5 razones que hacen de Moonlight una buena película… ¿Pero para un Oscar?

En Cine/Democultura por

Después del jaleo de sobres coprotagonizado por Faye Dunaway y el guaperas de los 60 Warren Beatty , “Moonlight”, la película de Barry Jenkins, fue elegida como el mejor film del año pasado en el bochorno planetario de los Oscar.

Con la distancia prudencial que nos otorga el espacio-tiempo, que nos ayuda a alejar a los haters incondicionales garantes del dogma de la academia hollywoodiense, me encuentro en disposición de comentar cinco puntos que hacen de Moonlight una película importante pero no merecedora del máximo galardón del cine actual por toda la controversia que lleva varios años girando alrededor de la Academia.

Pero empecemos por los reconocimientos.

Primer punto. Una propuesta técnica novedosa

Moonlight es brillante desde el plano técnico. La disposición de la cámara, los juegos de luces, la propuesta de planimetría, los sonidos de la calle. Todo ayuda al hastío y recogimiento por partes iguales.  Tiene todo el sentido del mundo que fuera candidata al premio al mejor montaje.

La persecución del inicio al siempre maltratado Little es sencillamente soberbia. Hablamos de una secuencia echa polvo. Sin estabilizador alguno. Moviendo la cámara con enfado y prisa. Durante 10 segundos que se hacen eternos solamente se intuye la nuca de un niño negro corriendo para esconderse. Solo se le escucha su jadeo nervioso entre manchurrones verdes de un jardín abandonado. Y parece que estamos ahí, detrás de un arbusto. Viendo como unos huesos esquivan las pedradas de sus compañeros de clase.

La secuencia en el mar, entre Little y Mahersala Ali (Oscar a mejor actor de reparto y conocido por encarnar a Remy Danton en House of Cards) es de una belleza y ternura extraordinaria. Ahí los vemos. Al niño perseguido y acosado por las drogas en casa y el bulling del barrio; siendo sostenido en el mar -mano en nuca a salvo de pedradas- por el ganster cubano que responde al nombre de nombre Juan, quien desde la irrupción de Little en su vida, coquetea con la llamada permanente a la redención que ofrece un niño escuálido, pero que no termina de abrazarla por la sencilla razón de que es ganster. Y lo sabe. Y es lo único que sabe hacer. Y no hará nada para evitarlo. Continuará vendiéndole crack a la madre de Little e invitando a este a comer de vez en cuando.

Los primeros planos a las fundas de oro de Juan y de Black, la versión mazada de Little una vez pasada la veintena. Los viajes oníricos en las fumadas histéricas de la madre. La locura con tirantes escarlatas a pura luz del día. Los paseos en coche.

Metraje cuidado, original y de una personalidad irreprochable.

Segundo punto. El acierto de los tres actos

Moonlight dispone de una estructura propia del cine mudo, cuando los films tiraban con frecuencia de cortinillas para expresar los puntos de giro o los cambios de secuencia a través del socorrido “a la mañana siguiente” o “diez años más tarde”. El hecho de que Barry Jenkins opte por emular al cine clásico, fundamentado éste a su vez en la organización de la historia como en el teatro clásico, es un gran acierto.

Cada bloque se abre, se desarrolla y se consume entre el vértigo y el éxtasis.

Cada espacio cierra adecuadamente el recorrido que cabía esperar. Las historias transpiran y meten al espectador en pocos minutos hasta el tuétano de los que los guionistas quieren que sepamos acerca de los personajes y su entorno.

El recorrido de Little, Chiron (el adolescente que sucede a Little) y Black no sería igual si hubieran tirado de flashback o flashforward para contarnos una historia de perdición, perdón, amistad y encuentro.

Moonlight sigue un proceso cronológico y eso da espacio a la verosimilitud del relato.

Tercer punto. Gran caracterización

El director de este film viene del lado independiente de Hollywood. Y se nota. En esta película demuestra que hay un empeño explícito en que le colguemos la etiqueta de director contemplativo.

No haré desagravios comparativos pero hay algo de la mirada de Malick y Tarkovsky en su propuesta. El tipo se sienta con la cámara, esté como esté ésta, a contemplar la humanidad en el devenir del tiempo. Y va soltando rollo de trama hasta que nos encontramos con una sonrisa, un empellón sudoroso o una lágrima mafiosa. Secuencias con sabor propio.

Los personajes están repletos de ambages. Idas y vueltas. Remordimientos y pasiones. Tiras y aflojas. Dudas, presiones y un dejarse llevar lento y mortecino. En definitiva, pura vida. Cuando la desidia puede acabar incordiando en exceso se producen llamadas -piruetas narrativas- que recuperan el entusiasmo y vigor de los personajes, reconciliando al público con la cinta. Están dotados de una amplia escala de grises que hacen sostenibles los diálogos.

