En la pasada entrega de esta serie, abordamos la creación del modelo del vampiro romántico en el imaginario de John William Polidori, cuyo Lord Ruthven se halla inseparablemente ligado a la figura de Lord Byron, producto de aquellas jornadas malditas en Villa Diodati, y a consecuencia del cual, el arquetipo del vampiro aristocrático y seductor permanecerá hondamente grabado en la cultura occidental.
Si bien hemos dicho que Polidori no inventó el mito vampírico, puesto que en la literatura se encuentra ya presente en las obras de Johann Wolfgang von Goethe, Heinrich Ossenfelder, Gottfried Bürger o Samuel Coleridge, escritas alrededor de veinte años antes del célebre El Vampiro, no menos cierto es que la obra de Polidori influyó en alguna medida en la literatura del género en las décadas siguientes, como es el caso de los relatos vampíricos El cuento de Cyprian (1821) de E.T.A. Hoffmann, Berenice (1835) de Edgar Allan Poe, El viyi (1835) de Nikolai Gogol, La muerta enamorada (1836) de Théophile Gautier, La familia del vurdalak (1839) de Alexei Tolstoi, El extraño misterioso (1844) de Karl von Wachsmann, El Vampiro (1851) de Alejandro Dumas, Carmilla (1872) de Joseph Sheridan Le Fanu, El castillo de los Cárpatos (1892), de Julio Verne, La buena Lady Ducayne (1896) de Mary Elizabeth Braddon, los cuentos de Charles Nodier (Vampiros de Hungría, El vampiro Arnold Paul, El vampiro bondadoso, El vampiro Harppe, o su famosa secuela del relato de Polidori, Lord Ruthven o los vampiros) o los famosos penny dreadful de Varney el vampiro (1845-1847) de James Malcolm Rymer, obras que quizás sea conveniente reseñar en otra ocasión.
Sin embargo, dedicaremos esta segunda entrega a una de las cumbres de la literatura vampírica, la conocida novela Drácula, de Bram Stoker.


Tras los pasos de Drácula
Abraham Stoker, tercero de siete hermanos, nació en noviembre de 1847 en Clontarf, Irlanda, en el seno de una modesta familia sostenida por el padre, un funcionario público. De naturaleza frágil, durante mucho tiempo padeció una parálisis que le obligó permanecer en casa, donde al parecer su madre pasaba el tiempo contándole historias de fantasmas.
Con el tiempo, destacó como atleta al cursar los estudios de matemáticas en la Universidad de Dublín, y poco después pasó a ser funcionario público en la capital irlandesa, desempeñándose en la administración pública entre 1867 y 1877, época en la que, al mismo tiempo, se desarrolló como crítico literario para The Evening Mail -del que era copropietario Joseph Sheridan Le Fanu, el autor de Carmilla que sin duda influyó en el futuro autor de Drácula-, y más tarde aprobó para ejercer como abogado. Para 1878 se casó con una antigua novia de Oscar Wilde, Florence Balcombe, con quien tuvo un hijo.
Interesado en las letras, Stoker había publicado sus primeros relatos de terror en la London Society, entre los que destacaban La copa de cristal (1872), Tesoros enterrados (1875), La cadena del destino (1875) y la novela The Primrose Path, también de 1875.


Después de Drácula, son muy conocidas sus obras The Snake´s Pass (1890), La joya de las siete estrellas (1903), La Dama del Sudario (1909) y La guarida del gusano blanco (1911), así como sus recopilaciones de cuentos “El país bajo el ocaso” (1881) y “Atrapados en la nieve” (1908), las cuales adquirieron notoriedad tras su muerte, ocurrida en abril de 1912, y luego del éxito que su narración vampírica adquirió para convertirse en uno de los hitos de la literatura de terror. Fue su viuda quien administró su legado literario y se dedicó a publicar obras póstumas, entre las que sobresale el preludio a la novela, titulado “El invitado de Drácula” (1914).
