Revista de actualidad, cultura y pensamiento

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Literatura - page 2

De mitos y monstruos: la inspiración de Mary Shelley para Frankenstein

En Democultura/Literatura por

En la introducción a la edición de Frankenstein o el moderno Prometeo de 1831, Mary Shelley escribió:

“Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo”.

Este año, bicentenario de una de las obras de terror más trascendentales que nos legó el romanticismo, nos convoca a rememorar no sólo la construcción literaria, la difusión y la notable influencia que Frankenstein tuvo para las generaciones de escritores que siguieron a su publicación en 1818, sino para analizar la figura misma del monstruo, de la creación impía de Víctor Frankenstein con la que intentó conseguir un viejo anhelo humano: Vencer a la muerte y ser capaz de crear vida a partir de materia inerte.

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Tras los pasos de una generación de fuego

En Antropología filosófica/Literatura por

Cuando se escucha hablar de los escritores de la conocida “generación perdida”, en el París de los años 20, lo común es pensar en un grupo de americanos que viajaron a París a vivir una vida bohemia, llena de excesos, de alcohol, de fiesta, de jazz, de mujeres. Nos los imaginamos sentados en los cafés escribiendo sus cosas, fumando cigarrillos y, como la concepción que a veces se tiene del artista, comportándose de forma bohemia. Para algunos, unos personajes dignos de admirar por su talento; para otros, unos parias de la sociedad que se dedicaban a la bebida y a la “buena vida”.

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La familia de Odiseo

En Literatura por

Cuando nos sumergimos en la lectura de los clásicos, especialmente los grecolatinos, nos encontramos ante una bifurcación difícil. En un póster motivacional leí alguna vez que la diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario está en ese “extra”. Yo creo que algo parecido ocurre en esta bifurcación: las obras se pueden leer sin más, o -con ese pequeño “extra”- pueden ser el núcleo de una rica reflexión. Tomemos la segunda vía y empecemos el viaje. Sigue leyendo

Taxus o el arte de dedicarte a lo que te gusta [Carta a Loulogio]

En Democultura/Literatura por

Querido Isaac Sánchez, “Loulogio”,

En diciembre me compré Taxus, tu nuevo cómic. Y es curioso ver cómo una frase tan trivial puede esconder tanta historia. Sigue leyendo

Saint-Exupéry: “El hombre es un nudo de relaciones”

En Antropología filosófica/Literatura/Pensamiento por

Hay autores que han desaparecido a la sombra de una de sus obras; personajes ficticios que se vuelven icónicos, todos los reconocen, pero no muchos han profundizado en la genialidad del autor. Si hablamos de Saint-Exupéry, lo relacionamos en seguida con un pequeño príncipe rubio con el pelo revuelto cuyo corazón anhela encontrarse de nuevo con una delicada y coqueta rosa. Pero El Principito es la obra de madurez de un autor cuyo recorrido existencial queda reflejado progresivamente en sus escritos. Saint-Exupéry ha sido uno de esos genios, adelantados a su época, su mirada atraviesa la epidermis de la realidad en busca del anhelo de sentido que intuye existente pero no ha encontrado.

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Ángel González, el poeta envuelto en lo cotidiano

En Democultura/Literatura por

Afirmó Francisco de Quevedo que a las grandes almas que la muerte ausenta, las salva la imprenta. Es el caso de Ángel González (Oviedo, 1925 – Madrid, 2008): cuando acaban de cumplirse 10 años de su fallecimiento, permanece muy vivo en los libros, y los jóvenes le siguen escuchando con los ojos, como escuchaba Quevedo a esos muertos que “al sueño de la vida hablan despiertos”.

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Curzio Malaparte o el lado incorrecto de nuestra historia

En Historia/Literatura por

“Tengo curiosidad por saber lo que encontraré yo, que busco monstruos”. Estuvo siempre en el lado malo; el lado del provocador y del blasfemo, del revolucionario y del antidemócrata, del golpista y del confabulador, del fascista y del comunista, del refundador del mundo y de la sociedad, de los monstruos divinizados por los hombres y por las ideas. Curzio Malaparte [1898-1957] era el periodista Kurt Erich Suckert, el revolucionario toscano que buscó tanto en lado diestro como en el siniestro, el polémico dramaturgo sin éxito que latinizó su nombre alemán, y el brutal escritor neorrealista más conocido por el nombre de guerra que desde 1925 marcó su destino.

