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Las obsesiones de Edvard Munch

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Después de treinta años, Munch, regresa a Madrid de la mano de Paloma Alarcó, comisaria de la exposición que se inauguró la semana pasada en el Museo Thyssen de Madrid

El pintor noruego dejó un gran legado con más de 1.800 óleos y 10.000 grabados entre los destaca sobrenaturalmente la fama de ‘El Grito’, hasta el punto de hacerle sombra al resto de su obra.

Está exposición que permanecerá en Madrid hasta el 17 de enero, acoge ochenta obras del artista que se reparten entre las nueve salas distribuidas por algunos de los temas que obsesionaron al hombre contemporáneo.

Munch es considerado uno de los padres de la pintura moderna junto a Cézanne, Gauguin o Van Gogh. Sus pinturas van más allá de ser simples pinceladas que representan algo de la realidad. Como bien decía él: “Lo que hay que sacar a la luz es el ser humano, la vida. No la naturaleza muerta”.

Estas palabras del pintor, expresan a la perfección la experiencia que tiene el espectador al pasar por estas nueve salas de la exposición ‘Edvard Munch. Arquetipos’.

A medida que recorremos cada una de las salas encontramos numerosas veces un mismo tema pintado con diferentes colores, texturas o técnica, reflejo de la forma obsesiva que tenía el pintor noruego de plasmar las preocupaciones del alma. Munch quería llegar al fondo del ser humano: .

Esta disección la encontramos en cada uno de los temas que él consideraba parte del alma humana: “El amor y el odio, el deseo y la angustia, las pasiones y las emociones, son elevados a arquetipos de la vida anímica del hombre moderno o, incluso, de la propia condición humana”.

Por esta razón, la muestra que acoge el Thyssen no es una exposición más a la que el espectador va a ver obras de arte. Es un escaparate ante el que el individuo se planta para dar respuesta, en su propia vida, a los interrogantes que Munch plantea en cada uno de sus cuadros.

El recorrido que ha ideado Paloma Alarcó, está planteado para que el visitante salga con fuerza y vitalidad de la exposición, ya que comienza planteando temas fuertes a los que mirar:

La muerte

Una realidad que a todos nos atañe pero pocas veces nos gusta colocarnos frente a ella. Munch nos sitúa ante la muerte a través de sus versiones de ‘La niña enferma’.

Presented by Thomas Olsen 1939© Munch Museum/Munch-EllingsendGroup/DACS 2014
Presented by Thomas Olsen 1939 © Munch Museum/Munch-EllingsendGroup/DACS 2014

 

Con La niña enferma abrí caminos nuevos para mi, fue una ruptura en mi obra. La mayor parte de mis trabajos posteriores deben su existencia a este cuadro”.

En esta sala se respira la soledad del ser humano al enfrentarse a la muerte de forma individual y la incertidumbre y desconcierto de los personajes de Muerte en la habitación.

Pánico

El artista se sitúa ante un mundo que va muy deprisa debido al avance frenético de las tecnologías y el día a día de las grandes ciudades. Munch sufría angustia ante las aglomeraciones de gente, un fenómeno que no hizo más que aumentar durante la segunda mitad del siglo XIX, en plena expansión de las ciudades.

 

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Este miedo queda plasmado en la sala Pánico donde se expone la litografía de ‘El Grito’. En este espacio, los cuadros nos transmiten ese terror ante la soledad que se vive en las ciudades donde se vive rodeado de gente que corre y anda al lado de uno sin que nadie se mire a los ojos.

Amor

Munch se movía entre contrapuestos continuamente y es en el tratamiento del amor donde lo apreciamos especialmente, donde nos enfrentamos a un amor oscuro lleno de celos y deseos que rompen al ser humano.

Es esto lo que se observa en ‘Mujer vampiro’, un beso tan pasional que se convierte en un mordisco que destruye al hombre.

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En el otro extremo del Amor, ‘El beso’, del que se exponen varias versiones que van desde un beso efusivo entre los amantes delante de una ventana, al beso tan esquemático donde percibimos dos figuras humanas que se funden en una sola. No se observa ninguna facción particular, solo nos transmite un amor puro que hacen de la pareja uno solo.

La exposición finaliza –tras un intenso recorrido por algunas de esas cuestiones tan profundas que pocas veces queremos pensar en ellas o tratar de dar respuestas a nuestros miedos– con algunas de sus obras más tardías que coinciden con la vuelta a su noruega natal, tras veinte años de exilio voluntario.

Vitalidad

Esta sala titulada Vitalidad presenta una serie de cuadros en los que el artista plasma motivos terrenales y de la vida agrícola, con un estilo colorista. En casi todos ellos aparece el símbolo del Árbol de la Vida como metáfora de la evolución.

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En definitiva, la exposición es un proyecto cuidado hasta el mínimo detalle: la situación cautelosa de cada cuadro, buscando el punto perfecto para que sean vistos desde diferentes perspectivas como ‘El artista y su modelo‘; el diseño de los espacios (todo el conjunto queda integrado por la presencia de madera, material que Munch utilizaba para trabajar).

Además, la investigación que han llevado a cabo los responsables de la exposición queda recogida en dos libros producidos por el museo: un catálogo y un libro de viajes: ‘Noruega y Edvard Munch’, escrito por Paloma Alarcó y Clara Marcellán (comisaria y coordinadora de la exposición, respectivamente) en el que se desgrana la influencia que tuvieron diferentes lugares en la obra del artista. Este último volumen se presentará el próximo 16 de octubre en el museo.

Como bien decía el pintor noruego, “el arte deriva de un deseo de la persona de comunicarse con otro”. Munch nos invita a comunicarnos con él a través de esta exposición.

(@IreneSolisCobo) Humanista y Gestora Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid. En la actualidad aprendiendo a gestionar el arte en el museo Thyssen de Madrid. Apasionada por el Patrimonio Cultural que cuenta la historia de cada lugar. Como Harry Potter, soy 'buscadora de la snich dorada', de la bondad del hombre en las humanidades.

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