Oscar Wilde es una de las figuras literarias más influyentes del siglo XIX. El autor de origen irlandés (de una Irlanda que en aquella época pertenecía al imperio británico) es principalmente conocido como dramaturgo y cuentista, pero muchos creen que el Wilde más brillante, astuto y complejo se esconde en su faceta ensayística.
‘La Decadencia de la Mentira‘ forma, junto con otros títulos, la biblioteca de ensayos de este importante escritor victoriano. En ella, Wilde se sirve de una fructuosa conversación entre dos amigos, los sagaces Cyril y Vivian, para entonar una apología del esteticismo y del “arte por el arte”.
Aterrizando en las entrañas de Vivian, Wilde transmite una poderosa crítica contra la naturaleza y la realidad. Inquiere en que estas destruyen cualquier intento de manifestación del arte, pues ambas tratan de concebirlo sin servirse de la belleza, apartándola de su lado. De hecho y según él, el auténtico y verdadero arte reside en el esteticismo producto de la imaginación del hombre, la cual es esencialmente creadora y busca siempre formas nuevas.


Se revela como opositor de la modernidad de la forma (el trato de la literatura en la era moderna), ya que al estar basada en el realismo y tratar de eliminar lo estético, siempre conduce en cierto modo a lo vulgar. Ésta, por tratar temas de interés basados en el realismo y la verdad, atenta contra el arte y alimenta a un proceso de destrucción de la belleza, la denominada Decadencia de la Mentira. Enuncia que, como método, el realismo es un fracaso absoluto.
Vivian.- ”La tapicería moderna, con sus efectos etéreos, su perspectiva refinada, sus amplias extensiones de cielo inútil, su fiel y laborioso realismo, carece de cualquier género de belleza”.
Para Wilde, la verdadera hermosura la proporciona la mentira. La falsedad que brinda la fantasía (impulsada por la imaginación, principal fuente de poder estético) es la única capaz de crear arte, basándose en lo irreal y puramente abstracto. La mentira, al decir bellas cosas inciertas, constituye el objetivo final del arte.
No obstante, el arte precisa de la vida para darse. Inicialmente, el arte observa a la vida y la transforma con sus herramientas y métodos, creando el verdadero concepto de esteticismo. Cuando la vida no está al servicio del arte, se desmorona. La vida imita al arte mucho más y mejor de lo que el arte imita a la vida.
La belleza estética nace fruto de una relación simbiótica entre estos dos conceptos. El arte por sí solo es arte, y es hermosura. Pero sin un marco que analizar y en el que transformar la realidad que plantean la vida y la naturaleza, no hay posibilidad de sintetizar hermosura. Cuanto más estudiamos el arte, menos nos interesa –o menos nos debería interesar- la vida. El fundamento de la vida es expresarse, y el arte ofrece múltiples formas de llevar a cabo esa expresión.
Vivian.- “El arte comienza por una ornamentación abstracta, por una gran labor, puramente imaginativa, que se refiere a lo irreal e inexistente. […] El Arte toma a la Vida como parte de su materia prima, la recrea y rehace en formas nuevas, es absolutamente indiferente ante los hechos, inventa, imagina, sueña y establece entre sí mismo y la realidad la infranqueable barrera del estilo hermoso, del tratamiento decorativo o ideal. […] Cuando la Vida obtiene ventaja y arrastra al Arte a las soledades, es cuando se produce la auténtica decadencia”.
En conclusión, Oscar Wilde muestra su rechazo hacia la “estética realista” de la época. Para él eso no es belleza, sino un producto al servicio de la farsa y el fraude; una labor de embusteros que no logran apreciar el único y verdadero sentido del arte, dejando claro que este encuentra su perfección dentro de sí mismo, y no fuera. Si el arte no es estético, no es arte. Si se rastrea y no se encuentra belleza, imposible es encontrar arte.
Vivian. “El mirar una cosa es muy distinto del ver una cosa. Nada se ve mientras no se percibe su belleza”.

