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El hombre que mató al Joker

En Cine/Democultura/Pensamiento por

Una indagación en el parentesco dramático y temático entre El caballero oscuro y El hombre que mató a Liberty Valance.

[AVISO: ARGUMENTOS DESTRIPADOS]

Vaqueros y superhéroes han dejado una profunda huella en el imaginario mitológico estadounidense y han moldeado la cultura popular moderna. Por ello, y a pesar de una aparente disparidad, no es casual que existan grandes semejanzas entre el cine de superhéroes y el western. La relación de espejos entre las películas El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008) y El Hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962) es uno de los ejemplos más representativos, por tres motivos principales. El planteamiento dramático y los personajes de la segunda entrega de la saga de Nolan tienen su equivalente directo en el clásico de Ford. Temas como la justicia, la violencia y el relato público también reciben un tratamiento muy similar en ambas películas, sobre todo en el desenlace. Y por último, la iconografía del Caballero oscuro bebe directamente, si no del Hombre que mató a Liberty Valance, de la cinematografía más característica del western: la del duelo.

Joker-Valance, Stoddard-Dent y Batman-Doniphon: un triángulo alegórico

La influencia de Ford en Nolan, para empezar, se manifiesta desde el mero planteamiento dramático de la película: Gotham podría ser un pueblo del Oeste (Shinbone), el Joker un forajido impune (Liberty Valance) y Batman y el fiscal Harvey Dent, dos hombres buenos que, al igual que el vaquero Doniphon y el abogado Stoddard, proponen soluciones totalmente distintas, a saber la fuerza del héroe y el peso de la ley respectivamente.  Nolan retoma así el tema característico del subgénero western: la búsqueda del orden en medio del caos. La dificultad para construir una sociedad civilizada -los Estados Unidos de América- a partir de cero.

De este modo, tenemos un trío de equivalencias alegóricas muy claro: Joker-Liberty Valance encarnan el caos, Batman-Tom Doniphon el ejercicio de la fuerza y Harvey Dent-Ransom Stoddard el de la ley. Es fácil tomar cada vértice del triángulo y establecer el vínculo entre los componentes de la pareja correspondiente.

Liberty y el Joker, agentes del caos y heraldos de una violencia sin lógica.

Lo más evidente es empezar por Valance y el Joker, la fuente de conflicto. No es sólo que ambos incumplan y violen concienzudamente la ley, ni que compartan un sádico placer por la violencia, sino sobre todo que su ejercicio del mal carece de fundamento alguno. Y esto es lo que los hace tan peculiares. No albergan motivaciones concretas, sean buenas o malas, comprensibles o crípticas, que permitan explicar su explosivo comportamiento. Simplemente hacen el mal porque pueden y porque lo disfrutan. El mal por el mal. Esta falta de lógica queda patente en el primer encuentro entre Valance y el abogado Stoddard, cuando éste ve cómo el forajido arranca y despedaza las hojas de su libro de leyes y lo azota. En Shinbone, la única ley son Liberty (irónicamente) y su látigo. Cierto es que los rancheros y terratenientes locales se aprovechan de él para mermar la influencia del Estado; sin embargo, Valance no es un mercenario calculador sino un criminal por naturaleza. En cuanto al Joker, su iconografía sugiere una enfermiza pasión por el azar (los naipes) que remite inequívocamente a esta anti-lógica de la violencia. “¿Tengo yo pinta de tener un plan?”, le dice al fiscal Harvey Dent cuando éste ya está camino de transformarse en Doble Cara y su novia ha muerto. “Actúo sin más. […] Soy un agente del caos. ¿Y sabes una cosa acerca del caos? Es justo”.

El fiscal Dent y el abogado Stoddard, paladines de la ley y de la palabra escrita.

Lo que permite identificar al fiscal general de Gotham Harvey Dent con el abogado de Shinbone (y maestro) Ransom Stoddard es una confianza plena no sólo en la ley, sino también en el poder civilizatorio de la palabra.

Dent, en su escena de presentación, le echa en cara a un testigo que se retracte mostrando sus declaraciones por escrito: son sus palabras las que podrían meter entre rejas al mafioso que está siendo procesado. Stoddard, como decíamos antes, siempre viaja con su libro de la Constitución estadounidense -el que despedaza Liberty Valance- pero además se esfuerza por alfabetizar a los habitantes de Shinbone enseñándoles a leer y a escribir. “La educación es el fundamento de la ley y del orden”, trata de inculcar a sus conciudadanos.

