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Nosferatu: el cine expresionista y los horrores del siglo XX

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El género del terror nos ha legado historias que, llevadas a la pantalla grande, han convertido a sus monstruos en leyendas con el paso del tiempo se vuelven mitos contemporáneos. Uno de ellos, y que quizá con algo de razón ha sido interpretado como el arquetipo junguiano de La Sombra, es el mito del vampiro, al que todos concebimos en el imaginario colectivo ya sea bajo la forma romántica del Drácula de Francis Ford Coppola, o portando la indumentaria clásica de Bela Lugosi o Christopher Lee, o desde una polémica perspectiva millennial, con el aspecto de Robert Pattinson.

Sin embargo, en esta ocasión no nos dedicaremos a analizar la figura del vampiro como elemento del folclore eslavo o como lo plasmaron John Polidori, Julio Verne, o Joseph Sheridan Le Fanu, sino que habremos de referirnos a la primera versión cinematográfica que abordó el mito del vampiro desde el clásico de Bram Stoker, una joya del séptimo arte que, de haberse dado efectivo y total cumplimiento a una sentencia judicial, no habría llegado a nosotros ni habría influenciado, junto al mítico Fritz Lang, creador de Metrópolis, al cine del siglo XX: Nosferatu, una sinfonía del horror.

Del Conde Drácula al Conde Orlok

En 1897 el irlandés Bram Stoker publicó su novela Drácula, inspirada en las leyendas eslavas de vampiros y en las atrocidades que se atribuían al célebre voivoda de Valaquia del siglo XV, Vlad III Drăculea, Hijo del Dragón, popularizado para la posteridad como Vlad Tepes, El Empalador, campeón de la cristiandad a su manera en la lucha contra la amenaza turca que se cernía sobre Europa. La novela, de marcada influencia romántica, narra en forma de epistolario la extraña historia de un abogado, Jonathan Harker, comprometido con Mina Murray, que ha sido enviado desde Bistritz hasta Transilvania para cerrar tratos inmobiliarios con el Conde Drácula en su castillo. Durante el tiempo que es su huésped, y también su prisionero, Harker descubre que Drácula es un personaje siniestro y malévolo, capaz de alimentar con un bebé a las tres vampiresas que viven con él, y hacer que los lobos devoren a su madre. Drácula, que adquirió una propiedad en suelo británico, viaja a Londres dentro de una caja con tierra transilvana, primero en carruaje y luego en barco, y al llegar a la ciudad, succiona la sangre de Lucy Westenra, la íntima amiga de Mina con quien estaba pasando el verano.

Entre tanto, Harker ha logrado escapar del castillo cayendo al río que lo rodeaba y siendo rescatado por las monjas de un claustro cercano, quienes informan a Mina de lo ocurrido y le piden que acuda a verlo. Lucy Westenra comienza a padecer los efectos de la mordedura de Drácula y enferma, pero mientras su prometido Arthur Holmwood, su amigo Quincey Morris y el doctor John Seward tratan de encontrar explicación a su padecimiento, lo cierto es que Lucy está convirtiéndose en vampiresa. Su severo decaimiento físico los lleva a buscar consejo del doctor Abraham Van Helsing, quien tras la muerte de Lucy, sospecha que se ha convertido en no-muerta, hecho que comprueba cuando, tras las noticias de la prensa local que hablaban de una mujer que atacaba a niños, acude en compañía de Holmwood, Morris y Seward a la tumba y la descubren vacía, sólo para constatar momentos después que Lucy lleva en sus brazos a un niño al que está succionándole la sangre. Van Helsing hace que le claven una estaca en el corazón, le corten la cabeza y llenen su boca con ajo, rito que permitiría a Lucy dejar de ser atormentada y alcanzar la paz.

Mina se casa con Harker, se entera por Van Helsing de la muerte de Lucy, y también de las terribles experiencias que Jonathan vivió durante su estancia en Transilvania, a través de la lectura de su diario. Van Helsing, convencido por Mina de que Drácula es un vampiro, decide acabar con él, pero logra escapar con la ayuda de Renfield, un maníaco que se alimenta de animales vivos en el hospital psiquiátrico que dirige Seward, y que está bajo la influencia de Drácula. El vampiro aprovecha que han dejado sola a Mina para succionar su sangre, hecho que hace que Renfield se vuelva en su contra, pero es asesinado por Drácula más tarde, acusándolo de traidor.

