La envidia es una forma de querer, o más bien, de mal querer. Es una expresión de idolatría y frustración al mismo tiempo; tristeza del bien ajeno. Quién envidia, primero siempre admira y por esto saca de aquel de quién tiene celo lo mejor de él. Y lo anhela tanto que lo quisiera para sí. De este modo mira Antonio de Segura a Miguel de Cervantes. El tal de Segura, o Sigura (como también aparece referenciado) ha sido “menospreciado” en la historia del ilustre alcalaíno y sin embargo, su inquina nos ayuda a humanizar el mito de nuestro autor más universal.
A los 400 años de su muerte, entre homenajes que redoblan “en un lugar de La Mancha…”, nos proponemos hacer de sus miserias y claroscuros, a estas alturas ya conocidos, virtudes que aprovechar y transformarlas en enseñanzas que no sólo salieron de su pluma. “La sombra de otro”, un relato entre la historia y la ficción, novela la vida de Cervantes desde la envidia, bajo la mirada de Antonio de Segura, su enemigo en la sombra. Para su autor, Luis García Jambrina, la relación conflictiva entre ambos revela una perspectiva muy interesante sobre quién fue el autor de “El Quijote”. En una conversación a propósito de la presentación de su novela, confesó que la figura de Cervantes le imponía pero quería recuperarla “no sólo como referente cultural, sino también moral o ético”.
Según el relato, Cervantes y De Segura se conocieron en la juventud y una discusión que llegó a las manos dejó herido al segundo que, desde entonces, le guardó rencor para siempre. La tirria llegó al punto de querer destruir al que, por entonces, no cosechaba más que miserias: como recogen sus biografías, el creador de la novela moderna vivió perseguido por una especie de fatalidad. “Queda la idea de que Cervantes no fue dueño de su propia vida, ni de lo más importante, su obra”, comenta Jambrina, “porque siempre hay alguien que lo calumnia, que lo cuestiona, y eso mismo está en el Quijote, su obsesión con ser perseguido y que esto le haga fracasar en sus aventuras”. Ahí es donde entra la figura de Antonio de Segura, quién se considera a sí mismo el “constructor de Cervantes”, quien a base de zancadillas ha dado lugar a un genio superviviente.
No obstante, Jambrina advierte que “al humanizar a Cervantes, caes en el riesgo de convertirlo en un personaje algo ridículo”. Un tipo sin talento, sin gracia, no tuvo estudios universitarios ni destreza intelectual. Que fue en su vida recaudador, cocedor de bizcochos, soldado, preso… siempre frustrado por no alcanzar la gloria de poeta de la corte, como su admirado Garcilaso. “En otra persona, la vida que tuvo Cervantes, pudo haberlo conducido al suicidio, a la delincuencia absoluta, a la desesperación y la depresión. Sin embargo, él se vuelca en la literatura y deja un importante legado para la reflexión”.
“La sombra de otro” fue para su autor un reto Quijotesco. De largo, de ambiguo, de estilo, de imaginación, de añoranza… Y es, en la misma medida, un desafío para el lector. Descubrir a ese dios de las letras como rehén, vividor, sorteador del infortunio y transformador, en definitiva, del fracaso en gloria. Jugar a su estilo cervantino, el perspectivismo, donde la verdad, la oportunidad o el éxito dependen del punto, o los ojos con que se miren.