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Robert Redford aquilata su leyenda con “The old man & the gun”

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David Lowery nos presenta este drama envuelto en seda del Mid – West, pero seda de todos modos, una película perfecta, aunque probablemente por y para nostálgicos. Nos cuenta la historia de Forrest Tucker, un encantador criminal de largo recorrido que se resiste dejar esa vida, aunque desde el minuto uno parece, más bien, la historia de todos los personajes de Robert Redford (Out of Africa, The Sting).

Le acompañan el muy justamente oscarizado Casey Affleck (Manchester by the sea, The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford), Sissy Spacek (The Help, Carrie) y Danny Glover (Lethal Weapon). Es una gran película, no ambiciona el mundo, pero sí contar bien una historia y lo logra. Verla es dejarse llevar al gran cine de Sam Peckinpah, a Cool Hand Luke, a un Unforgiven a la medida de Redford, es decir, a una suerte de baile de graduación de instituto americano ejecutado a la perfección.

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La dirige David Lowery, el menor de nueve hermanos cuyo padre era profesor de Teología en la Universidad de Dallas, y es sin duda la obra de un convencido de los universales. Forrest Tucker es presentado como un personaje eterno, ilustra un debate que ha acompañado y acompañará al hombre: el de exprimir las emociones de la vida o realizar algo, sea una familia, un amor o una obra. Tucker eligió la primera y en la película se le retrata como un sinvergüenza encantador, que no roba por el dinero, sino por el robo y que no huye para que no le cojan, sino para que le persigan.

Aunque evita profundizar, probablemente en busca de una mayor amenidad, la tesis principal y, posiblemente, el objetivo preclaro que inspiró el proyecto es que el personaje de Tucker, el ladrón pícaro, el ideal adolescente, no ha perdido encanto con la edad, aunque sí ha perdido su vida por mantener el encanto. Esto segundo no se explicita así nunca, como tampoco lo hace el descubrimiento de Jonh Hunt de la esencialidad del trayecto en la vida, pero se enuncia a medias, como lo hace la realidad en tantas ocasiones, por ahí va mi valoración de “perfección”. No es una gran conclusión ni, en absoluto, un hallazgo, pero sí es una verdad proclamada bellamente.

La producción, el montaje, la fotografía y la banda sonora persiguen la misma línea, no la de enunciar sino la de enmarcar lo enunciado en pastos dorados, coches de los ochenta y miradas llenas de amor. El que destaca, claro, es Redford y ojalá le den el finalmente el Oscar por actor que siempre le han negado, terminaría por ser honorífico, porque este anciano vividor es más Robert que Forrest.

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Educado entre el Ramiro y l'École de Cluny, realiza ahora estudios de Clásicas en la Universidad Complutense de Madrid y es director del ciclo "Oposiciones de estética y belleza" organizado en la Facultad de Filosofía y Letras. Previamente ha pasado por el Centro de Cine Internacional y la redacción de la sección cultural de "La Colina del Viento". Le gusta ver películas.

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