Eligió la “malaparte” no solo como un juego de palabras, entre la ironía y la paronomasia, con el apellido del imperial Bonaparte; lo hizo para ser parte del lado provocador y transformador de la Historia que da la fama y también la quita, como el símbolo de una nueva persona en un nuevo mundo que muchos se dedicaron y se dedican a forjar, a sangre y fuego. Sigue leyendo

Por qué soy muy de Murakami

En Democultura/Literatura por

 

Nueva York, barrio de Harlem. Gotas de lluvia martillean el cristal. La habitación es cálida, pero hace frío fuera. Es de noche y solo la luz mortecina de unas pocas farolas ilumina la calle. Sobre la mesilla de noche, una novela: Tokio Blues, de Haruki Murakami.

Quizá se tratase del libro adecuado en el momento justo, pero su historia me cautivó, atrapó mis sentidos. Me convertí en prisionero de Japón durante los días que estuve degustando cada pasaje, cada plato de nigiri o coca cola que ingiere el protagonista. Estuve enamorado de las mismas mujeres y apesadumbrado por los mismos fantasmas que Toru Watanabe. Yo también hice el amor con Naoko y sentí nostalgia por un tiempo que nunca había existido.

Portada del libro “Tokio Blues”.

Sí, señores. Soy murakamiano hasta la médula y ya es hora de que alguien lo diga. Parece que la etiqueta de “eterno candidato al premio Nobel” ha borrado la estela de un escritor al que admiro por su forma y contenido. Hacía tiempo que un escritor no me había atrapado de la manera en que lo hizo ese ex barman de Kioto en aquella noche de neón en la gran manzana.

La literatura es algo muy personal, nunca buscaría convencer a alguien que ya probó la píldora del nipón de que debe probarla de nuevo, pero sí busco subrayar y dar brillo a una figura bastante denostada últimamente. Quizá por esa manía hipster de aborrecer cuanto se vuelve mainstream o best seller, como pasa con Murakami en nuestro país.

La escritura del autor de Tokio Blues tiene un tremendo poder sensorial, consigue que sientas la comida y la bebida en el paladar, que escuches los ritmos de los Beatles en tus tímpanos y que te acuestes con alguien sin mover un solo dedo. Su capacidad de volcar sobre el papel un sinfín de sensaciones conduce al lector a través de un vaivén en el que, finalmente, la historia es lo de menos.

Tokio Blues es su novela más redonda, de las que he leído. Luego vino Baila, baila, baila, una novela donde durante páginas y páginas no sucede absolutamente nada. Pero él tiene esa magia. No te interesa lo que le pueda suceder al protagonista que se aloja en el Hotel Delfín, te apasiona su mundo interior, sus sueños, rémoras y cotidianeidad.

La nostalgia juega un rol fundamental en sus libros, es casi como otro personaje, algo que quienes solemos torcer la mirada hacia el pasado encontramos especialmente suculento. Como sucede en Los años de peregrinación del chico sin color, donde Tazaki vive obsesionado con la ruptura de su pandilla de amigos cuando era adolescente.

Las recopilaciones de relatos Hombres sin mujeres y Detrás del terremoto son claros ejemplos de que Murakami es capaz de otorgar una atmósfera onírica a la historia sin necesidad de muchas páginas. Y es que, precisamente, uno de los baluartes de este autor es que cada libro suyo es una experiencia, un viaje del que uno regresa cambiado y reflexivo.

Sin excesivo barroquismo, el japonés es capaz de elegir la palabra adecuada para que con cada capítulo, leer se parezca a esa experiencia psicotrópica que solía ser la lectura en la niñez y la adolescencia. Sigue la máxima que defendiera Francisco Umbral en Mortal y rosa:

El arte descriptivo, minucioso, es pueril y pesado. El arte expresivo, expresionista, aísla rasgos y gana, no solo en economía, sino en eficacia, porque arte es reducir las cosas a uno solo de sus rasgos, enriquecer el universo empobreciéndole, quitarle precisión para otorgarle sugerencia”.

