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13 buenas novelas para leer este verano

En Democultura/Literatura por

Es una verdadera maravilla descubrir la inmensidad de blogs, foros y páginas web en general donde se ofrece un servicio de propuestas de lectura. Herramientas a cuál más sofisticada, ofrecen la posibilidad de votar los libros, escribir tu opinión, crear listados o “estanterías”, etiquetar colecciones personales, plantearse retos de lectura y un largo etcétera. Contra los grandes pesimismos que desconfían de esta generación, algo tengo que decir: se lee mucho y, por lo general –lo veo en las críticas de estos foros–, se lee bien.

Leer bien, sin embargo, no es necesariamente leer lo mejor o leer lo que más nos conviene. Leer bien es una expresión vaga, que puede referirse a la capacidad lectora, al caudal de páginas o a la calidad de las lecturas. En otro artículo apunté que hay que leer libros buenos antes de leer los mejores. Mi explicación es sencilla y contiene un pellizco de metafísica clásica: bueno es algo que nos conviene, que nos hace mejores. El bien tiende a difundirse en cantidad y en calidad: el ritmo que impone a nuestro espíritu nos hace saltar de los mínimos a los máximos.

Esta lista de lecturas de ficción para el verano tiene este ideario como decorado de fondo. No creo que sean los mejores entre los clásicos –no hay que asustarse– tampoco son novelitas intrascendentes. Son libros para descansar, para divertirse y para hacernos mejores lectores, y quizá –una esperanza que me llena el corazón mientras escribo– mejores personas.

Traslado esta invitación a los demás autores de esta página: ofrecednos vuestras recomendaciones. Me encantaría conocer las preferencias de Ignatius Reilly Jr., de Ricardo Morales, o de Chema Medina. ¿Qué libros de ficción leen Homero Valencia o Juan Pablo Serra en sus ratos libres? A Gregorio Samsa no le preguntaremos, por si acaso le da por responder. A los demás: hablad que escuchamos.

Sin más dilaciones, procedo;

1. El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien

El único de los “mejores” que he incluido en esta lista. No me atrevo a decir que se haya apaciguado la ola de lectores que se han acercado a la obra de Tolkien después de que la trilogía de películas la pusiera de moda. Uno de esos libros que personalmente considero imprescindible. Invito a leerlo este verano desde la clave del año de la misericordia, invocado por el Papa Francisco.

Una obra de novela épica fantástica que deberá incluirse entre las grandes obras maestras de la literatura universal. Más allá de su calidad literaria (siempre ayuda leer la versión original), o de la compleja perfección artística con que se traban los distintos elementos narrativos, entre sus páginas se esconden varios de los personajes más entrañables de la literatura universal y más de un diálogo cuya belleza no deja que su relectura resulte cansada. La historia –todos lo sabemos–es formidable.

Sirve también como bálsamo espiritual después del desgaste moral y estético de Juego de Tronos.

2. Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen

Novela romántica que ha impuesto su esquema y argumento narrativo en la mayor parte de la novela romántica actual. La saga de Crepúsculo y la de 50 Sombras de Grey son ecos vagos –y, en este último caso también moralmente depravado– de la novela de Jane Austen. Se llegan a replicar los nombres y los temas de forma que bordea la falta de originalidad más radical. Y creedme: el original supera con mucho a los intentos de imitación.

Es un romance moderno en toda regla, entre lo dramático y lo cómico (humor inglés que –con Brexit y todo– no deja de llamarnos la atención). Ganan los buenos, los que todos queremos que ganen. El marco de la Inglaterra del siglo XIX es delicioso, los diálogos formidables. Termina y te quedas con ganas de más (en cuyo caso puedes seguir con Sentido y Sensibilidad). Deja una extraña añoranza por esos bailes de época, esas comidas de sociedad, esos viajes veraniegos por los Lagos…

3. La saga del Corsario Negro, Emilio Salgari

Uno de esos autores que ya no se encuentran fácilmente en las librerías. Curioso error. Pocos novelistas han poseído tanta imaginación aventurera como el bueno de Salgari. Sus libros te trasladan al Egipto de los faraones, a las Cruzadas, a la vida pirata en el Caribe o a las Selvas de la India de Sandokan con una facilidad pasmosa y arrebatadora.