En la misma línea, Dent se muestra contundentemente partidario de acabar con el Joker con el instrumento de la ley, advirtiendo a Wayne, o sea Batman, del peligro que entraña combatir el mal al margen de la justicia legal. “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para convertirte en el villano”. Pero el legalismo de Dent es más matizado que el de su pariente fordiano, pues no rechaza de plano el rol de Batman en Gotham, si bien señala la necesidad de que el sistema legal haga innecesaria la intervención de figuras superheróicas: “Sea quien sea Batman, no querrá hacer esto el resto de su vida. Batman espera que alguien le tome el relevo”. Un poder judicial eficaz; la voz del pueblo. De los votantes.

Doniphon y Batman, en la penumbra del anonimato heroico.

Pero como le replica Doniphon a Stoddard cuando interrumpe su clase, “los votos no podrán hacer frente a las armas” (las de fojaridos como Liberty Valance). Cierto es que la rivalidad (que no antagonismo) entre Stoddard y Doniphon es mucho mayor que la de Dent y Batman, pues éste realmente desearía que el imperio de la ley convirtiese su heroísmo en una labor obsoleta,  mientras el vaquero cree que eso es sencillamente imposible.

La equivalencia entre Batman y Doniphon quizás podría parecer un tanto simplona: ambos son fuertes, valientes y hombres de acción. Sin embargo, lo que los une realmente es un heroísmo en la penumbra. Una penumbra física, pues Batman, al igual que el animal nocturno al que emula, encuentra en la oscuridad su hábitat natural, y Doniphon, por su parte, mata a Liberty Valance disparándole oculto en tinieblas. Y una penumbra moral, también, pues Batman nunca reclama para sí el mérito de haber matado al Joker, del mismo modo que Doniphon deja creer a Shinbone que fue el idealista Stoddard quien mató al temido Valance: desean salvar a la ciudad, no obtener reconocimiento por ello.

Pero antes de abordar los desenlaces de cada película, en los cuales culmina el parentesco temático entre ambas, hagamos un alto para apreciar hasta qué punto los códigos visuales del western planean sobre El caballero oscuro.

Iconografía del duelo: la salvaje Gotham

La ciudad, con toda su resonancia política y democrática, como apunta un reciente ensayo acerca de la figura del superhéroe en el cine, es el escenario de batalla por excelencia entre el superhéroe y el villano. Lo mismo ocurre con el western, cuya avenida o calle principal (a menudo la única) ha adquirido un peso propio en el imaginario del Lejano Oeste y en general en el del cine. El duelo de pistoleros es la escena western por excelencia.

De forma análoga a los duelos más míticos, El caballero oscuro tiene su propio choque entre los pistoleros que se disputan el alma de Gotham: el demente fuera-de-la-ley conocido como Joker, armado con su ametralladora, y el aliado del sheriff a lomos de su bat-moto, conocido por los lugareños como Batman.

Desde el punto de vista de la realización audiovisual y de la puesta en escena, la secuencia cumple rigurosamente con todos los cánones del duelo. En la captura superior, para empezar, se puede adivinar a Batman en el punto de fuga acercándose al Joker, el cual se encuentra en primer plano de espaldas. Esta construcción en perspectiva, tan típica en la “gramática” del duelo western, subraya la rivalidad entre los pistoleros y el inminente enfrentamiento. A este plano prácticamente sólo le faltaría un arbusto seco recorriendo la imagen de un extremo a otro para poder decir que está sacada de una película del Oeste.

En esta yuxtaposición de planos también podemos reconocer con absoluta inmediatez la narrativa del duelo. El Joker, desde una punta de la calle, y Batman, desde la otra, se acercan el uno al otro con decisión. Joker se mueve de izquierda a derecha del plano y Batman en sentido inverso, de derecha a izquierda –en ambos casos Nolan deja casi la mitad del plano vacío ante ellos- de modo que los movimientos contrarios refuerzan en la mente del espectador la tensión dramática. Cada vez están más cerca: el enfrentamiento definitivo va a llegar.

El crescendo de la escena continúa con el cierre del plano: si antes era medio o casi general con los personajes a cuerpo entero, ahora tenemos a Joker en un plano americano clarísimo (denominación de plano especialmente creada para el género western en el que se cerraba el encuadre a la altura de las cartucheras de las pistolas). El ángulo mucho más contrapicado que en el plano anterior también contribuye a acentuar la escalada de tensión propia del duelo.