Y así lo creo yo. Murakami es un maestro de la sugerencia, capaz de emocionarte e incluso traer recuerdos a tu memoria mediante el relato de introvertidos personajes amantes del jazz que viven su historia en primera persona, como cada uno de nosotros. Tokio Blues comienza con un hombre que recuerda su pasado mientras escucha Norwiegian Wood de los Beatles en un avión. Baila, baila, baila con el protagonista tumbado en la cama al lado de una chica, mientras llueve en la calle y fuma un cigarro. ¿Os suena? Somos lo que leemos.

Un siglo en busca de Marcel Proust

En Literatura por

Este 19 de noviembre se cumplieron 95 años del fallecimiento del autor de una de las obras más monumentales de la literatura, y particularmente del siglo XX: Marcel Proust. Su obra, generalmente adscrita a los movimientos modernista y vanguardista, así como al pensamiento existencialista, influyó notablemente en los escritores posteriores, al grado de considerársele, junto a James Joyce, como el creador de la novela contemporánea. Sigue leyendo

Contra Querido Antonio y el humor irreverente

En El astigmatismo de Chesterton/Literatura por

Pocas cosas hay peores que un mal prólogo. Solo se me ocurre, por extensión, la obra a prologar.

Hay una  pedantería, una retórica, un embaucamiento cutrón de baratija del mercado de Volantis  en las primeras páginas de algunos escritos contemporáneos que me supera. Adjetivaciones imposibles, palabras muy sabrosas y afinadas en la nada defendiendo el arrojo de determinado autor para enfrentar con estrepitoso fracaso este o aquel tema.

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Para qué estamos leyendo

En Literatura por
pacto con el lector

Estaba claro el propósito de Aldous Huxley, George Orwell, Ray Bradbury y el resto de autores de este tipo al escribir sus historias. La distopía es uno de los géneros narrativos más claro y ambicioso: escriben para que el lector cambie su parecer en cuanto al mundo, al desarrollo, al poder. Escriben para buscar trascendencia, luchar contra la artificialidad, para aceptar la realidad humana como cualidad y no como castigo del que huir o evadirse. Imagino a estos autores haciendo mapas conceptuales, estudiando la historia y cómo evocar elementos que apelaran de lleno a quien los lea.

No una apelación leve sino una apelación que hiciese tomar conciencia del peligro que corre el hombre al cegarse en el desarrollo, en la ignorancia o en la sumisión. ¿El lector acaso es consciente de por qué aborda unas obras y no otras?, ¿para qué lo hace? O simplemente la lectura es un pasatiempo que pasa por encima de estas cuestiones. Sigue leyendo

Villa Diodati: el origen de nuestras pesadillas

En Democultura/Literatura por

En los próximos dos años celebraremos la publicación en Inglaterra de quizás dos de las más representativas obras del terror gótico, una de ellas creadora de uno de los monstruos más populares de la cultura occidental, y la otra, fuente de inspiración además para una de las obras cumbres del género y que, a finales de ese siglo, contribuirá a la creación de la imagen definitiva de otro de los grandes monstruos de la literatura y el cine.

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Mi querido Orugario

En Literatura/Religión por

-De parte de tu cariñoso tío, Escrutopo.

Escrito de manera ingeniosa, muy del estilo al que Lewis nos tiene acostumbrados (The four lovesThe lion, the witch and the wardrobeSurprised by Joy), va sumergiéndonos en treinta y una cartas en las que el diablo Escrutopo alecciona a su joven e inexperto sobrino- el diablo Orugario- en los modos más eficaces de conseguir la perdición de las almas para el cielo, ganándolas para el infierno.

Clive Staples Lewis escribió las Cartas del diablo a su sobrino (The Screwtape Letters) ya convertido a la fe cristiana, y como tal es una alegoría de nuestra vida humana: realidad del bien y del mal, y cómo operan las tentaciones en el hombre. Sigue leyendo

Dante, Nembrini y nuestra humanidad deseante

En Literatura/Religión por

Franco Nembrini es un pedagogo italiano nacido en Italia en el año 1955. Es profesor de literatura italiana e historia en la enseñanza secundaria y miembro de varios consejos educativos públicos y privados de la Italia actual.

