La sensación lectora, en cuanto a número de ventas se refiere, del último trimestre del 2016 fue “Harry Potter y el Legado Maldito”. La obra de teatro estrenada a mediados del año pasado en Londres fue un auténtico hito en la industria teatral y una nueva oportunidad para poner a J.K. Rowling vinculada de nuevo al mundo del mago del 4 de Privet Drive.
Los que vivimos nuestra adolescencia embebidos con la historia del joven mago en Hogwarts y aledaños, esperábamos esta nueva edición (en España editado por Salamandra) con entusiasmo; porque siempre que se oferta la posibilidad de viajar a nuestra infancia a través de las letras hay una pulsión –mitad ternura mitad histerismo– que hace que nos pasemos el IVA cultural por la zona noble y que acudamos a nuestras librerías con ganas de magia.
Sin embargo, y como en cierta medida cabía esperar, el resultado de “Harry Potter y el Legado Maldito” es, cuanto menos, desilusionante.
1. Un guion vendido como novela
La primera salvedad o crítica directa, según quien quiera mirarlo, a “Harry Potter y el Legado Maldito” es la propia forma en la que se ha distribuido y promocionado el escrito.
Harry Potter y J.K. Rowling forman un binomio económico perfecto. En cualquier escaparate de cualquier parte del mundo es una garantía de miradas curiosas y aflojamiento de cartera.
Esto hace que se cuele inmediatamente en el top de “más leídos”. Bravo por quienes venden libros. Pero la gente debe saber qué se lee. Y los críticos deben informar que lo que se lee es un guion de teatro, que no novela; débil, torpe, infatiloide, que rompe a los personajes principales del imaginario de Rowling (rotos con su beneplácito pues revisó y aportó al libro escrito por Jack Throne)y que llega a ser aburrido por momentos.
2. Confusión, maldiciones, profecías y herencias que encojen a sus personajes (algún que otro Spoiler)
La obra, dividida en dos partes y cuatro actos, cuenta las peripecias y coqueteos con el mal del mediano de los hijos de Harry Potter y Ginny Weasley.
La historia comienza donde termina la segunda parte de la película “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte”. En el andén 9 y 3/4.
Allí, un Harry Potter cercano a los cuarenta, funcionario del Ministerio de Magia, despide y aconseja a su hijo –quien responde al nombre de Albus Severus Potter en honor a los dos “héroes” de la saga anterior– ante los desafíos que supondrá Hogwarts. El muchacho, empequeñecido por James Potter, su hermano mayor y que ya destaca con sus proezas en la casa de Gryffindor, verá cómo su suerte de seguir el legado de éxito y reconocimiento de los Potter cambiará, definitivamente, en cuanto el sombrero seleccionador sorprenda al auditorio del salón principal del colegio de magia al pronunciar: “Albus Severus Potter. ¡Slytherin!”.
Un chico que, lejos de disponer de las virtudes y habilidades de su padre, pasa desapercibido en la escuela hasta afianzarse en el grupo de los “nerds” junto a su mejor amigo, Scorpius Malfoy, hijo del siempre peinado Draco Malfoy, y sobre el que pesa una extraña y desagradable sospecha: Scorpius no es hijo del mortífago sino del mismísimo Voldemort.
Esta singular pareja vive la adolescencia con una influencia demasiado recargada en la obra de la herencia de sus padres que año tras año, en un salto temporal marcado al final de cada escena como si hubiera pasado un curso escolar completo, les va mermando y oscureciendo hasta hacerles cometer una torpeza, punto de giro de la obra. Volver al pasado para evitar la muerte de Cedric Diggory en el Torneo de los Tres Magos y valerse para ello de un giratiempo proporcionado por una maga sexy, de pasado oscuro y terriblemente peligrosa.
Esta aventura, que suena igual de inverosímil tanto aquí como en la obra, entra a destiempo y le resta al relato de credibilidad. El punto de hacer tamaña proeza, jugando con el espacio tiempo, tiene en realidad una única motivación en Albus, que ante las reprimendas de su padre por esto o por aquello, determina viajar al pasado en plena rabieta de puberto donde viene a decir: “por tu culpa murió un chico inocente y yo voy a remediarlo”.
De ahí en adelante, el desarrollo de la historia se desenvuelve sin sobresaltos. Con sus idas y vueltas narrativas. Con toda una amalgama de desbarajustes temporales que cuestan la vida a varios personajes principales y que termina de una forma un tanto precipitada y carente de acción.
3. Lo que cabe esperar y un salvoconducto para Rowling
En cualquier caso, existen varios puntos a favor del rescate de la obra. Por ejemplo, la relación entre padre e hijo no está mal llevada; tiene tensión y ayudar a desmitificar a un Harry cuya imagen pasa, igual que en los libros, demasiado tiempo en las nubes. La complicidad de Ginny con su esposo o la figura poco rimbombante de Hermione Granger como Ministra de Magia, está dentro de lo mejor. También es curiosa la relación de Harry Potter y Draco Malfoy, declarados archienemigos desde sus primeras pisadas en Hogwarts y que en esta ocasión, al tener que cubrir el rol de padres preocupados, se unen y defienden ante la comunidad mágica para encontrar a sus hijos desperdigados por el tiempo.
Lo peor, por encima de los exabruptos ya mencionados, es el retrato de Dumbledore que se muestra como viejo chocho, enajenado y llorica, quitando la nobleza y valor de este personaje a lo largo y ancho de las anteriores publicaciones. De igual manera, Ron Weasley es presentado como un simplón de pies a cabeza lo que no se ajusta realmente al personaje construido con anterioridad.
En defensa general de de esta nueva producción diremos la intuición ya reflejada en el punto 1. Este guion de teatro, sin sus personajes en escena, su original y sugerente atrezzo y efectos especiales, es una cáscara a duras penas pasable.
The Guardian la tildó como “deslumbrante” y “un triunfo” y cabe esperar que así sea. Y esperemos que venga a España para que podamos reafirmar y ampliar esta reseña.
A modo de conclusión, animo a su lectura pero con un fuerte espíritu crítico y en caso de que tengamos una tarde muy desocupada. Es casi seguro que el lector encontrará en “Harry Potter y el Legado Maldito” un tufillo a saca cuartos similar al que nos dejó Peter Jackson y MGM cuando se emperraron en dividir “El Hobbit” el tres partes, abusando con entusiasmo de la trama original y presentándonos personajes que no nos animaron a ningún tipo de viaje o compasión.
Pero, hete aquí que es una nueva pericia de Harry Potter y de J.K. Rowling. Lo que significa que si eres verdadero fan, no podrás evitar tener este “legado maldito” entre tus estantes de libros.