Esta secuencia de planos yuxtapuestos, independientemente de cómo acaba el duelo (cuya resolución no es ni muchísimo menos el clímax ni el final de la película) es un ejemplo de la influencia canónica del western en El caballero oscuro que refuerza su relación de espejos con un clásico del género como El hombre que mató a Liberty Valance.

“Print the legend”: la leyenda de Harvey Dent

En la última escena del Caballero oscuro se resuelve el dilema planteado al inicio de la película y que también comparte con El hombre que mató a Liberty Valance. ¿Es suficiente la ley para imponer el orden, o irremediablemente se ha de recurrir a la violencia misma que trata de combatir la Justicia legal? Ford y Nolan no sólo comparten el planteamiento, sino también la respuesta: el mito como relato público.

Batman, ante el cadáver de Doble Cara, otrora Harvey Dent.

Harvey Dent, mutilado física y espiritualmente por las respectivas pérdidas de medio rostro y de su amada Rachel a manos del Joker, se ha entregado al oscuro camino de la venganza. Enloquecido y cegado por el deseo de acabar con él, Dent empieza a matar a policías corruptos y mafiosos echando a cara o cruz la suerte de las vidas. Con este detalle se revela hasta qué punto, paradójicamente, la venganza le ha convertido en igual al Joker: Dent actúa siguiendo la “justicia” del azar y del caos. Finalmente, Batman interviene no sólo para detener y matar al Joker, sino también a Dent.

Sin embargo, la derrota moral está consumada. Como dice el comisario Gordon, la poca esperanza que aún le quedaba a Gotham ha muerto con la desfiguración integral (corporal y psicológica) del paladín de la ley y de la justicia Harvey Dent. El Joker, al fin y al cabo, ha triunfado. Para impedir esta victoria, Batman resuelve que la ciudadanía jamás sepa la verdad: él cargará con los crímenes de Doble Cara (Harvey Dent corrompido por el odio) mientras al luminoso fiscal Harvey Dent se le atribuirá la heroica muerte del Joker. De este modo, acuerda Batman con el comisario Gordon, Gotham podrá seguir creyendo en la autoridad pública.

La prensa haciendo caso omiso de Stoddard y el comisario Gordon forjando la leyenda de Harvey Dent.

En El hombre que mató a Liberty Valance observamos exactamente la misma opción por el mito como medio de preservar la fe del ciudadano en el orden legal y público. La violencia es necesaria para mantener la Justicia, pero para que el sistema no se derrumbe, es necesario un relato público que haga creer que ella se basta por sí misma.

Cuando años más tarde el abogado Stoddard, convertido ya en un veterano y prestigioso senador, regresa a Shinbone para enterrar a Doniphon y confiesa la verdad a unos periodistas, éstos no quieren hacerle caso. “En el Oeste, cuando la leyenda se hace realidad [la arraigada creencia de que Stoddard mató a L. Valance], se publica la leyenda”. El anonimato de Doniphon, de quien nadie sabrá que él fue el verdadero héroe que mató a Liberty Valance, es un rasgo perfectamente atribuible a los superhéroes modernos, cuyo alter ego público se lleva toda la gloria sin que esto comporte recompensa alguna en su identidad real. Cabe destacar el detalle de que, al igual que Batman elige por iniciativa propia ocultar la verdad para salvar a Gotham, Doniphon convence a Stoddard para hacer creer a Shinbone que fue él quien acabó con el forajido para que el prestigio le permita ganar las elecciones y así derrotar a los terratenientes y rancheros e implantar el orden. Su heroísmo no es idea de otro sino un meditado sacrificio personal en los altares de la ciudadanía.

Del mismo modo que, muy a su pesar, el senador Stoddard siempre será el hombre que mató a Liberty Valance, Harvey Dent, quien recibe exequias de Estado y cuya imagen es preservada con el recuerdo de su rostro inmaculado, siempre será el hombre que mató al Joker. Gotham, pareciera decirnos Nolan, también es el Lejano Oeste.

El caballero oscuro, como revisión en clave superheroica del Hombre que mató al Liberty Valance, no sólo revela la sutil conexión entre western y superhéroes, sino que reverbera el gran eco del cine clásico en el moderno.

Licenciado en Com. Audiovisual por la UFV, máster en guión y profesor en la UNAV. Actualmente compagina su carrera de guionista con el mundo académico.

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