[RÉPLICA] 6 razones para NO engancharte a The Leftovers

En Democultura/Series por

Señoras y señores, Damon Lindelof lo ha vuelto a hacer. Si en el 2004 nos tuvo 6 años jugando con nosotros en la isla de Perdidos, ahora vuelve a la carga con las mismas astucias narrativas en The Leftovers cuyo único mérito ha sido sacar algo de provecho interpretativo a Liv Tyler y su gastado papel de niña buena.

¡Les advierto! Están a tiempo de invertir su tiempo en otro menester más productivo porque tres temporadas son un número de horas considerables y esta producción adolece de un arranque interesante que pierde fuelle por unas situaciones rarunas sin sentido alguno.

[Este artículo responde a otro publicado un día antes en esta revista]

Son muchos los modernos outsiders que ensalzan esta serie para posicionarse en fenómenos minoritarios que les hacen ser clones exclusivos de sí mismos y poder decir que son seguidores de formatos con poca audiencia, como si el resto de los mortales comunes nos estuviéramos perdiendo algo. Aquí van seis razones para no seguir esta serie a partir de las mismas razones expuestas en este mismo medio:

1. The Rapture: sin novedad en el frente

El arranque de la serie es muy efectista pero sin novedad. El 2% de la población mundial se desvanece al mismo tiempo sin explicación alguna. Algo muy parecido al fracaso comercial de Flashforward en el que algo sucede mundialmente sin explicación aparente. ¿Habrá relación entre los que están detrás de estas series?

Este hecho insólito perturba la vida cotidiana a nivel mundial y más que buscar explicaciones a esta tragedia, es la oportunidad para mantener en vilo al espectador mientras suceden más cosas extrañas en un pueblo singular de Estados Unidos.

Nuestro guionista-ilusionista comienza a introducir distintos fenómenos y extrañas casualidades en la vida de este pueblo que ni explica ni da respuesta. No es un apocalipsis ni “metafísico” ni “sobrenatural”, es una crítica a la explicación religiosa de los misterios que envuelven la realidad. El único que da respuesta es un desequilibrado pastor protestante que se construye su propia empresa de falsa esperanza.

Algunos afirman que este hecho retrata no la destrucción del mundo sino la pérdida del hogar, cuando el hecho de la pérdida del hogar ya es un hecho antes de este fenómeno Cuarto Milenio.

Tampoco «ofrece una sorprendente perspectiva existencialista sobre un argumento apocalíptico» porque no hay argumento sostenible ni posición moral, ésta va variando a lo largo de las tres temporadas cuyo hilo conductor es un policía esquizofrénico con cualidades mesiánicas forzadas por otro grupo de crédulos que hieren la sensibilidad del espectador religioso.

2. Una serie de misterio que no trata de resolver el misterio

Aquí está el ardid de Lindelof, en este caso asociado con el autor de la novela en la que se basa. Como en las malas telenovelas se van introduciendo puntos de giro incomprensibles que te arrastran al siguiente capítulo en busca de alguna posible respuesta hasta un punto a mitad de la segunda temporada en la que no sabes si estás viendo un drama familiar, la recreación de un Expediente X, una serie de conspiración terrorista con mujer fatal de por medio o ramalazos oníricos a lo David Lynch. Eso sí, todo con un buen presupuesto y una estética muy cuidada.

Pero temo decir que en Perdidos había mucha más coherencia y narración que aquí. La diferencia es que ver Perdidos era algo ordinario, un fenómeno de masas, y ver The Leftovers es de minorías con tiempo de sobra para perderlo.

Creo que calificarlo de «drama religioso» es prostituir el lenguaje en busca de justificaciones infundadas y decir que el espectador a menudo «acaba sin aliento los capítulos» me causa mucha curiosidad por ver la modalidad gore en la que algunos atrevidos críticos ven las series en casa.

3. La im-posibilidad de redención

«The Leftovers es, no lo vamos a negar, una serie difícil de ver». Con esta frase literal de los followers de esta serie se pone de manifiesto la posición hípster cool de la que parten en la que se auto sitúan entre los «leftovers» que sí comprenden lo que es «difícil de ver».

Los personajes que nos ofrece la serie están golpeados por un Destino caprichoso e irracional en el que no existe posibilidad de redención. ¿Por qué no existe? Porque no saben a qué atenerse. Sus creadores (porque a partir de la segunda temporada ya han dejado la excelente novela atrás) han dibujado un mundo caprichoso, inestable, inconstante en el que uno no sabe a qué atenerse y por tanto cualquier respuesta redentora es inútil. No es posible la fe ni la esperanza porque no hay certeza de nada.

