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El mito del vampiro I: Reivindicando a Polidori

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La figura del vampiro forma parte de los mitos clásicos que se hallan presentes en la cultura popular, sea en expresiones artísticas diversas como la literatura o el cine, o en el folclore de la tradición anglosajona de la Noche de Brujas, pero conservando un basamento común: Temores atávicos y, al mismo tiempo, deseos inconscientes de inmortalidad.

Este breve texto es la primera entrega de una serie que tiene como objetivo el análisis y el redescubrimiento de la figura de vampiro como parte de nuestra cultura, en la que abordaremos el mito vampírico en sus principales expresiones literarias y cinematográficas, a la vez que analizaremos sus orígenes y permanencia en el siglo XXI. Tratándose del 2019, se vuelve propicia la ocasión para hablar de la obra que introduce al vampiro en la literatura contemporánea: El Vampiro de John William Polidori.

De Londres a Villa Diodati

Nacido el 7 de septiembre de 1795 en Londres, John era hijo de Gaetano Polidori, emigrante toscano y antiguo secretario del poeta Vittorio Alfieri, y de Anna Maria Pierce, institutriz británica, siendo el mayor de tres hermanos y cuatro hermanas. Emulando a su abuelo, conocido por un tratado de osteología en verso, a los dieciséis años comenzó sus estudios de medicina en la Universidad de Edimburgo, y obtuvo su título con una tesis sobre el sonambulismo con tan solo diecinueve años.

En marzo de 1816 conoció al famoso y polémico poeta Lord Byron, quien estaba en busca de un médico personal para un viaje por Europa próximo a realizar. Tras una buena primera impresión, el poeta contrató a Polidori para el viaje, y su editor le pagó quinientas libras por la elaboración de un diario del viaje, en que narrara las experiencias vividas al lado de Byron en su viaje por el continente.

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Pero fue en este momento cuando la relación entre Polidori y Byron se volvió ambivalente. Si bien existía algún grado de simpatía, durante mucho tiempo se ha creído que nunca hubo verdadera amistad, y conocidas son las humillaciones y vejaciones de las que Polidori fue objeto por parte del poeta, quien menospreciaba su capacidad como médico y se burlaba en público de las piezas teatrales que Polidori escribió, haciendo críticas mordaces sobre ellas.

Con el propósito de convivir en una tertulia poética y de librepensamiento en ese año del verano que nunca llegó, en el mes de mayo se reunieron cerca del Lago Leman, también conocido como Lago de Ginebra, para hospedarse en el Hotel d´Anglaterre, en Cologny, Suiza: Percy Shelley, Mary Godwin, su amante, y Claire Clairmont, hermanastra de Mary, y a los pocos días llegaron Lord Byron y Polidori. El poeta se enteró por un campesino que, en las proximidades del hotel, se encontraba la Villa Diodati, en la que se alojaron Voltaire, Rousseau y John Milton, y que en esos momentos estaba abandonada. Lord Byron convenció a los demás de trasladarse al lugar para hospedarse, y aunque el clima era adverso, frío, tormentoso y oscuro, durante unos días pudieron hacer competiciones en barca, así como viajar para contemplar los glaciares y cascadas suizas.

A lo largo de los días discutieron sobre diversos temas, entre ellos, las investigaciones de Luigi Galvani y los experimentos de Erasmus Darwin, en los que ambos empleaban la electricidad. Lord Byron, alternando las discusiones con la lectura, llevaba consigo una antología en francés de cuentos alemanes de fantasmas, Fantasmagoriana, ou Recueil d´histories d´apparitions de spectres, revenants fantômes, etc, tras cuya lectura, propuso al grupo que cada uno escribiera una historia de terror para después contarla a los demás.

El propio Byron escribió un fragmento que estaba basado en las leyendas balcánicas sobre vampiros que había escuchado en sus viajes, al que llamó El entierro, pero que dejó inconcluso. Percy Shelley, por su parte, pensó escribir una historia sobre un fantasma surgido de las cenizas y sombras amenazantes en el cuarto de un niño, dejándolo también sin concluir.

