Quedan treinta minutos para que el reloj marque las seis y media de la tarde. Ya se puede estar a la sombra y poco a poco se empiezan a llenar las terrazas de Madrid. El sol, con los constantes flujos que mantienen muerto el centro de la capital se convierte en otro motivo más para seguir corriendo, otra excusa para no detenernos a contemplar lo que sucede alrededor. Paramos por obligación, con desgana. Ponemos caras largas al semáforo en rojo y a los minutos que faltan para que llegue el tren. Sin embargo, en una de esas esperas sucede algo insospechado. El paso lento de una mujer que también se acerca a la calzada llama mi atención. Es María Antonia Ortega, la persona a la que voy a entrevistar en 15 minutos. Conversamos ajenas a los tránsitos y dejamos pasar un par de veces la luz verde del otro lado de la calle. María Antonia es sobrina nieta del filósofo José Ortega y Gasset, abogada, escritora y sobre todo, transparente. Tal vez por su faceta poética, pues como ella misma afirma: “La patria del poeta no es la claridad. La patria del poeta no es la oscuridad. La patria del poeta es la transparencia”.
El paseo tranquilo por las calles de Lavapiés ayuda a descubrir más a esta mujer menuda de sonrisa afable. Su curiosidad, su cariño por los rincones de España que le han acompañado, e incluso por todos aquellos que aún no conoce, esbozan una sensibilidad especial hacia la realidad que le rodea.
Entre descripciones de paisajes castizos como el de su querido Béjar de noche; recuerdos de la infancia; la admiración por la armónica diversidad de este barrio o algún encuentro imprevisto, llegamos a un café escondido en una calle estrecha.
Además de dedicar tiempo a su prolífica obra literaria y a su trabajo, María Antonia participa en múltiples eventos culturales; uno de ellos fue “Testigo Poético” en Ellas Crean, festival que reivindica el papel femenino en la cultura. De hecho, algunos de sus poemas tienen como núcleo la figura de la mujer.
En alguna ocasión ha declarado que echa de menos que no se haya prestado más atención a los antepasados de José Ortega y Gasset. Aun así, hay nombres masculinos destacados pero ¿hubo mujeres que también participaran de esta vida más intelectual?
Dentro de la familia tenemos figuras como mi tía Soledad Ortega Spottorno, que fue sumamente valiosa, aunque es cierto que a veces pareciese eclipsada (incluso de manera voluntaria por su parte). Sí existen, pero escondidas tras la denominación de origen de “Los Ortega”. Precisamente estas Navidades, con motivo de unas fotografías que saqué en un lugar especial donde he comprado todos los libros importantes que tengo, se me ocurrió reeditar un libro titulado Los Ortega escrito por José Ortega Spottorno, pero esta vez puse Las Ortega.
¿Cómo definiría el espíritu de su familia?
Se trata de un espíritu de entusiasmo pero también de dolor que debería mantenerse siempre en su juventud. Es decir, hay una primera generación que es filosófica y literaria, luego viene otra que es más materialista y que generalmente se enfrenta con la anterior. Como explica Edward Carr en “Los exiliados románticos”, la primera generación que intenta cambiar las cosas y luchar contra las injusticias tiene como destino la literatura, pero los que vienen detrás tienen como único destino la economía. Hay que volver al espíritu de la primera generación, al que creía que la humanidad podía salvarse por medio de las ideas.
Avanzar hacia lo nuevo no significa necesariamente desplazar a lo antiguo. No se puede dejar todo lo anterior.
María Antonia da sorbo a su café y observa el local. Se trata de una cafetería con tintes modernos y un toque vintage que tanto se estila. Presente y pasado; paredes lisas con canastillas repletas de libros y marcos de ventanas sin oquedades; lámparas que alternan su grado intensidad oscureciendo las teces. Bombillas que juegan a la metáfora de la historia, generando con luces y sombras. Precisamente, María Antonia habla de la desconsideración hacia España o del error de la Generación del 14 en su afán por renegar de todo aquello que retrasase: “Luego muchos de los adelantos fueron para destruir, fíjate lo que sucedió con los campos de concentración. El siglo XX es una demostración de que, en el mundo de las ideas, avanzar hacia lo nuevo no significa necesariamente desplazar lo antiguo. No se puede dejar todo lo anterior” y menciona la armonía imperfecta entre su tío y su discípula María Zambrano, ya que a pesar de que su pensamiento tomara rumbos distintos, existía ese punto común.


En una entrevista para la UNED, afirmó que Ortega tuvo un dolor redentor y empleó mucho esfuerzo para que se reinventara la sociedad, sin embargo vivimos en un contexto muy individualista que parece olvidar “Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella tampoco puedo salvarme a mí mismo”. ¿Desde dónde debería impulsarse este mensaje? ¿Hay esperanzas de recuperarlo?
Hoy, tanto para nosotros como para el periodista, parece que el mundo está compuesto por las personas conocidas y las que tienen una gran capacidad para intervenir en la vida social, pero me temo que no es así. El mundo realmente se mueve a base de seres que tienen una cierta invisibilidad pero que dedican su vida a los demás a través de su esfuerzo intelectual o mediante sus habilidades relacionadas con el mejoramiento del mundo. Decía Simone Weil, que como son innumerables, se podría decir que son infinitos y por lo tanto, son imposibles de llegar a conocer, ni si quiera entre sí. Pero ahí están y son los que siempre y en todas las circunstancias consiguen que nuestro mundo siga evolucionando. Sin embargo, en el momento actual yo tengo ciertas dudas sobre el porvenir. No existe esa capacidad para seguir ocupándose de estas cosas. Un ejemplo son las librerías, encontramos libros que forman parte de la industria editorial pero no aquellos que son capaces de transformar la vida de las personas como la obra Dostoievski, Azorín en nuestro país… Hoy encontramos ejemplares vanos para la humanidad, no hay búsqueda profunda. No se puede leer concentradamente, hay mucha palabrería pero hay poca palabra. De igual manera, hace unas semanas la revista Democresía publicaba un artículo titulado “Contra la lectura” que criticaba la lectura voraz, al peso y con poco criterio selectivo. Clamaba su autor que debía leerse aquello que nos haga mejores, que nos convenga y nos conduzca a la verdad. Para que cada vez que viéramos a alguien leyendo, pudiéramos afirmar que está aprendiendo, descubriendo, madurando o amando.
