Debo reconocerlo: no soy para nada fan de la saga de Harry Potter. Ni libros, ni películas. Nada. Sin embargo, algo despertó mi curiosidad por la expansión de la saga con el lanzamiento de este spin-off y, en aras de satisfacerla, me encaminé hacia el cine más cercano para ver Animales fantásticos y dónde encontrarlos.
Y bien es cierto que la cinta me fascinó: por el reparto y sus interpretaciones, por el argumento y el riguroso cuidado en el guión, y por la hermosa estética del mundo que nos dibujan el director (David Yates) y la creativa imaginación de J.K.Rowling.
(Ojo, spoilers)
Eddie Redmayne aterriza en la historia en la piel de Newt Scamander, un mago británico que viaja por el mundo con el objetivo de encontrar y documentar una extraordinaria selección de criaturas mágicas. Su travesía le lleva a Nueva York, donde una serie de incidentes unidos en consecuencia le obligan a alargar su estancia y a resolverlos combatiendo el fuego con fuego, o en este caso, con magia. Durante el trayecto, un puñado de simpáticos personajes se irá uniendo a la aventura, conformando un equipo amistoso e implacable.
Para empezar, me siento en la obligación de honrar al cuerpo actoral con un fuerte aplauso. Las interpretaciones de los actores son magníficas, colaborando con el dinamismo de la trama y brindando a la película un profundo realismo, o al menos, el máximo realismo que se le puede brindar a una película de ciencia-ficción. Los actores se sienten bien en sus respectivos papeles, mostrándose empáticos con el argumento y solidarios a la causa aportando fluidez al desarrollo, pero quiero hacer especial énfasis en dos de ellos. No sorprende que Eddie Redmayne destaque por una actuación impecable, representando a un Newt extraño y misterioso pero amable, amigable y feliz. También cabe ensalzar el trabajo de Dan Fogler interpretando a Jacob Kowalski. Juntos forman una pareja muy pintoresca y divertida que conjunta con un sentido del humor alegre y despreocupado, sin llegar a sentirse forzado ni pueril, y acompañando al desarrollo de la trama en una sinfonía de entretenimiento y alborozo.
Inteligente es la estrategia del guión para relatar la historia con la que pretenden asombrar al espectador, sirviéndose de los propios personajes para situarnos en contexto. La astucia del encargado queda plasmada en el artificio argumental de la historia, llevando al espectador a identificarse con Jacob Kowalski, un caso perdido cuando de hechicería se trata. De esta manera, cuando Newt introduce a Jacob en el mundo de la magia, parece que se esté instruyendo al propio receptor en esta disciplina. Sencillamente espectacular.
Otro punto a favor es la honestidad de la trama. Muchos filmes nos prometen una cosa, cuando la que nos proporcionan (o van a proporcionar) es otra completamente diferente. “Animales fantásticos y dónde encontrarlos” nos promete animales fantásticos, y dónde encontrarlos. Y cumple su promesa. Aunque cierto es que cuando el río suena, agua lleva: el director nos recuerda el universo al que pertenece esta aventura con algún que otro “duelo mágico”.
En cuanto a antagonistas, la cinta no se queda corta. El mago tenebroso Grindelwald causa estragos en Europa y está dispuesto a exponer sus oscuras artes en el nuevo continente, ocultándose al mundo como Percival Graves, un “auror” (mago altamente cualificado que trabaja en el ministerio de magia —he tenido que mirarlo en Wikipedia—). Sinceramente, Colin Farrell aporta al personaje cierta tenebrosidad, cultivando un profundo recelo en el espectador, pudiendo disfrutar de él pero sin dejar de sospechar.
Gracias a él y a cierto anhelo de una fuente de poder oscura (u Obscurial), la historia adopta leves tonos lóbregos en algunos puntos de la trama, invitando al espectador a mantenerse alerta por lo que pueda suceder.
Aunque no todo es multicolor en Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Hasta que la película llega a gozar de la fluidez mencionada con anterioridad, el desarrollo llega a sentirse un poco lento y pedante. La película es agradable y ambiciosa, pero hay ciertas escenas en las que el espectador puede llegar a exclamar: “venga, basta ya”.
La película es muy entretenida, alegre, y divertida en ciertos puntos. Se puede apreciar constantemente el mimo de Yates y Rowling a la hora de hacer posible esta expansión del aclamado universo cinematográfico mágico. Percival Graves moja su pincel en ciertos óleos de matiz tenebroso para oscurecer el colorido lienzo del mundo de la magia, y Newt Scamander, rodeado de nuevas amistades y con la ayuda de sus espeluznantes mascotas, se encarga de volver a colorear el universo de Harry Potter y poner orden.
Al final, la historia termina con un montón de promesas y preguntas sin resolver, sembrando en el receptor un sentimiento amargo por la espera que tendrá que soportar hasta que Warner Bros lance la secuela de esta nueva saga. A mí, personalmente, no como odiador consumado pero sí habiendo rechazado este universo cinematográfico, la película ha conseguido transportarme al mundo fantástico durante las dos horas que dura, e incluso me ha propuesto darle una segunda oportunidad a esta saga que tantos fanes y seguidores se ha labrado.