En muchas ocasiones se escucha (puede que nosotros mismos hayamos prestado nuestra voz a tan ambiguo mensaje) la expresión “La gente no lee” o “No se lee” o “Ya no leen” o sentencias semejantes. Con objeto de poner orden semántico, se ofrecen las cinco acepciones y significados más comunes de esta expresión para que cada cual, según la circunstancia, haga el secreto ejercicio cerebral de descubrir lo que verdaderamente quiere decir el vocero del “La gente no lee”.
1. “La gente no lee lo que yo leo, he leído o creo que debería leerse”
El ego, la subjetividad y la emoción del declarante copan aquí toda la importancia. No es poco común escuchar a profesores y enseñadores de toda condición (algunos no muy buenos, todo sea dicho) emplear estas expresiones. Tales afirmaciones suelen ser una palanca para privilegiar las propias lecturas por encima de las ajenas y colocarse en lo alto de la pirámide de autoridad, concretamente en ese puesto que el sujeto sabe que no ostenta. “Los alumnos ya no leen”, es una de sus declaraciones predilectas.
Ya saben ustedes que soy contrario a la lectura. Por ello no creo que esté de más espetar a los lectores pluscuamperfectos que, posiblemente, la gente lea, pero no lo que ellos leen. Quizá el lector enfurecido considera fundamental que el personal devore con su misma fruición los exactos libros que él está consumiendo en ese momento sobre el Siglo de Oro. Para este tipo de personas, de repente, todo es el Siglo de Oro, y como no hayas leído un par de cosas (de las que él se ha leído) estás caputitio de alelí.


2. “La gente no lee los periódicos”
Cada vez más las personas acceden a la información a través de medios diferentes a la prensa escrita. Durante décadas nos intentaron convencer de que el periódico era un medio fundamental para informarse y para acceder a reflexiones más serenas de las ofertadas en radio y televisión. Y ahora que encontramos mejor y más amplia información en otros lugares y que tenemos ingentes cantidades de personas cualificadas ofreciendo reflexiones en todo tipo de formatos que son diversos a las cabeceras hegemónicas, nos dicen que no, que esto no puede ser, que qué mal que ya no se lean periódicos. ¿Quizá lo que interesaba entonces no era estar informado, ni la reflexión? ¿Y si lo que interesaban eran las pesetas, por un lado, y el postureo, por otro? También intentaron colarnos aquello de que el tratamiento de la información deben llevarlo a cabo profesionales de la información y hoy descubrimos que basta con tener honestidad y ganas para superar con creces a todo género de juntaletras en nómina.


3. “La gente no compra libros”
Me gustaría saber si en los estudios estadísticos que señalan cómo bajan las ventas de libros se incluyen los datos de: librerías de viejo; rastrillos de toda índole; ventas a cascoporro del pack de ocho clásicos de Austral a dos euros; Iberlibro; tiendas de segunda mano; y esas cosas. Que no se compren libros no significa que no se lea. Muchos han heredado magníficas bibliotecas que justifican por completo que en unas décadas no se compren un solo libro, especialmente si hablamos de lectores aficionados a la ficción. Imagínese el caso de alguien que ha vivido de la biblioteca de sus padres y de sus abuelos, sin necesidad alguna de comprar nada porque siempre ha tenido a su alcance cuatrocientos clásicos de la literatura universal.
¿Qué “novela actual” va usted a comprar si no ha leído a Kafka al completo, chiquillo? Cada vez estoy más tentado de pensar que, no es que antes se leyera más, sino que antes, por contaminación cultural, uno sabía con más facilidad cómo se estructuraban las tramas más importantes de la literatura. Y esto era así porque antes, a diferencia de ahora: en los colegios se leía algo, en la universidad también se leía algo, en las casas era más común encontrar rincones (físicos y espirituales) de lectura, en los medios de (des)información estas obras estaban presentes de una u otra manera (tertulias de verdad, tele-teatro, etc.), y la referencia a semejantes artefactos culturales era más o menos constante en muchos ámbitos de la vida (total, no se producían treinta series nuevas-imprescindibles cada año, luego…). También es probable que se leyera mejor; el dato de que la comprensión lectora está por los suelos sólo requiere de la experiencia para ser validado.
4. “Que esa persona no sepa escribir bien significa que no lee”
Conozco personas que leen mucho (novela, ensayo, teatro, etc.) y que, aun así, no escriben con total corrección, ni ortográfica ni gramatical. Los errores en la escritura no tienen por causa única la abstención de lectura. Es un asunto bastante más rico y se refiere, en primer lugar, a la estructuración del pensamiento. Lo que está en crisis no es la lectura, sino el pensamiento riguroso. “Riguroso” no es sinónimo de “complicado”. Tengo relación con gentes que no han salido de su aldea en la vida, que prácticamente no saben leer y que se expresan con un rigor que deja en evidencia a más de un bachiller.
Otro asunto es el relativo a la atención. Existe en el hipotálamo de nuestra sociedad una idea del cráneo del lector modelo. Se trata del niño-autómata para el que se hizo el sistema educativo moderno. Este ser, por un lado, no tiene déficit de atención, es un adicto al trabajo (ahora académico, luego profesional) y dice que sacará un siete cuando sabe que tiene el nueve; es un profesional del colegio. Por otro lado, su sensibilidad no es alcanzada por los momentos más vibrantes de una novela, ni percibe el tema de fondo que recorre toda la obra, ni tampoco es presa de las mismas debilidades que las personas de papel y tinta. Este sujeto sólo lee para aprender qué palabras se escriben con b o con v y cosas semejantes (también se le da bien el análisis sintáctico de frases). Este lector es un desalmado en el sentido más pleno de la palabra. Todavía hoy, muchos no entienden que la b y la v son invisibles para ciertas inteligencias y que ello no hace a éstas -inteligencias- menos inteligentes.