Sin embargo, el reto lanzado por el poeta llevaría a producir monstruos cumbres de la literatura fantástica: Frankenstein o el moderno Prometeo, del genio creativo de Mary Shelley, y El Vampiro, de John Polidori.

La caída de los ángeles… y de Polidori

Tiempo después de ese verano de 1816, y aun soportando las humillaciones de Lord Byron, Polidori intenta suicidarse tras una discusión con él, lo que lleva al poeta a despedirlo. El médico abandona Inglaterra y se traslada a los Alpes, y de ahí a Milán, donde fue detenido tras una riña con un oficial austríaco, pero la intervención de Byron permitió su liberación, lo que no evitó que fuera expulsado de la ciudad.

En 1819 publica una novela gótica, Ernestus Berchtold o el moderno Edipo, que recibe terribles críticas, así como La guirnalda y otros poemas, que pasó sin pena ni gloria. Para 1821 publica su obra poética La caída de los ángeles y en agosto regresa a Inglaterra donde decide suicidarse, ingiriendo el ácido prúsico que había inventado el alquimista Conrad Dippel, el famoso habitante del Castillo Frankenstein en Polonia que parece haber inspirado a Mary Shelley. La familia, preocupada por el posible escándalo, desapareció todos los rastros y pruebas del hecho, y hasta la fecha se suma a quienes desprecian la obra del médico, como prueba el hecho de que sus obras Cajetan y Boadicea permanezcan inéditas hasta nuestros días.

El autor devorado por el vampiro

Durante las noches del 16 al 19 de junio de 1816 en Villa Diodati, Polidori retomó El entierro de Byron y lo adaptó a su propia historia: Un joven británico llamado Aubrey conoce a Lord Ruthven, un frívolo excéntrico que pasa el tiempo en las fiestas londinenses y seduciendo mujeres. La historia se centra en la personalidad misteriosa de Lord Ruthven, las muertes trágicas que le rodean y su relación con la leyenda del vampiro que conoce Aubrey en su viaje a Grecia. El personaje de Lord Ruthven notoriamente se encuentra basado en la propia personalidad disoluta de Lord Byron, y refleja en cierta forma el desprecio que Polidori sentía por él. En esta historia, Lord Ruthven encarna a un vampiro de alta sociedad, un hombre que se mantiene siempre joven, que es incapaz de morir y que es pura maldad. Este modelo hace que consideremos a Polidori como el creador del vampiro en la literatura romántica:

“Miraba a su alrededor como si no participara de las diversiones generales. Aparentemente, sólo atraían su atención las risas de los demás, como si pudiera acallarlas a su voluntad y amedrentar aquellos pechos donde reinaba la alegría y la despreocupación. Los que experimentaban esta sensación de temor no sabían explicar cuál era su causa. Algunos la atribuían a la mirada gris y fija, que penetraba hasta lo más hondo de una conciencia, hasta lo más profundo de un corazón. Aunque lo cierto era que la mirada sólo recaía sobre una mejilla con un rayo de plomo que pesaba sobre la piel que no lograba atravesar”.

“Sus rarezas provocaban una serie de invitaciones a las principales mansiones de la capital. Todos deseaban verle, y quienes se hallaban acostumbrados a la excitación violenta, y experimentaban el peso del “ennui”, estaban sumamente contentos de tener algo ante ellos capaz de atraer su atención de manera intensa”.

“A pesar del matiz mortal de su semblante, que jamás se coloreaba con un tinte rosado ni por modestia ni por la fuerte emoción de la pasión, pese a que sus facciones y su perfil fuesen bellos, muchas damas que andaban siempre en busca de notoriedad trataban de conquistar sus atenciones y conseguir al menos algunas señales de afecto”.