Ni siquiera el policía Kevin Garvey, sobre el que recae la más histriónica sucesión de fatalidades, puede tomar decisiones adecuadas, aunque da igual porque haga lo que haga, por más estrambótico que sea, nos abre una nueva pregunta que no será respondida jamás. Hay una clara crítica y banalización a aquellos que creen que existe el Misterio en la realidad y entienden este misterio como razonable. Todo lo sobrenatural es introducido en el mismo saco. The Leftovers es la vuelta al capricho de los dioses del Olimpo y, por lo tanto, al caos existencial.

4. Kevin Garvey, el pastor Matt Jamison, Holy Wayne: personajes fascinantes… Y ¿Liv Tyler?

Se vuelve a repetir el patrón de Perdidos en el que todo sucede en un lugar donde acontecen fenómenos raros y los protagonistas están desorientados. Si antaño fue una Isla, ahora son tres pueblos cualesquiera de tradición anglosajona.

El sheriff Kevin Garvey encarna al héroe que no quiere serlo y que es encumbrado desmesuradamente por los demás. De nuevo la postmodernidad nos destruye modelos de vida y uno se convierte en héroe por accidente.

El pastor Matt Jamison se mofa del hombre de fe. Este personaje se aferra supersticiosamente a cualquier signo inusual para infundar falsas esperanzas a los demás creando una iglesia superlativamente protestante y liberal.

Y Holy Wayne es un farsante con rápidas soluciones afectivas que se monta un harén de asiáticas y que en la serie se le ensalza como posible mesías o elegido por la divinidad. Hay personajes secundarios mucho más interesantes a lo largo de las tres temporadas pero que no son rescatados en la crítica de los followers porque responden descaradamente a la crítica social hacia lo religioso que hace la serie en cada uno de sus capítulos.

Un gran acierto es el personaje que encarna Liv Tyler (¡y qué encarne!) y la interpretación majestuosa que realiza. Por favor, no vean doblada al español la serie, solo por deleitarse con el tono de voz esta mujer. Es un personaje bien construido, con una respuesta ante la locura irracional que plantea la serie bien desarrollada y con un punto de giro que, aunque desproporcionado, sí que introduce aliciente a la pésima trama. Será la nueva femme fatale de sus cálidos sueños.

5. The Guilty Remnants: una mirada descarada e irrespetuosa sobre la experiencia religiosa

 El Remanente Culpable es la mejor encarnación del villano como grupo social que he podido ver en una serie. Lo más próximo a ella es la secta descrita en The Following que sí que extremecía.

El Remanente Culpable llama poderosamente la atención por la estética que tienen (copia entre La Naranja Mecánica y un cuadro de El Bosco) y el voto de silencio que nos remite a ciertos monjes ortodoxos que, por motivos religiosos, toman esta decisión, pero claro, aquí estas víctimas sectarias no tienen un motivo racional para desmesurada opción de vida.

El poder destructivo de las sectas queda bien dibujado en las dos primeras temporadas y acierta en desnudar los intereses que hay detrás de cualquiera de ellas pero la serie deja un poso de aprobación a aquellos que deciden entrar, pero es normal dado el mundo que dibuja la serie. El recurso al malo que fuma aparece de forma desmedida en este villano colectivo que idealiza esta práctica insaluble hasta el punto que en ningún momento se muestra los efectos nocivos del tabaquismo como la tos, los dientes amarillos o el dinero necesario para comprar esta droga social.

Si quieren ahorrarse tiempo les destaco el final de la primera temporada y las consecuencias desastrosas que tiene tocar demasiado las pelotas a la gente.

6. D`Lindelof (des)encadenado

Con The Leftovers ya sabemos qué hace Lindelof cuando le dan unos cuantos miles de dólares y de dejan dar rienda suelta a su imaginación. Si bien acierta con las novelas que elige pero destroza lo que tiene un arranque portentoso.

Con Perdidos le dieron cancha para seis temporadas, pero ahora que conoce los límites de embaucar al espectador con tramas sin respuesta, lo reduce a la mitad porque así la decepción y la expectación no son tan grandes. El mismo trampantojo de Perdidos se repite aquí y si aquella vez lo justificamos por la huelga de guionistas que hubo, The Leftovers no tiene excusa para esta tercera temporada repetitiva y carente de tensión dramática.

Se nota que los followers autoensalzados de elitistas no han hincado el diente a la tercera temporada y hablan más de oídas que de enfrentarse seriamente a la serie.

Se podrían incluir muchas más razones pero estas son más que suficientes para ignorar The Leftovers, tanto si eres de los que nunca se han acercado a ella como si eres de los que empezaron y abandonaron después del segundo capítulo. Los que estáis viendo la serie con criterio y os da igual pertenecer a esa minoría moderna sabéis bien de lo que hablo y estaréis viendo la tercera temporada porque hay que acabarla, pero sin más.

Como en la propia historia, The Leftovers se desvanecerá para siempre en el cajón de las series que mucho prometen pero poco responden.