5. “La gente sólo lee comentarios en redes sociales, noticias sobre fútbol y Democresía”
Creo que, de todos los significados de la expresión, este es el más adecuado y el menos pendenciero. Aquí descubrimos que hoy mucha gente no lee literatura (ni tan siquiera las 50 sombras del viento de marras) ni mucho menos ensayo. No han leído ni una sola página de Platón o de San Agustín o de Nietzsche, pero tampoco han accedido al desarrollo de sus teorías de otra manera. Ello contribuye a que las cuestiones de fondo de la condición humana estén absolutamente escondidas en algún recodo del alma del sujeto posmoderno, que ha optado por zumbarse una cantidad insana de series, MMORPG´s y partidos de La Liga semanalmente que le mantienen muy ocupado consiguiendo oro fatuo en una dimensión que tiene una incidencia muy escasa en eso que llamamos “los aspectos más decisivos y fundamentales de la existencia”. El problema de la falta de lectura se fundamenta en que, cuanto menos se lee, menos probabilidades existen de encontrarse, no con Homero, sino con una referencia remota a él, a Santo Tomás o a otras personas a las que, si damos la oportunidad, con mucho gusto se convertirán en coetáneos nuestros y nos acompañarán incluso en los momentos en que no leemos nada en absoluto.
“La gente no lee ”
Este significado apunta a una falta de destreza para vivir y para pensar que, posiblemente, tenga como una de sus causas el desconocimiento de esas hazañas cósmicas que son Las confesiones, La metamorfosis, Drácula o Génesis. Percibo, en general, una gran desafección hacia los antepasados (vidas), sus logros (obras) y la herencia que nos transmitieron (obras y vidas). La crisis de la lectura es un claro síntoma de la desconfianza hacia el precedente en favor de la espontaneidad de mi momento.
La crisis de la lectura es la crisis de la cultura, no como industria, sino como proyecto vital.
Alguien podría reprocharme que haya desvelado parte de mi canon, ya que de esa manera me coloco en la primera acepción de la dichosa frasecita. A ese le digo que no podemos huir del canon porque él nos ha hecho llegar hasta las realizaciones más acabadas de lo que entendemos por existencia. Algunas citas literarias son obligatorias, no porque las indique servidor, sino porque el mundo que vivimos ha sido modelado por esas manos y éste nos remite a ellas constantemente. Hay que saber escuchar al mundo, claro está. No oír ciertas cosas nos hace sordos y no leer/ver otras acrecienta nuestra ceguera.
La crisis de la lectura es la crisis de la cultura, no como industria, sino como proyecto vital.
Aclaración final. Me he percatado de que de mi texto se puede desprender cierto desprecio hacia las series de televisión y los videojuegos. Eso no es así. Aprecio mucho que series como The Wire, True Detective (primera temporada) o Mad Men sean vistas con interés y se las frecuente en segundas o terceras navegaciones que, al fin y al cabo, son las incursiones que garantizan la correcta extracción del oro humanístico que estas ficciones conservan en su interior. El entusiasmo que siento por videojuegos como Portal, Half Life 2 o Shadow of the Colossus también es grande, pues descubro en ellos: a) mucho de lo mejor que tradicionalmente se ha atribuido a la mejor literatura; b) y no pocas cosas increíbles que sólo este nuevo lenguaje aporta. Tanto las series como los videojuegos pueden contribuir enormemente a que la persona crezca. Por ello creo que hay que hablar bien y con rigor de las mejores series y de los mejores juegos, promocionarlos (a los mejores, claro) y demandar creaciones excelentes en estos ámbitos.