Sin embargo, no me abandona mi fe -añadió al final María Antonia- si hemos llegado hasta aquí yo creo que vamos a seguir avanzando pero tenemos que reconocer que estamos en un momento difícil.
El ser humano seguirá evolucionando en la medida que sea capaz de renunciar al poder.
En ese momento, su esperanza cobró vida de manera especial en ese pañuelo verde que asomaba entre la gabardina y que María Antonia había llevado todo el tiempo alrededor del cuello. Además, la seguridad con la que pronunció esas palabras resultó tan firme como el anillo en forma de ancla que adornaba su mano izquierda.
Con las tazas algo más descargadas, continuamos.
Ya anunciaba Ortega que el poder espiritual permanecía en la prensa, ¿cómo ve el periodismo de hoy?
Jamás iría en contra del periodismo porque es fundamental, pero debe recuperar su libertad y el sentido. El periodismo tiene un poder enorme en la época actual. El problema es que está muy absorbido por los grupos de interés. Noto una cadena muy esclavizada que está relacionada con el auge del periodismo: al ver que es un medio tan valioso, los grupos de interés intentan influir sobre él. Ya no existe aquel que deja oír su voz y trabaja para los demás independientemente de sus resultados, el reconocimiento social o la influencia que vaya a tener. Se trata de la conquista del poder y eso es un retraso en la historia de la humanidad. El ser humano seguirá evolucionando en la medida que sea capaz de renunciar al poder. Los grandes renovadores fueron aquellos capaces de dejarlo en un segundo plano y el buen periodismo estaba dentro de esa línea, estaba para reconocer la verdad y denunciar las injusticias. Mi tío se dedicó muchísimo al periodismo, una de las grandes tragedias de su vida fue no poder dedicar todo su tiempo a su sistema filosófico. Lo que no se puede hacer es mezclar periodismo, literatura y filosofía. El periodismo actual está muy pendiente de los libros y eso es muy peligroso.
“Estudio filosofía por el afán de conocimiento, no por tener una licenciatura, de hecho no quiero acabar nunca de estudiarla”. Qué modo más bello de entender el aprendizaje. ¿Cómo recuerda su etapa universitaria?
Estudié Derecho en la Complutense desde 1971 a 1976, fue una etapa gloriosa y casi transicional en la universidad. Había una gran inquietud intelectual, leíamos las grandes obras, teníamos asambleas sentados en el suelo (todo eso ahora lo quieren recoger algunos partidos políticos, pero no es lo mismo). Empecé la carrera muy pronto (a los 17 años) guiada por mis padres. Pensé también en Periodismo porque quería hacer alguna cosa más, y tras muchos años empecé Filosofía en la UNED. Estudié algunas asignaturas, pero no busco un título, ni reconocimiento social, ni el diploma o un curriculum. Se trata de hacer las cosas porque sí, por el valor que tienen -enfatiza-. Ahora tengo más responsabilidades, tanto laborales como literarias, pero disfruto muchísimo mis días de lectura. Tengo 6 guías que contienen libros que me mandan y otros que yo escojo. Es un estado físico, de concentración, casi de gracia al que hay que llegar. A veces me ha emocionado examinarme, poder ser evaluada de unos conocimientos que me han sido transmitidos y, de algún modo, poder ofrecerlos.
Ya puede fallar todo que la poesía será la plenitud en esos momentos
¿La poesía se busca o la poesía atrapa? ¿Cómo empezó a escribir?
Empecé siendo narradora porque estaba en un colegio que fomentaba mucho la creatividad. Era la directora de teatro de mi clase, me dejaban preparar el guión y se me ocurrían unas cosas que no sé cómo me dejaban hacerlas –confiesa divertida- ¡incluso diseñaba los vestuarios! Luego me dieron la posibilidad de cambiar a otro colegio porque era un poco rebelde, pero en el otro ya no encajé. Me vi sometida a una prueba dura y de ahí surgió la poesía. Ya te pueden quitar todo, ya puede fallar todo que la poesía será la plenitud en esos momentos. Es una posibilidad de realización.
A lo largo de la tarde, María Antonia (que publicará más poemarios próximamente) ha reconocido su admiración por Paul Valery, Machado o Cernuda. “Me encantan los poetas transparentes –dice con entusiasmo- aun así, siempre acabo reconciliándome con Lorca por sus dramas”.
¿Tiene un verso predilecto?
El lenguaje es el sueño más hermoso del hombre, pero también el más inalcanzable. Hablar es soñar. Pues la palabra pájaro, ¿acaso no vuela más alto que el pájaro? Y la palabra manzana, ¿no brilla más que el fruto? Y las rosas amarillas no florecen al mismo tiempo en mis labios que en mi jardín.
Las horas compartidas acabaron entre versos, citas de Saint-Exupery sobre la soledad, olores árabes que transportan a otras tierras o una dedicatoria en El Cuaderno de Liverpool que evocaba a Cavafis y su maravillosa Ítaca. De hecho, deshicimos el camino por las calles de Lavapiés como si de un periplo se tratara. Pero, a la vuelta, con un mayor deseo de querer comprenderlo todo, de hacer las cosas porque sí.