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Guy de Maupassant: La angustia y la representación del otro

En Democultura/Literatura por

El miedo en la literatura nos ha legado a varios autores que han trascendido su obra para convertirse en iconos culturales, como ha sido el caso de Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft y, más recientemente, Stephen King. Con ello no queremos descartar por supuesto, a Mary Shelley, cuya máxima obra gótica está por cumplir su bicentenario, a Joseph Sheridan Le Fanu, Bram Stoker, Arthur Machen, M.R. James, Robert Bloch o a William Hope Hodgson, por citar algunos escritores.

Sin embargo, más allá de la ficción contenida en los relatos y cuentos de terror, horror o misterio, algo que resulta por demás llamativo es el cúmulo de símbolos y significados inmersos en la narrativa, y que inexorablemente nos remiten a la propia personalidad del autor.

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La belleza de aquello que siempre está alrededor

En Democultura/Literatura por

La muerte llama al arzobispo es quizás una de las novelas menos conocidas de Willa Cather. Fue publicada en 1927, es un western bastante sui generis: en lugar de gringos contra mexicanos o pieles rojas contra gringos, aquí se narran los asuntos de un obispo y su vicario en Nuevo México, los intentos de llevar la fe cristiana a un territorio principalmente desértico de casi 160.000 kilómetros cuadrados, en una época –la segunda mitad del siglo XIX– en el que el único medio de transporte eran las mulas, o, para los más afortunados, los caballos. Sigue leyendo

Por qué deberías tener un librero (o varios)

En Democultura/Literatura por

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;/ a mí me enorgullecen las que he leído”. Jorge Luis Borges comenzaba así su famosísimo poema “Un lector”, que es el penúltimo del poemario “Elogio de la sombra”. Este argentino prodigioso, que tanto amaba la lectura, se quedó ciego y, en una “magnífica ironía” que atribuyó a Dios, ocupó el cargo de director de la Biblioteca Nacional de Argentina de forma que le fueron dados, a la vez, “los libros y la noche”. Uno puede imaginarlo tocando los volúmenes y esperando una voz amiga que se los leyese.

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Patria, el relato de los resentidos

En Literatura por

La ciudad y los libros. Estas eran las razones que esgrimía Fernando Aramburu, autor de Patria -uno de los éxitos editoriales de España en los últimos dos años- para haberse salvado de ETA. En una entrevista concedida a La Linterna de Juan Pablo Colmenarejo, el autor donostiarra explicaba lo sencillo que podría haber sido para él haber terminado arrojando un cóctel molotov contra los txakurras en el centro de San Sebastián.

— “Si yo estuve en el mismo lugar, sometido a las mismas condiciones sociales, al mismo adoctrinamiento, cerca de la misma estética. ¿Por qué yo no empuñé armas y ese otro sí? El hecho de haber vivido en una ciudad es una gran diferencia respecto a haberlo hecho en un pueblo pequeño donde todos se conocen y donde el control de los ciudadanos es mucho más sencillo. Sigue leyendo

Carta a Benito Pérez Galdós

En Democultura/Literatura por

Muy señor mío:

Después de muchos años, uno diría que casi toda una vida, he vuelto a leer este verano Fortunata y Jacinta. El recuerdo asombrado que tenía de ella no solo se ha renovado, sino que ha alcanzado un punto de disfrute que me ha impulsado a enviarle esta misiva como forma de humilde agradecimiento.

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La blanca flor de chimenea de José Jiménez Lozano

En Literatura por

Poco antes del comienzo del verano tuvo lugar un encuentro literario de mucho lustre en la Universidad Francisco de Vitoria.  Con ocasión de la clausura de curso del Máster de Humanidades, el periodista, poeta y escritor Enrique García-Máiquez entrevistó al también periodista, poeta y escritor José Jiménez Lozano.

Los alumnos allí presentes asistimos a un intercambio estelar de anécdotas y reflexiones. Se habló, entre otras cosas, de Pascal y de Flannery O´Connor, de los peligros del ‘yo’, de la necesidad del despojo interior y del engañoso relumbrón de los premios (Jiménez Lozano, ganador del Premio Cervantes y del Premio Nacional de las Letras Españolas, afirmó su preferencia por “los jardines y los gatos” en detrimento de las “cortes”). Sigue leyendo

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