencia o no. No sabemos qué resultado están teniendo las series originales de Netflix porque hay de todo y para todos los gustos. ¿Serán rentables?
En el caso de la superproducción Sense8 firmada por The Wachowski y J. Michael Straczynski, quizá sí esté teniendo buenos datos pero más que por la serie en sí por el sello Wachowski que lleva años viviendo de las rentas de Matrix.
Ocho personas desconocidas entre sí y de distintas nacionalidades, profesiones y sexo empiezan a experimentar una conexión mental y emocional entre ellos a partir de la visión de un suicidio. Todos tienen la misma edad y han nacido el mismo día. No saben el porqué de esta conexión ni su alcance pero empiezan a descubrir que hay un villano que quiere acabar con ellos. Quizá la temática nos suena a los X-Men o Heroes, es cierto, pero la idea de estos seres humanos interconectados da mucho juego y ofrece muchas posibilidades.
El arranque es portentoso y muy simbólico. En una iglesia abandonada, una mujer sufre dolores de parto y da a luz a estos ocho sensate (sense8) que con 27 años empiezan a experimentar esta conexión.
La primera temporada ofrece un mundo muy atractivo llevado por unos personajes bien presentados y dirigidos. Es fácil empatizar con alguno porque los hay para todos los gustos y rarezas. La genialidad de las escenas en las que están todos presentes en la vida de uno de ellos y cómo ponen en juego sus talentos nos despiertan el deseo y sentido de la relación del hombre: uno en relación es más fuerte. Pero esto se agota pronto, porque no van hasta el fondo antropológico y de sentido de lo que proponen.
La serie tiene buenos ingredientes: actores, directores, idea original, amplio presupuesto… Pero por los capítulos de la segunda temporada parece que no ha sabido mantenerse. La potencialidad de la trama no la han sabido explotar y con el paso de los capítulos se vuelve lenta, repetitiva y con demasiada información para entender el conflicto. Si la primera temporada está bien estructurada la presentación de los personajes y las escenas de acción aparecen bien resueltas y convenientemente esparcidas para deleite del espectador, la segunda flaquea porque no hay puntos de giro ni drama interesante que mantenga la atención ¡y eso que hay ocho historias diferentes para explotar!
Incluso entre una temporada y otra se aprecia un cambio significativo en los personajes que no responde a su evolución por falta de originalidad en los conflictos. Los ocho agraciados empiezan a repetir máximas políticamente correctas de coaching barato que dejan a Mr. Wonderful a la altura del betún.
La verborrea flower power happy world de la segunda temporada choca con unos personajes que están luchando por sobrevivir y cuyas vidas no son fáciles. Hay escenas en las que hay tanto azúcar en los diálogos que uno espera que aparezca Tiffy, de Candy Crush, para anunciarnos un Sugar Crush! de felicidad ideológica y buenismo amoroso.
Si la genialidad de The Wachowski se veía en sus tramas, diálogos, puesta en escena y sentido último al que interpelaban, en la segunda temporada de Sense8 los diálogos han sido devorados por la ideología, las tramas son simples con puntos de giro previsibles y la puesta en escena no brilla porque no está acompañada.
¿Acaso The Matrix fue un golpe de suerte de Larry y Andy Wachowski? No lo creo porque firmaron otros guiones igual de interesantes como V de Vendetta y su última creación, Jupiter Ascending es pasable aunque flaquea, entre otras cosas de ritmo. ¿Qué les ha sucedido a The Wachowski? ¿Dónde ha quedado ese mundo ficcional que nos despertaba a la cuestión sobre la verdad, la realidad y el conocimiento humano?
Como afirma Álvaro Abellán en Dialogical Creativity sobre los creadores de Ciencia Ficción, «creo que el modo en el que plantean y responden a estas cuestiones últimas tiene mucho que ver con la calidad de sus universos ficcionales. Cuando las obras no plantean estas preguntas, son mero pasatiempo». The Matrix es un clásico, Sense8 es un pasatiempo. Pese a que el mundo ficcional está bien planteado, las preguntas existenciales han sido sustituidas por conflictos sociales y respuestas fáciles e insustanciales.
The Matrix fue firmado por Larry y Andy Wachowsky, Sense8 lo firman Lana y Lilly Wachowsky. Con esto no quiero decir que la transexualidad de estos creadores les haya empeorado porque a priori una operación de este tipo no tiene por qué afectar a la capacidad creativa, pero sí intuyo que se les ha colado hasta el tuétano cierta ideología bajo cuyas garras ha caído Sense8.
Esto se percibe si comparamos ambas producciones. Si en The Matrix Larry y Andy fueron capaces de hacernos cuestionar las certezas de nuestra propia realidad, Lana y Lilly no nos cuestionan nada en Sense8 (y tienen material para ello) sino que nos educan, al estilo adolescente de Glee, en la ecología, la política, la ideología de género y cualquier idea políticamente correcta susceptible de likes twitteros.
Casi os recomendaría que no pasarais de la primera temporada, pero… juzgad vosotros mismos.