Cuarto punto.  Entorno logrado

Moonlight podría ser el teaser de la historia de Stringer Bell y Bubbles, dos de los personajes más logrados de la mítica serie “The Whire”.

Durante toda la película da la sensación de estar viendo una capítulo fabuloso de una gran serie, por lo reposado de los planos y conversaciones; por la cantidad de cosas que se cuentan y transmiten en poco tiempo sin ser por ello cargante o pretencioso.

Decía Defoe, en la figura de Robinson Crusoe cuando este se lanza al mar a abrazar a su amigo Viernes, que no hay nada más triste que la soledad de la ciudad.

Es difícil captar la angustia existencial y el tedio hacia tu entorno entre las palmeras de Miami. Es complicado demostrar y acertar en la soledad de un niño, un adolescente o un ganster hecho a la fuerza en medio del jaleo de un suburbio o las clases del instituto.

En cualquier caso, el equipo de Moonlight lo consigue.

Quinto punto.  Trama notable y una apertura a la esperanza

La historia es sencilla. No hay grandes comeduras de cabeza. Está bien tratada y construida.

El final puede chirriar a algunos, pero es el que tiene que ser si el drama desea cerrar en positivo y abrir una rendija a la siguiente reflexión: hasta en las catacumbas de la humanidad hay un atisbo de esperanza en el otro.

Está lejos de ser una obra maestra, de removerte en el butacón y salir conmovido para siempre del cine. Es entretenida y a ratos cruda y tiene ese puntito social que la hace lo suficientemente incómoda y lo suficientemente atractiva para recomendarla con entusiasmo.

Entonces ¿por qué no es una película para el Oscar?

 

Punto 0. Difícil de pronosticar, difícil de creer.

El punto cero, como ya indicase en los premios del año pasado ante el mal oscarizado Leonardo DiCaprio por su actuación en “The Revenant”, es que no termino de creerme al jurado de los Oscar. No termino de atinar sobre cuál es el criterio artístico (si este es el único) que fijan y mi termómetro conspiranoide se pone a vibrar tan pronto veo y escucho opiniones autorizadas hablar de que el cine en Hollywood (y lo cierto es que la metedura de pata con “La la land” no hace sino aumentar las suspicacias) es como la FIFA. Hay un porcentaje de politización y olor a “cuerno quemado” bastante obsceno.

Es el caso de Argo y las felicitaciones de Michelle Obama, el reconocimiento artístico al asesinato de Bin Laden en “La noche más oscura”, el Oscar a “12 años de esclavitud” en pleno arranque de la espiral de violencia por una parte minúscula de la policía  estadounidense a la comunidad negra, el reconocimiento actual de Moonlight el año que cierra con más de 123 muertes de afroamericanos a manos del orden y la ley.

No me atreveré a decir tanto como los  Cowboys de Medianoche, donde Garci (miembro de la Academia y jurado de los Oscar) habla que Moonlight se llevó el premio a mejor metraje por la presión del “lobby negro”.

Sin embargo, aciertan, a mi modo de ver, en enfatizar sus dudas al respecto.

Si la academia en su juicio y en la forma de expresar su veredicto abre rendijas a la confusión o las suspicacias pseudo-políticas, malo. Si la academia tiene que medir el cine conforme al impacto social que debe tener una película en el adoctrinamiento del relato americano, peor.

Mis dudas van hacia ellos. Hacia su forma de premiar y reconocer el talento. En esta academia, que no tiene porqué ser malo, tiene todo el sentido del mundo que gane Moonlight. Pero a mí, no me parece suficiente el tener que explicar con una buena historia lo que corresponde a sociólogos, periodistas y políticos contar desde sus tribunas correspondientes.

En otra academia, que pudiera valorar en igualdad de condiciones la propuesta artística y cinematográfica sin que el criterio de la crítica mundana pesase en exceso sobre la balanza, a mi modo de ver, habría habido hueco de sobra para decir que no era un disparate que La la Land hubiera sido la adecuada. O Comanchería, o Hasta el último hombre, o La Llegada…

Pero como hay que elegir, elijamos la buena… Y la que convenga.

Y lo siento, porque disfruté de Moonlight, pero una vez más, pasada la madrugada del 27 de febrero, pensé que Hollywood  y Washington volvían a hacer de las suyas. Volvía, una vez más, a decirnos que lo mejor  ante los tiempos revueltos, es salir siempre por el camino de lo políticamente correcto y hacer del cine un gran carnaval de lujo y sonrisas impostadas para las portadas, de forma que el foco a lo que alguna vez fue exclusivamente artístico quedó un tanto deslucido.

 

(@RicardoMJ) Periodista y escritor. Mal delantero centro. Padre, marido y persona que, en líneas generales, se siente amada. No es poco el percal. Cuando me pongo travieso, publico con seudónimo: Espinosa Martínez.