Mina es nuevamente mordida, y Drácula le hace beber su sangre para así establecer un vínculo entre ambos. Van Helsing y Harker tratan de matarlo, pero el vampiro escapa. Luego de sesiones de hipnosis que Van Helsing ha tenido con Mina, descubren que Drácula ha huido rumbo a Transilvania, por lo que Holmwood, Morris, Seward, Harker, Mina y el propio Van Helsing parten a su caza. Separados en grupos, por la noche las vampiresas se acercan a donde se encuentran Mina y Van Helsing, y tratan de convencerla de que se una a ellas, pero Van Helsing lo impide y por la mañana les atraviesa el corazón con estacas. Drácula, dormido mientras viaja en una caja con tierra, es escoltado por zíngaros, quienes sostienen un enfrentamiento con los perseguidores del vampiro. Drácula encuentra su final cuando Harker le corta el cuello y Morris le atraviesa el corazón antes de morir por una puñalada de un zíngaro. El vampiro muere mientras la paz llena su rostro.

Friedrich Wilhelm Murnau fue uno de los más influyentes y valiosos directores de la era de cine mudo,

La difusión de la novela de Stoker llevó a que en 1922 el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau decidiera llevarla al cine. Sin haber adquirido los derechos de la obra, Murnau optó por cambiar el título a Nosferatu, una sinfonía del horror, modificó los nombres de los personajes y los lugares donde transcurre la acción. Así, ambientada en 1838, la película nos presenta al Conde Graf Orlok, un malévolo personaje que es visitado en Transilvania por Thomas Hutter, un agente inmobiliario enviado por Knock desde Wisborg para cerrar tratos con él relacionados con la adquisición de una casa ahí. La película, rodada en Wismar, Rostock y Lübeck, así como en los estudios Jofa de Berlín y en Eslovenia, nos permite conocer un poco sobre la tradición eslava del vampirismo, que es transmitida a Hutter durante su estancia en una posada en los Cárpatos, donde la gente reacciona con espanto ante la sola pronunciación del Conde Orlok. Tras la lectura de un extraño libro titulado De espíritus aterrorizados por vampiros, sortilegios y los siete pecados capitales, que explica el surgimiento del vampiro Nosferatu a partir de la semilla de Belial y de cómo se alimenta de sangre humana, Hutter parte hacia el castillo de Orlok. La película nos muestra las horribles conductas del vampiro, quien trata de succionar la sangre de Hutter que manaba de una herida en un dedo, y que amenazadoramente se había aproximado a él una noche. El vampiro viaja a su casa recién adquirida a bordo de un barco repleto de ataúdes cargados de tierra y ratas, mientras succiona la sangre a muchas víctimas y extiende una plaga que merma a la población. Entre tanto, Hutter escapa del castillo y regresa a casa, al tiempo que Knock, bajo el influjo de Nosferatu, enferma de hidrofobia. Habiendo adquirido el Conde Orlok una casa justo frente a la suya, la joven esposa de Hutter, Ellen, lee el libro sobre vampiros que portaba su marido, enterándose de que el vampiro sólo podía ser destruido si una mujer libre de pecado le hiciera olvidar el primer canto del gallo y le entregara voluntariamente su sangre. Sospechando que el Conde Orlok es Nosferatu, Ellen advierte los peligros de la presencia del vampiro y decide sacrificarse, permitiéndole al Conde Orlok succionar su sangre hasta el amanecer, para lograr con ello que la luz del día aparezca y lo desintegre. Ellen muere en los brazos de Hutter y las muertes en la ciudad cesan. La película termina con la imagen del castillo del Conde Orlok destruido.

Los poco disimulados cambios que hizo Murnau llevaron a que Florence Balcombe, viuda de Stoker tras la muerte del escritor en 1912, lo demandara por violación al derecho de autor. Se dice que la viuda de Stoker supo de la película mediante un anónimo que incluía el programa de un evento cinematográfico con acompañamiento de una orquesta que se había llevado a cabo en el jardín zoológico de Berlín en 1922, describiendo a la película como una adaptación libre de la obra de su esposo. Aunque se cree que nunca vio la película, demandó judicialmente una compensación económica y la destrucción de todas las copias e incluso de los negativos de la cinta.