Cómo convertir a ‘Vlad el Empalador’ en un vampiro
En 1897, Bram Stoker publicó su novela Drácula, inspirada en las leyendas eslavas de vampiros y en las atrocidades que se atribuían al célebre voivoda de Valaquia del siglo XV, Vlad III Drăculea, Hijo del Dragón, popularizado para la posteridad como Vlad Tepes, El Empalador, campeón de la cristiandad en la lucha contra la amenaza turca que se cernía sobre Europa.
Esto lo conocemos porque tradicionalmente se afirma que Stoker obtuvo la idea a partir de las conversaciones que tuvo con Arminius Vámbéry, un intelectual procedente de Hungría. Incluso hay quienes sostienen que parte de la inspiración para los temas abordados en la novela partió del hecho de que Stoker formaba parte de la denominada Orden Hermética Golden Dawn -a la que pertenecía también el propio Vámbéry-, de la que presuntamente también formaban parte Aleister Crowley y los autores de terror Arthur Machen y Algernon Blackwood, lo que no resulta del todo extraño, dado el interés que existía en la época por el esoterismo, el ocultismo y las sociedades secretas.
La vida del propio Vámbéry es fascinante en sí misma. Profesor y viajero, accedió a convertirse en espía para los británicos, reuniendo información sobre las distintas regiones de Oriente Próximo, que estaban en los planes colonialistas de la Rusia zarista. Vámbéry se disfrazó de derviche -una especie de monje- y viajó durante varios meses en una caravana musulmana recabando información que más tarde publicaría en su obra “Viaje al Asia Central”. Conoció por aquel entonces a Stoker, a quien le compartió en una cena celebrada en la Golden Dawn un extraño documento, Visumetrepertum, que contenía un informe médico de 1732 perteneciente al ejército serbio y en el que se describía un raro caso de vampirismo ocurrido en una aldea llamada Medvedjia, en la que presuntamente una plaga de vampiros dirigida por un tal Arnod Paole asoló a la población hasta que se exhumó su cadáver y se le atravesó con una estaca. Tras estos detalles, Vámbéry le habló a Stoker sobre Vlad Tepes.
El célebre príncipe de Valaquia y actual héroe nacional de Rumania, tenía el patronímico Drăculea, heredado de su padre Vlad II, quien había ingresado en 1431 -el mismo año de nacimiento de Vlad- a la Orden del Dragón fundada a principios del siglo por el rey de Hungría, Segismundo de Luxemburgo, como fuerza combativa de la cristiandad contra la amenaza turca.
Vlad fue entregado junto a su hermano Radu a los turcos como rehén por su padre, siendo educados ambos por el sultán Murat II, por lo que convivieron y fueron criados con Mehmet II, el célebre Fatih, El Conquistador, a quien la historia recordaría por la conquista de Constantinopla en 1453 y el final del Imperio Bizantino. Tras una época de penurias y la muerte de su padre, solamente Vlad regresó a Valaquia -ya que Radu había abrazado el Islam y la sumisión a los turcos- y se convirtió en voivoda.
Aquí comienza la leyenda negra del personaje. Con el apoyo de los Báthory -la misma familia de la que procedería la famosa Condesa sangrienta del siglo XVI, Erzsébet-, Vlad hizo ejecutar al voivoda anterior, Vladislav II, y tomó el poder. A continuación, se dedicó a planear su venganza contra los nobles boyardos que habían asesinado a su padre. En la Pascua de 1459 los invitó a una gran cena y, acto seguido, ordenó empalar a los viejos y obligó a los jóvenes a reconstruir un castillo en ruinas. Ese mismo año, en la festividad de San Bartolomé, ordenó empalar a parte de la población de Brasov, ciudad en Transilvania que se había rebelado contra él. De este suceso se desprende la famosa imagen de Vlad almorzando en medio de un bosque de empalados, lo que se cuenta ocurrió antes de que incendiara la ciudad.