El autor investigó sobre las leyendas vampíricas del folclore de Europa Oriental, y empleó el Tratado sobre los vampiros, de Augustin Dom Calmet, para mejorar su historia. Se afirma incluso que parte de la inspiración procedía de Lord Byron, a través de su poema de 1813 El Giaour, escrito como resultado de la travesía por Turquía, y en la que el protagonista es condenado a convertirse en un vampiro tras su muerte.

Originalmente titulado El Vampiro: El moderno Prometeo, se publicó el 1° de abril de 1819 en The New Monthly Magazine, pero en otra de las crueles ironías que vivió Polidori, la obra fue atribuida por su editor a Lord Byron, pese a que el poeta rechazó la autoría y criticó su contenido.

Se dice que el editor atribuyó la obra a Byron por un par de sucesos poco conocidos pero relevantes: Ruthven era el mismo nombre del protagonista de Glenarvon, de Caroline Lamb, quien también lo había basado en Lord Byron, y Ianthe, la amada griega de Aubrey en El Vampiro, era el mismo apodo con que Byron llamó a Charlotte Harley cuando le dedicó parte de Las peregrinaciones de Childe Harold. Aunque también se dice que simplemente el editor optó por atribuir la obra a Byron porque consideró que Polidori no tendría el mismo efecto en ventas, hay quien afirma que en realidad todo formó parte de un plan de Polidori para que aumentaran las ventas de la obra.

Si bien Polidori no creó la noción del vampiro -de hecho, su obra tiene similitudes con La novia de Corinto, de Goethe, publicada en 1797-, al médico se debe la creación de un prototipo de vampiro especial y propio del romanticismo: aristocrático, seductor, maligno, al tiempo que se nutre de la leyenda propia del folclore eslavo como un no muerto que se alimenta de la sangre de los vivos.

El caso de Polidori es el de un autor que es sobrepasado por su obra y en este caso, por el mito vampírico. La influencia de la historia de Polidori se halla no sólo en haber sido el creador del subgénero vampírico en la literatura -hecho hasta cierto punto discutible por cuanto no podemos ignorar los poemas Der vampir, escrito por Heinrich August Ossenfelder en 1748, o Lenore, de Gottfried August Bürger de 1773-, sino también en haber servido como fuente de inspiración para grandes relatos vampíricos posteriores de autores como Edgar Allan Poe, Nikolai Gogol, Alexei Tolstoi, Alejandro Dumas, Joseph Sheridan Le Fanu y Bram Stoker. Asimismo, no podemos ignorar la influencia de Polidori en Charles Nodier -bajo cuyo pseudónimo Cyprien Bérard había escrito en 1820 una continuación de la historia de Polidori llamada Lord Ruthven o Los vampiros-, quien en conjunto con el Marqués de Jouffroy y T.F.A. Carmouche compuso la obra teatral El vampiro, puesta en escena en 1820 en Londres y Dublín, así como en Henrich Märschner, compositor de la ópera Der Vampyr, de 1827.

Más allá de la aparente universalidad de la figura arquetípica del vampiro -de lo que hablaremos en otra entrega-, lo cierto es que hasta la obra de Polidori, este ser no había tomado los matices y las formas con las que lo conocemos en la actualidad. Fue a partir de esta historia, y mayormente después de la obra de Bram Stoker, que concebimos al vampiro como un hombre elegante, refinado, seductor, con un pasado remoto que lo vincula a la nobleza, dotado de poderes sobrenaturales y de una maldad indescriptible.

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Orgulloso nativo de la Ciudad de México. Abogado de profesión, burócrata por ocupación, luterano, estudioso de la Filosofía, la Teología y la Psicología. Apasionado de las letras, la narrativa histórica, el terror y el horror cósmico, lector asiduo de Nietzsche, Kafka y Lovecraft. Combino la docencia universitaria con la política, atento a Octavio Paz, guardando distancia con el príncipe. Seguidor de Schopenhauer, pero creyente en Facundo Cabral.

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