El caso, llevado por los abogados de la British Incorporated Society of Authors, obtuvo sentencia favorable en julio de 1925, siendo condenado Murnau por un tribunal inglés a entregar los negativos y todas las copias de la película para que fueran destruidos. Afortunadamente para la posteridad, algunas de las copias ya habían sido enviadas a particulares en distintos países de Europa y Estados Unidos, quienes difundieron la cinta tras la muerte de Florence Balcombe en 1937.

El expresionismo alemán en relación con el cine. La influencia del arte en Nosferatu

Reacción al impresionismo, se considera que el expresionismo surgió entre 1905 y 1910 en Munich con el propósito de oponer a las impresiones objetivas de la realidad, la expresión del artista vista como una interpretación más subjetiva que deforma la realidad.

Esta vanguardia artística respondía a la amargura del ambiente artístico e intelectual de Alemania en la última parte del periodo de la Paz Armada (1870-1914) y se extendió hasta después de concluida la Primera Guerra Mundial. Los expresionistas defendían lo subjetivo, lo irracional y entre sus manifestaciones se hacía alusión a lo sexual, lo sobrenatural, lo demoníaco, lo fantástico y lo terrorífico.

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Tratándose del cine, el expresionismo predominó luego de la Gran Guerra. Este hecho se explica a partir de las consecuencias que el conflicto trajo especialmente para Alemania. Derrotada por las democracias occidentales, el país germano vio caer su poderío colonialista y militar precipitadamente en unos cuantos años: Con la abdicación del Káiser Wilhelm, Alemania se convirtió en una endeble y débil república que debía hacer frente a las duras condiciones de paz que le habían sido impuestas por los aliados en Versalles: No sólo debía aceptar haber sido la instigadora de la guerra, sino también pagar inmensas y exorbitantes indemnizaciones a los países vencedores, reducir drásticamente sus efectivos militares y proceder al desarme, perder territorios y entregar sus colonias. La inestabilidad política y la severa crisis económica propiciaron el avance del fascismo, y un sentimiento de miseria, soledad y abandono en una sociedad que vio destruirse los sueños positivistas de una era que llegaba a su fin.

Es en ese contexto que se produce El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene, considerada la primera gran película de terror y obra maestra de la primera etapa del expresionismo, que establece en sí misma los rasgos característicos de esta vanguardia: un estilo visual oscuro y opresivo, el constante recurso de sombras y contraste con la luz, formas puntiagudas, líneas oblicuas, inclinación de estructuras y ambientes en ángulos inusuales, particularmente diagonales, espacios cerrados e inquietantes con escenarios decorados y angustiantes.

Siguiendo la vanguardia que vestía a los actores con indumentarias estrafalarias y los maquillaba en forma exagerada, caricaturizando así a los personajes, que recurría a espacios claustrofóbicos, a la distorsión y al juego de sombras, se produjeron cintas que podemos considerar actualmente de culto: El Golem (1920) de Paul Wegener y Henrik Galeen (quien también fue el guionista de Nosferatu); Las tres luces (1921), La muerte cansada (1921), Los Nibelungos (1924), El último (1924), El Dr. Mabuse: el gran jugador (1925) y Metrópolis (1927) de Fritz Lang; La última risa (1925) y Fausto (1926) de Murnau, El estudiante de Praga (1926) de Henrik Galeen, y ya en las postrimerías expresionismo, El gabinete de las figuras de cera (1924) y El hombre que ríe (1928) de Paul Leni.

En la actualidad, se entiende al expresionismo como la faceta artística del pesimismo de la época, caracterizada por la pérdida de la fe en la ciencia y la tecnología, que en las décadas anteriores a la Gran Guerra habían sido consideradas por la burguesía como la forma de alcanzar el progreso y la felicidad, lo que tras el conflicto trajo aparejado el ascenso del totalitarismo opositor a la emergente fuerza del comunismo. Muestra de ello es que se considere a El gabinete del doctor Caligari como una alegoría del militarismo alemán que controló a Alemania desde el comienzo de la guerra y hasta después de la caída del Káiser, e incluso hay quienes interpretan su contenido como un augurio del advenimiento del nacionalsocialismo.

