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El indie rock tuvo una época dorada (y ya pasó)

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El nacimiento de un determinado movimiento artístico siempre ha sido el resultado de un cúmulo de circunstancias especiales. Situaciones propicias en las que el talento de algunos se une al hambre de otros. En definitiva, puestos a simplificar, podría ser como ese momento en el que el aire de la habitación está demasiado cargado y se abren todas las ventanas de la casa. La reticencia a lo demodé es otra cuestión a tener en cuenta como la punta de lanza de unos cuantos jóvenes melenudos en busca de algo diferente.

Reconozcamos, oigan, lo evidente: en la creación y el consumo cultural existen patrones, que cada cierto tiempo provocan una explosión -más o menos acertada-. A este respecto, hace ya algunos años pude leer un artículo de Rubén Pozo en la revista RollingStone en el que describía su desconcierto ante lo que denominaba como la aparición del “sonido indie”.

Esta consideración, que pasaba por concebir el indie únicamente como una manera de afrontar la carrera musical, alejada de los grandes sellos discográficos y con una vocación claramente ajena al consumo masivo, ahora parece acertada solo a medias. Si uno echa la vista atrás, puede observar que algo pasó, y no fue una cosilla sin importancia. De hecho, quizás se trate de la última explosión con estilo.

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Antes de nada, es necesario dejar claro que esto no se trata de un artículo divulgativo. En él pretendo dejar fuera la pontificación y hablar desde el tejido rugoso de la pasión, desde el corazón de nuestra experiencia. Es mi pequeño homenaje a lo que vivimos, nosotros que éramos unos 90´s kids, fans de Oasis, a los que de repente nos dio por llevar polos de Fred Perry abrochados hasta la barbilla, pantalones de pitillo, botas de cuero o chaquetas Adidas con la cremallera subida. Nosotros que, en un ambiente musical dominado por creaciones tipo Gasolina, poníamos cara de locos escuchando el  Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not.

A principios de siglo, los estilos que habían tomado el timón del rock se encontraban en un evidente estado de desgaste. El grunge, el britpop o el post-punk ya no calentaban por dentro a una remesa de jóvenes que consideraban que el aire de la habitación de la buena música estaba demasiado cargado. Manuel de Lorenzo habló de este preciso instante en su desternillante artículo ‘El indie, como todo el mundo sabe, lo inventaron los Strokes’ para JotDown. A partir de aquí surgieron una serie de grupos (cada uno de su padre y de su madre) que se pusieron el mono de trabajo y decidieron sacudir las paredes del rock.

Sin embargo, todo movimiento musical necesita de un momento fundacional. Para mí la búsqueda de este tipo de instantes siempre me ha parecido un tanto artificiosa pues considero que la Historia (y particularmente la de la música) se mueve a su manera. Pero bueno, en las copas queda bien hablar de este tipo de cosas.

Carlos Pérez de Ziriza, en su libro ‘Indie y Rock alternativo’ sitúa el origen de este género musical en el concierto de los Sex Pistols en Manchester en junio del 76. Acudieron 40 personas, entre ellos casi la mitad invitados, pero entre los asistentes se encontraban muchas de las que posteriormente serían algunas de las caras más conocidas del rock alternativo: Ian Curtis y Peter Hook, que posteriormente formarían Joy Division, o Morrisey y Johnny Marr que harían lo propio con The Smiths, entre otros ilustres.

Con el paso de los años, todo se fue perfilando y el germen del indie se había formado. La música comercial siguió su camino y la decadencia de algunos estilos comenzó a cansar a una generación de jóvenes con ansias de encontrar grupos que fueran un altavoz para lo que ellos querían decirle al mundo. Así las cosas, en 2001, un grupo neoyorquino, liderado por Julian Casablancas, grabó no únicamente uno de los mejores discos que se recuerden dentro de la múltiples ramificaciones del rock, sino probablemente el trabajo más relevante e icónico del indie: el Is This It.

Con temazos atemporales como Hard to Explain, Someday, Soma o Barely Legal junto con la insuperable Last Nite entre muchas otras, The Strokes dio un puñetazo a la mesa y firmó uno de los álbumes debut más redondos que se recuerdan en la música reciente.

La réplica desde el otro lado del charco no tardó en llegar y en Reino Unido todo empezó a revolverse con la aparición de un grupo de heroinómanos que acompañaban sus poemas con las guitarras más sucias, punkarras y desenfadadas posibles: The Libertines. Liderados por Pete Doherty y Carl Barât (otros fans de Oasis), encarnaron durante unos años el mantra de sexo, drogas y rock n’ roll que ya parecía extinto y crearon algunos himnos generacionales incontestables como Don´t Look Back Into The Sun, The Good Old Days, o Music When The Lights Go Out.

A todo este remolino se unieron formaciones de todas partes para aportar sus granitos de arena en forma de discos inolvidables como Favourite Worst Nightmare de Arctic Monkeys, Sam´s Town de The Killers, Inside In/Inside Out made in The Kooks o el You Could Have It So Much Better de Franz Ferdinand, entre tantos y tantos otros. Grupos extremadamente diversos que se unieron bajo la bandera de lo diferente como Kings of Leon, Kaiser Chiefs, The Fratellis, Jet, Interpol, The Maccabees, Band of Horses, Kasabian, Phoenix, The Dandy Warhols

Hoy, casi veinte años después del Is This It, el indie o rock alternativo se ha convertido en un cajón de sastre en el que meter todo aquello que no cuadra demasiado (y lo que cuadra también). La confluencia de todos estos grupos tan distintos a principios de siglo creó una especie de deriva de género sin género en la que ahora ya es imposible distinguir nada. El periódico británico The Guardian escribió al respecto un artículo titulado “La lenta y dolorosa muerte del indie”.

Ahora todos los festivales son indie, con grupos indies, fans indies y DJ´s indies. Lo cual, reconozcámoslo, es de todo menos indie. Pero, al menos, a nosotros nos quedarán en el recuerdo todas esas noches de gloria que nos brindaron esos grupos que dijeron lo que nosotros no podíamos decir, que abrieron de par en par todas las ventanas de la casa e hicieron explotar todo.

Graduado en Derecho y Periodismo. Amante indómito. La literatura, la escritura, el cine y la música guían mis pasos. Colaboro en Radio Internacional y también he publicado una novela titulada Tormenta de verano. Actualmente busco la gran belleza en el fondo de los vasos y ceniceros.

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