Es una verdadera maravilla descubrir la inmensidad de blogs, foros y páginas web en general donde se ofrece un servicio de propuestas de lectura. Herramientas a cuál más sofisticada, ofrecen la posibilidad de votar los libros, escribir tu opinión, crear listados o “estanterías”, etiquetar colecciones personales, plantearse retos de lectura y un largo etcétera. Contra los grandes pesimismos que desconfían de esta generación, algo tengo que decir: se lee mucho y, por lo general –lo veo en las críticas de estos foros–, se lee bien.
Leer bien, sin embargo, no es necesariamente leer lo mejor o leer lo que más nos conviene. Leer bien es una expresión vaga, que puede referirse a la capacidad lectora, al caudal de páginas o a la calidad de las lecturas. En otro artículo apunté que hay que leer libros buenos antes de leer los mejores. Mi explicación es sencilla y contiene un pellizco de metafísica clásica: bueno es algo que nos conviene, que nos hace mejores. El bien tiende a difundirse en cantidad y en calidad: el ritmo que impone a nuestro espíritu nos hace saltar de los mínimos a los máximos.
Esta lista de lecturas de ficción para el verano tiene este ideario como decorado de fondo. No creo que sean los mejores entre los clásicos –no hay que asustarse– tampoco son novelitas intrascendentes. Son libros para descansar, para divertirse y para hacernos mejores lectores, y quizá –una esperanza que me llena el corazón mientras escribo– mejores personas.
Traslado esta invitación a los demás autores de esta página: ofrecednos vuestras recomendaciones. Me encantaría conocer las preferencias de Ignatius Reilly Jr., de Ricardo Morales, o de Chema Medina. ¿Qué libros de ficción leen Homero Valencia o Juan Pablo Serra en sus ratos libres? A Gregorio Samsa no le preguntaremos, por si acaso le da por responder. A los demás: hablad que escuchamos.
Sin más dilaciones, procedo;
1. El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien
Una obra de novela épica fantástica que deberá incluirse entre las grandes obras maestras de la literatura universal. Más allá de su calidad literaria (siempre ayuda leer la versión original), o de la compleja perfección artística con que se traban los distintos elementos narrativos, entre sus páginas se esconden varios de los personajes más entrañables de la literatura universal y más de un diálogo cuya belleza no deja que su relectura resulte cansada. La historia –todos lo sabemos–es formidable.
Sirve también como bálsamo espiritual después del desgaste moral y estético de Juego de Tronos.
2. Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen
Es un romance moderno en toda regla, entre lo dramático y lo cómico (humor inglés que –con Brexit y todo– no deja de llamarnos la atención). Ganan los buenos, los que todos queremos que ganen. El marco de la Inglaterra del siglo XIX es delicioso, los diálogos formidables. Termina y te quedas con ganas de más (en cuyo caso puedes seguir con Sentido y Sensibilidad). Deja una extraña añoranza por esos bailes de época, esas comidas de sociedad, esos viajes veraniegos por los Lagos…
3. La saga del Corsario Negro, Emilio Salgari
Entre todas las sagas de Salgari recomiendo la del Corsario Negro, que ha llenado siempre mi corazón de sed de aventura y de atrevimiento. La historia de una venganza familiar contra Wan Guld que se convierte en una historia de amor. La historia de una familia que se convierte en una historia de piratas. Una aventura de tribus indígenas, fuertes conquistados, batallas navales, junglas caribeñas y piratas. Las últimas dos novelas, del hijo del Corsario Rojo, heredero del Corsario Negro, no tienen desperdicio.
4. Las novelas de Lord Peter Wimsey y Harriet Vane, de Dorothy L. Sayers
En la multitud de novelas protagonizadas por Lord Peter, destaco las co-protagonizadas por Harriet Vane, su interés romántico. Una mujer de armas tomar y por la que merece la pena esperar un sinfín de entregas hasta que se culmina el romance. Han sido felizmente traducidas al español, recientemente, con títulos bastante diferentes a los originales en inglés: Veneno Mortal, Un cadáver para Harriet Vane, Los secretos de Oxford y, mi preferida, Luna de miel.
5. Cuentos, de Hans Christian Andersen
Invito a leerlos todos, sin excepción. Pero siguiendo el espíritu necesariamente discriminatorio de esta lista, subrayo los siguientes: El traje nuevo del emperador, La fosforerita o La pequeña cerillera (mi preferido), Pulgarcita, La princesa y el guisante, El patito feo, El soldadito de Plomo, La reina de las nieves y Los zancos de la fortuna.
6. La Dama de Blanco, de Wilkie Collins
Otra vez una novela que trata con maestría problemas antropológicos de gran calado, personajes inolvidables, villanos con temperamento que harían temblar de miedo al peor Voldemort, un romance de los que te dejan mariposas en el estómago y un final contundente. Intriga, diálogos de ensueño, constantes alegorías con la Sagrada Escritura, un héroe como Dios manda (artista, soldado y caballero) y una prosa fina y con todo lo mejor de la época victoriana.