En su lucha contra los turcos cometió atrocidades similares. Se cuenta que tras intentar invadir Targoviste, el propio Mehmet II regresó a Constantinopla enfermo y horrorizado ante la visión de un bosque de empalados en el que Vlad había ejecutado a más de veinte mil prisioneros. Aliado con los húngaros, Vlad obtuvo varias victorias contra los turcos, hasta que una gran ofensiva de Mehmet II tomó Targoviste y obligó al voivoda a emprender una guerra de guerrillas en la que incluso, junto a algunos de sus hombres, se disfrazó de turco e intentó asesinar al sultán en su propio campamento.
Sin embargo, la oposición de la nobleza y las intrigas propiciadas desde la Sublime Puerta por Mehmet II, hicieron que Matías Corvino, el hasta entonces aliado rey de Hungría, encarcelara a Vlad en 1462 y permitiera que su hermano Radu asumiera el poder. Tras su liberación en 1474 y nuevamente con el apoyo de los Báthory, así como de su primo Esteban el Grande, príncipe de Moldavia, Vlad recuperó el poder y volvió a enfrentarse a los turcos, pero encontraría la muerte a finales de 1476, en circunstancias que nunca fueron del todo esclarecidas. Lo que fue un hecho es que su cabeza fue enviada a Constantinopla, donde Mehmet II ordenó que la colocaran en una estaca y fuera exhibida. Desde entonces la leyenda negra originada por la crueldad del personaje, se difundió en la región, hasta ser contada su historia por Vámbéry a Stoker, quien obtuvo así al modelo de su vampiro.
Aunado a esto, a partir de 2008 se empezaron a hacer públicas las notas y fuentes bibliográficas que Stoker empleó para construir a su novela, partiendo de las notas manuscritas descubiertas desde 1913, y hasta las obras de la Biblioteca de Londres -de la que Stoker fue miembro entre 1890 y 1897- que consultó para el diseño de su vampiro: “El libro de los hombres lobo” de Sabine Baring-Gould, “Epidémica pseudodoxia” de Thomas Browne, “Round about the Carpathians”, de A.F. Crosse, “La tierra más allá de los bosques” de Emily Gerard y “Transylvania” de Charles Boner.
Así, inspirado en Vlad Tepes y tomando como referencia las leyendas eslavas de vampiros, Stoker creó la imagen de Drácula:
Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sientes, pero profusamente en otras partes. Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión.
La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior, el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas, aunque firmes, eran delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.
De esta forma nació el vampiro aristocrático, seductor, de noble cuna pero de pérfidas intenciones, de una maldad indescriptible.
Drácula: El vampiro clásico en la era victoriana
La novela de Stoker, de marcada influencia romántica, narra en forma de epistolario la extraña historia de un abogado, Jonathan Harker, comprometido con Mina Murray, que ha sido enviado desde Bistritz hasta Transilvania para cerrar tratos inmobiliarios con el Conde Drácula en su castillo. Durante el tiempo que es su huésped, y también su prisionero, Harker descubre que Drácula es un personaje siniestro y malévolo, capaz de alimentar con un bebé a las tres vampiresas que viven con él, y hacer que los lobos devoren a su madre. Drácula, que adquirió una propiedad en suelo británico, viaja a Londres dentro de una caja con tierra transilvana, primero en carruaje y luego en barco, y al llegar a la ciudad, succiona la sangre de Lucy Westenra, la íntima amiga de Mina con quien estaba pasando el verano.
Entre tanto, Harker ha logrado escapar del castillo cayendo al río que lo rodeaba y siendo rescatado por las monjas de un claustro cercano, quienes informan a Mina de lo ocurrido y le piden que acuda a verlo. Lucy Westenra comienza a padecer los efectos de la mordedura de Drácula y enferma, pero mientras su prometido Arthur Holmwood, su amigo Quincey Morris y el doctor John Seward tratan de encontrar explicación a su padecimiento, lo cierto es que Lucy está convirtiéndose en vampiresa. Su severo decaimiento físico los lleva a buscar consejo del doctor Abraham Van Helsing, quien tras la muerte de Lucy, sospecha que se ha convertido en no-muerta, hecho que comprueba cuando, tras las noticias de la prensa local que hablaban de una mujer que atacaba a niños, acude en compañía de Holmwood, Morris y Seward a la tumba y la descubren vacía, sólo para constatar momentos después que Lucy lleva en sus brazos a un niño al que está succionándole la sangre. Van Helsing hace que le claven una estaca en el corazón, le corten la cabeza y llenen su boca con ajo, rito que permitiría a Lucy dejar de ser atormentada y alcanzar la paz.
