Llevo unos cuantos días intentando escribir sobre el fenómeno de la vuelta de Operación Triunfo. Primero pensé en hablar sobre la faceta política que está teniendo esta edición y cómo influyen a los jóvenes los temas tratados y la manera de dialogarlos. En segundo lugar, me rondó la cabeza hablar de la incidencia social de un programa primordialmente musical que copa las tendencias de redes sociales y bate récords en reproducciones (todavía no en audiencia) día tras día. Por último, pensé en lo obvio: hablar de la música. Pero, ¿cómo? Pues quiero ir de lo abstracto de la música en la actualidad a lo concreto que es Operación Triunfo porque creo que quiebra el statu quo al que estábamos acostumbrados.
Me parece extremadamente complicado enjuiciar las maneras de trabajo de un artista musical a día de hoy. La hiperconectividad ha repercutido en todo, los canales de comunicación se han multiplicado en número y tienen mayor importancia en personalidades, empresas, medios de comunicación, etcétera. Cuánto más en un artista. La oferta es tan amplia desde la aparición de MySpace en 2003, sucedida por los gigantes YouTube, Spotify, iTunes y el resto de plataformas; que complica al creador sobresalir.
Los conciertos son cada vez menos contemplables como vía de inicio. Conozco a algún cantautor que sigue siendo escéptico de redes sociales y procura mantenerse al margen, hecho que me parece tan envidiable como utópico. Sucede que es prácticamente imposible que colgando un cartel en la puerta de un local, compartiendo dos canciones en YouTube y avisando a conocidos, la sala llegue a un mínimo de aforo que recompense el trabajo para el directo.
Ahora bien, ¿qué pasa con la música? Vivimos a base de hits. Los artistas, ya sea por productora o por alineación de astros, llegan a las listas de ventas y/o reproducciones. Muchísimos quedan bajo ese top. Exactamente igual que antes que las redes sociales, sí, pero amplificado. Al igual que un éxito es mucho más éxito ahora que antes -con mucho o poco trabajo tras de sí- es exponencialmente más difícil acceder a un gran público a pesar de que el trabajo sea exhaustivo.
Ya está el mapeo de la situación que no le resultará a nadie extraña porque es la vivencia del día a día. Ahora vayamos a por qué debemos estar contentos con que se haya retomado el género de Operación Triunfo, por cómo se ha retomado y el éxito que está teniendo.
Operación Triunfo 2017 muestra cómo de necesario es el trabajo para el aprendizaje de una letra, la preparación musical, la interpretación y demás aspectos para una actuación. Deja ver todo un proceso, cada vez más exigente, de mimetización con una obra que, para más inri, no es creada por los cantantes. Un horario como si de una jornada laboral se tratase a golpe de ensayo y clases, desconectados del exterior en un mundo de smartphones, una casa llena de cámaras y la presión semanal. Era imposible que el público no empatizara en un momento en el que otras invenciones de telerrealidad pecan de artificiales o estúpidas.
Así, nos plantamos frente a un grupo de chavales eminentemente jóvenes que han crecido en un mundo de números en venta con, en muchas ocasiones, escaso mensaje. Pero, cosas del casting, sus influencias van más allá: artistas de culto a nivel histórico e internacional, letristas y personas que, normalmente, destacan por su trabajo tales como El Kanka, Rozalén o Zahara. Ahora bien, ¿también hay pop comercial? También. ¿Y canciones ‘de moda’? También. Pero no es lo que destaca de la edición. Destaca que, aparte de todo esto, los participantes también tienen afinidad con la faceta de creadores, es decir: no sólo intérpretes sino que aspiran, en muchos casos, a transmitir un mensaje.
Era imposible que el público no empatizara en un momento en el que otras invenciones de telerrealidad pecan de artificiales o estúpidas.
Una cultura musical variada y nutrida, un ritmo de trabajo continuo y la desconexión con el mundo exterior se ve crecido con la empatía que provocan. Mientras que hoy en día las redes sociales son una fuente de superficialidades para dar una imagen, los integrantes de la academia están expuestos sin mucha posibilidad de mostrar su ‘mejor cara’ únicamente. Se ven discusiones naturales, diálogos sobre cuestiones cotidianas, música y problemáticas sociales como el VIH o los refugiados o incluso cuestiones morales. No es sólo la música pero tampoco nada que se aleje especialmente.
Por esto me parece necesario en parte que exista un formato como Operación Triunfo, ahora que toda la corriente televisiva está inundada de programas de poco calado a excepción de alguna serie que sobresale. Un formato que se centra en algo artístico, que apuesta por la música en televisión y da oportunidad a la música en directo, que visibiliza a artistas de todo tipo y, además, crea una conexión de tanta profundidad en tamaño y calidad con el público.