¡Ah! ¿Que te gusta Dickens? Si quieres conocer el mito que da sabor y sentido a Historia de Dos Ciudades, acércate a La Ciudad de Dios, de San Agustín. Entenderás tantas cosas…
7. Cualquier novela de Gilbert K. Chesterton
Las historias de Chesterton te hacen pensar. Esto quizá disuada a no pocos. Su estilo es muy peculiar (para mí un soplo de aire fresco, para otros acaso una narrativa incomprensible): lleno de paradojas, de diálogos aparentemente absurdos, de situaciones surrealistas… Pero todo arraigado siempre en un espíritu de profundo realismo antropológico y social. Las novelas del P. Brown –ese cura detective– quizá sean las más conocidas. Personalmente prefiero El escándalo del P. Brown, quizá por su ambientación en España. Pero igual de imprescindibles son La esfera y la cruz, Manalive, El hombre que fue Jueves, Napoleón de Notting Hill, La taberna errante, Las paradojas de Mister Pond, etc.
Para quien quiera renovar su espíritu patriótico –el de verdad, no el de postureo–: El hombre que sabía demasiado.
8. Momo, de Michael Ende
¿El tiempo es dinero? ¿Hay que aprovechar la vida hasta el último minuto? ¿Carpe Diem radical?
A ver si Momo es capaz de hacerte cambiar de opinión. Y además el fascinante misterio de la tortuga… ¿un guiño existencial a la providencia?
9. La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón
Novela gótica, con intriga, romance, costumbrismo y una Biblioteca mágica de libros olvidados, ambientada en unos barrios barceloneses abrumados de sombras. Algo hay en la acción prometeica de los personajes, en las familias arruinadas, en el humor ácido, en ese romance devaluado en erotismo injustificado… que hace que tu corazón busque algo de esperanza, algo de luz, algo de cielo. En este caso recomiendo las lecturas anteriores.
La agotadora precuela, El juego del ángel, no es recomendable: acentúa lo peor de la Sombra del viento y rebaja mucho lo mejor.
10. El diablo en la botella, de Robert L. Stevenson
Entre su magnífico repertorio de novelas y cuentos –esos magníficos piratas de La Isla Misteriosa, esa magnífica historia medieval de La Flecha Negra…–, destaco uno que me ha llenado de asombro y de buen sabor estético y moral: El diablo en la botella. Es corto, es exquisito en su prosa y la idea de la trama es genial. El desenlace es el de un grande entre los clásicos.
11. El nombre de la rosa, de Umberto Eco
El nombre de la rosa es una novela de ficción histórica formidable. Novela ante todo de intriga. Protagonista es un monje con dotes detectivescas y su pupilo, enzarzados en desentrañar el gran misterio que está detrás de una serie de asesinatos cometidos en una abadía italiana. De trasfondo, el eterno debate entre la pobreza y la riqueza de la Iglesia católica… y unos parrafillos sueltos con algo de filosofía nominalista. Bueno no, indispensable.
12. Los Tres Diálogos y el Relato del Anticristo, de Vladimiro Soloviev
Como en los Cuentos de Canterbury, de Chaucer (éste sí es inglés), en Los tres diálogos existe una tensión narrativa entre los protagonistas y sus relatos. El más conocido, El Relato del Anticristo, materializa los puntos de la discusión y alegoriza las actitudes de los personajes del diálogo. Un relato genuinamente apocalíptico en el que, frente a la fuerza aplastante de un Anticristo mesiánico, pacifista y promotor de una religión universal, sólo permanece un puñado de católicos y de ortodoxos. Persecución y martirio al canto. Actitudes proféticas y un lenguaje que, tras los últimos comicios, deberían resultar más que cercanos a los lectores españoles.
En este género destacan también –muy recomendables–: El Padre Elías de Michael O’Connor y El Señor del Mundo y Alba triunfante de Robert H. Benson.
13. Por último: atrévete con un clásico
No me refiero a la Ilíada o a las Tragedias de Sófocles. Esos platos nos los comeremos cuando tengamos la digestión más dura y el espíritu más fino. Me refiero a Los Miserables, Los hermanos Karamazov, El conde de Montecristo, las obras de teatro de Shakespeare, de Lope de Vega o de Ibsen. Me refiero a La Jerusalén liberada, algo de La Divina Comedia, la primera parte del Quijote. Me refiero, en fin, a todos esos libros que quizá hayas visto en ediciones demasiado bien encuadernadas, con un canto demasiado grueso y con una letra demasiado pequeña.
Ponte un reto: aprovecha el verano para leerte uno. Si has leído una de las amplísimas novelas actuales –léase Harry Potter, obras de Stephen King o cualquiera de las novelas de Ken Follet–, el tamaño no puede ser excusa. Entretenimiento y valores asegurados. Un paso más allá, acaso, en la escalera hacia “los libros mejores”. Léetelo con calma, en un espacio luminoso y aireado, con una buena Coca Cola, o una copa de Coñac a mano, en un sillón o sofá cómodo y amplio. En la montaña, en las orillas del mar o en una terraza donde tengas de fondo el atardecer y el ocaso del sol. Será una experiencia que querrás repetir.
FOTO: Megan Trace (Flickr)