Nosferatu pertenece indiscutiblemente al expresionismo y se da la peculiaridad de que también rompe con algunos de los parámetros básicos de la vanguardia

Por su parte, si bien Nosferatu pertenece indiscutiblemente al expresionismo, también es cierto que rompe con algunos de los parámetros básicos de la vanguardia: Con el propósito de dotar de realismo a la historia, Murnau no recurre únicamente a espacios asfixiantes y escenarios oblicuos con decorados recargados, sino que filma en locaciones abiertas, espacios naturales, especialmente para describir los bosques, el castillo de Orlok y los caminos que recorre Hutter, lo que nos lleva a pensar que Murnau se inspiró en pinturas de la época, como los trabajos de Alfred Kubin o Franz Marc.

Murnau comparte con el expresionismo el recurrir al juego de sombras para aumentar la sensación de angustia en el espectador a través de su uso para describir lo sobrenatural. El ejemplo más claro de esto es la clásica escena en que la sombra de Nosferatu se proyecta ascendiendo por las escaleras. Asimismo, la caracterización de los personajes proyecta la expresión exagerada de las emociones, particularmente cuando se trata de la ira, el miedo o la desesperación.

Por otra parte, la historia en sí misma lleva implícita la idea europea de la muerte y la desolación, posteriores a la Gran Guerra: Nosferatu es un ser monstruoso, de orejas puntiagudas, nariz afilada, calvo, escuálido, con garras y dientes frontales largos, de apariencia enfermiza y casi como una rata, de donde se desprende quizás que se crea que la etimología de Nosferatu, atribuida generalmente a nosophoros, significa portador o transmisor de enfermedades, lo cual es constatado con la descripción de la misteriosa peste que devasta a la población.

La apariencia del vampiro contrasta con la del Drácula de Stoker, ya que no proyecta una imagen aristocrática romántica (que se tornaría elegante y seductora en Bela Lugosi), tal como se describe en la novela:

–Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sientes, pero profusamente en otras partes.  Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión.

La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior, el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas, aunque firmes, eran delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.

Si bien se considera que entre 1926 y 1929, con la breve recuperación económica europea que precedió a la Gran Depresión y el ascenso definitivo del nazismo, el expresionismo concluyó, la influencia de la obra de Murnau perduró durante el resto del siglo XX. Muestras de ello son el conocido y aclamado remake Nosferatu, vampiro de la noche, dirigida por Werner Herzog en 1979, así como la noticia de 2017 de que Robert Eggers, el director de La Bruja, dirigirá un remake del clásico de Murnau.

Un dato curioso que no podemos dejar pasar, y tal como ocurrió con filmes de culto más recientes como Rosemary´s baby (1968), The Exorcist (1973), The Omen (1976) o Poltergeist (1982), es el surgimiento de leyendas en torno a las cintas de terror, no siendo una excepción a ello la obra de Murnau. Habiendo sido un actor de la primera época del cine, y ante lo poco difundido de su trayectoria teatral y fílmica, se suele creer que Max Schreck, el actor que interpretó al Conde Orlok, en realidad era un vampiro, y que Murnau le pidió que en la escena final realmente mordiera el cuello de la actriz que interpretó a la esposa de Hutter. Este rumor sirvió como base para la película La sombra del vampiro (2000) en la que Willem Dafoe interpreta a un Max Schreck que realmente es un vampiro, contratado por un Murnau interpretado por John Malkovich, quien buscaba crear una película totalmente realista.

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Orgulloso nativo de la Ciudad de México. Abogado de profesión, burócrata por ocupación, luterano, estudioso de la Filosofía, la Teología y la Psicología. Apasionado de las letras, la narrativa histórica, el terror y el horror cósmico, lector asiduo de Nietzsche, Kafka y Lovecraft. Combino la docencia universitaria con la política, atento a Octavio Paz, guardando distancia con el príncipe. Seguidor de Schopenhauer, pero creyente en Facundo Cabral.

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