Una vez concluido el 2016, uno hace balance de lo bueno y lo malo y respecto al cine piensa si mereció la pena ir a las salas. Y la verdad es que sí, siempre hay cabida para la sorpresa. A continuación tres películas que posiciono, muy personalmente, en el podio de historias que merecen ser escuchadas; dispuestas a zarandear nuestra poca paciencia y capacidad universal de prejuzgar.
Medalla de BRONCE
VAIANA
Disney volvió a finales de año con fuerza, con una nueva cinta que nos da la sensación de estar ante lo mejor de Pixar. Humor, aventura y amistad brillan tanto que hay que ponerse gafas. Vaiana es la película de animación más completa en lo técnico hasta la fecha, cada año se superan y este no iba a ser menos.
Firme candidata al Oscar de la academia en su categoría, la trama posiciona al espectador en una época muy lejana y poco conocida. Se trata de los pueblos nómadas que vivieron en la polinesia, la islas más remotas del Pacifico Sur.
La riqueza del relato mítico aparentemente simple sobre cómo el hombre expande la semilla de la vida a través del viaje hacia el “más allá” y su relación de armonía con la tierra, nos habla sobre la capacidad innata del hombre para abordar la aventura de redescubrir la razón del pueblo, su tradición.
Vaiana, la princesa destinada a reinar su tribu, establecida sedentariamente durante ya demasiados años en su isla, no puede quitarse de la cabeza una idea. ¿Hay que conformarse con lo establecido? La llamada del mar/vida no ha hecho más que empezar.
Medalla de PLATA
ALOYS
La opera prima del suizo Tibias Nölle rebosa de una personalidad encomiable. Se trata de una obra sensorial muy bien medida, donde el sonido y la fotografía son clave para comprender como funciona la cabeza del protagonista, los procesos mentales de un hombre que parece haber renunciado a la realidad misma.
Aloys (Georg Friedrich) es un solitario detective muy reservado. Su vida carece de relación alguna con su entorno, pero una serie de circunstancias le forzaran a percibir la realidad fuera de su obsesiva cabeza, logrando desvelar lo que parece ser el sentido del encuentro.
Pudiera pensarse que se trata de una película carente de ritmo y significado, o incluso achacar la falta exasperante de no evolución del protagonista a lo largo de la trama. Pero pese a ello, destaca en la recreación de los procesos mentales de nuestros anhelos, insinuando el desasosiego que trae consigo el pensamiento posmoderno que nos limita a ser meras islas en el océano de la humanidad, que al reducir la realidad a nuestra escala mental vivimos dos veces la misma realidad, siempre deseando que la interior e ideal sea la experimentada.
Asistimos a la mente de Aloys, donde progresivamente va desvelándose así mismo en el metafórico bosque de la vida. Puente a la realidad, hacia el fascinante marco espacial donde verdaderamente se desarrolla la trama, en esa gris centro Europa recreada con austeridad, rectitud y soledad.
La película nos recuerda que en los lugares más retirados de la mente es el amor la luminosa respuesta que integra nuestro ser ante la falta de belleza en nuestra vida, buscando el sentido, saliendo de nosotros mismos para sentir que vivimos, que vivimos de verdad. Muchos, aunque se sorprendan, creen que lo hacen pero ni siquiera han estado cerca.
Medalla de ORO
LA LLEGADA
Sin duda, la mejor película de ciencia ficción del año que como drama puede posicionarse aun más alto. Es de esas películas que recomiendas conteniéndote para no cometer spoiler e ir a la cárcel de los aguafiestas de historias.
El tema central de la historia se desvela de una manera portentosa a lo largo de la historia, dejando finalmente un poso, un buen sabor de boca. Lo propio del buen cine. Cine de autor redondo en lo argumental y en lo técnico.
Doce naves extraterrestres aparecen repartidas por todo el mundo. En Estados Unidos, una filóloga y un físico deberán descubrir las intenciones de los extraterrestres antes de que el ejército corte el diálogo y se produzca una crisis mundial. Hasta ahí puedo, y debo, escribir.
La película reacciona ante el actual “estereotipismo” del cine donde se corre el riesgo de encorsetar las historias a hilos demasiado comunes para sorprender. El director, Denis Villeneuve, tiene un sentido del cine muy distinto a lo ordinario y por ello le otorgo la medalla de Oro.