Mina se casa con Harker, se entera por Van Helsing de la muerte de Lucy, y también de las terribles experiencias que Jonathan vivió durante su estancia en Transilvania, a través de la lectura de su diario. Van Helsing, convencido por Mina de que Drácula es un vampiro, decide acabar con él, pero logra escapar con la ayuda de Renfield, un maníaco que se alimenta de animales vivos en el hospital psiquiátrico que dirige Seward, y que está bajo la influencia de Drácula. El vampiro aprovecha que han dejado sola a Mina para succionar su sangre, hecho que hace que Renfield se vuelva en su contra, pero es asesinado por Drácula más tarde, acusándolo de traidor.
Mina es nuevamente mordida, y Drácula le hace beber su sangre para así establecer un vínculo entre ambos. Van Helsing y Harker tratan de matarlo, pero el vampiro escapa. Tras las sesiones de hipnosis que Van Helsing ha tenido con Mina, descubren que Drácula ha huido rumbo a Transilvania, por lo que Holmwood, Morris, Seward, Harker, Mina y el propio Van Helsing parten a su caza. Separados en grupos, por la noche las vampiresas se acercan a donde se encuentran Mina y Van Helsing, y tratan de convencerla de que se una a ellas, pero Van Helsing lo impide y por la mañana les atraviesa el corazón con estacas. Drácula, dormido mientras viaja en una caja con tierra, es escoltado por zíngaros, quienes sostienen un enfrentamiento con los perseguidores del vampiro. Drácula encuentra su final cuando Harker le corta el cuello y Morris le atraviesa el corazón antes de morir por una puñalada de un zíngaro. El vampiro muere mientras la paz llena su rostro.
Actualidad de un clásico: La verdadera inmortalidad de Drácula
Si bien la obra no tuvo un éxito inmediato, con el paso del tiempo se ha convertido en un clásico no sólo de la literatura de terror, sino de la literatura universal, pese a que habría de obtener formalmente este reconocimiento hasta 1983, cuando se le incorporó a la lista de clásicos de la Universidad de Oxford, siendo a la fecha reeditada año con año en diversos idiomas y en distintos países.
Asimismo, desde un mes antes de su publicación en 1897, ya estaba siendo adaptada para el teatro, lo que incluye desde entonces puestas en escena entre las que destacan las realizadas en Londres desde 1924 y en Broadway desde 1927, y hasta un musical de 1991.
Sin embargo, en el cine la adaptación de la obra pasó por momentos complicados, particularmente cuando nos referimos a la expresionista obra de Murnau de 1922, Nosferatu, que una orden judicial casi desaparece de la historia por un juicio iniciado por Florence Balcombe. Asimismo, no podemos ignorar las relevantes adaptaciones de 1931 dirigidas por Tod Browning y George Melford, ambas tituladas Drácula, y en las que encontramos la versión del vampiro clásica del siglo XX, inmortalizada principalmente por Bela Lugosi, perteneciente a la época de los monstruos clásicos de la Universal Studios y a partir de las cuales se han realizado un sin número de películas que abordan diversos matices del personaje ideado por Stoker, no pudiendo pasar por alto la interpretación de Christopher Lee y el aclamado remake de 1979 de Werner Herzog, Nosferatu: Phantom der Nacht.
Es así como el personaje de Bram Stoker no se limitó a ser uno más reducido a la trama de una novela perdida en la historia, sino que se convirtió en un hito literario, en un arquetipo de monstruo que representa en el fondo cuestiones sumamente humanas y que, a más de cien años de distancia, sigue causando fascinación. No por nada hay quien afirma que el vampiro de Stoker ha evolucionado con la tecnología y la propia humanidad, siendo que el Conde Drácula de finales del siglo XX y comienzos del XXI bien podría ser el Dr. Hannibal Lecter.