Entre todas las sagas de Salgari recomiendo la del Corsario Negro, que ha llenado siempre mi corazón de sed de aventura y de atrevimiento. La historia de una venganza familiar contra Wan Guld que se convierte en una historia de amor. La historia de una familia que se convierte en una historia de piratas. Una aventura de tribus indígenas, fuertes conquistados, batallas navales, junglas caribeñas y piratas. Las últimas dos novelas, del hijo del Corsario Rojo, heredero del Corsario Negro, no tienen desperdicio.

4. Las novelas de Lord Peter Wimsey y Harriet Vane, de Dorothy L. Sayers

Las novelas de detectives nunca dejan de apetecer. Algo de atractivo hay en la intriga, y nuestro sentido de justicia del s. XXI reclama a gritos que el criminal sea castigado, especialmente cuando el justiciero –el detective– es un hombre extravagante, de inteligencia abismal y lleno de recursos. Parece que hablo de Batman, pero en realidad me refiero al Lord inglés Peter Wimsey, que, con su fiel y simpático mayordomo, el inolvidable Bunter, resuelve los crímenes con una clase insuperable.

En la multitud de novelas protagonizadas por Lord Peter, destaco las co-protagonizadas por Harriet Vane, su interés romántico. Una mujer de armas tomar y por la que merece la pena esperar un sinfín de entregas hasta que se culmina el romance. Han sido felizmente traducidas al español, recientemente, con títulos bastante diferentes a los originales en inglés: Veneno Mortal, Un cadáver para Harriet Vane, Los secretos de Oxford y, mi preferida, Luna de miel.

5. Cuentos, de Hans Christian Andersen

Para quienes prefieren historias cortas, cuentos de estilo clásico, recomiendo al danés Andersen. Sus cuentos son lo suficientemente modernos como para satisfacer la estética de la gran mayoría de los lectores del siglo XXI, y a la vez lo suficientemente clásicos como para dejarnos pensando un buen rato, con ganas de charlar con un amigo, o con ganas de escribir nosotros mismos una continuación.

Invito a leerlos todos, sin excepción. Pero siguiendo el espíritu necesariamente discriminatorio de esta lista, subrayo los siguientes: El traje nuevo del emperador, La fosforerita o La pequeña cerillera (mi preferido), Pulgarcita, La princesa y el guisante, El patito feo, El soldadito de Plomo, La reina de las nieves y Los zancos de la fortuna.

6. La Dama de Blanco, de Wilkie Collins

Un autor extrañamente desconocido para el gran público. La gran alternativa para quienes les repugnen las páginas sensibleras del buen Charles Dickens. El probable creador de la novela negra (con su novela La piedra lunar), uno de los mejores prosistas ingleses del siglo XIX –que no es decir poco–. Otro autor de quien recomiendo todo: de pi a pa, sin excepciones. Teniendo que escoger, me quedo con Armadale y La Dama de Blanco. ¿Sólo uno? ¡Uff! ¡Qué difícil! Pinto, pinto, gorgorito… pues La Dama de Blanco.

Otra vez una novela que trata con maestría problemas antropológicos de gran calado, personajes inolvidables, villanos con temperamento que harían temblar de miedo al peor Voldemort, un romance de los que te dejan mariposas en el estómago y un final contundente. Intriga, diálogos de ensueño, constantes alegorías con la Sagrada Escritura, un héroe como Dios manda (artista, soldado y caballero) y una prosa fina y con todo lo mejor de la época victoriana.

¡Ah! ¿Que te gusta Dickens? Si quieres conocer el mito que da sabor y sentido a Historia de Dos Ciudades, acércate a La Ciudad de Dios, de San Agustín. Entenderás tantas cosas…

7. Cualquier novela de Gilbert K. Chesterton

Con curiosa fascinación veo que mi lista hasta ahora ha ignorado el Brexit británico. Sea Chesterton, un alma profundamente católica y profundamente europea, quien cierre la lista de los ingleses. Chesterton era un periodista. Es cierto. Su prosa y su teatro acaso no tengan la misma calidad que su Autobiografía, que Ortodoxia o El hombre eterno. Pero es que son tan buenas…

Las historias de Chesterton te hacen pensar. Esto quizá disuada a no pocos. Su estilo es muy peculiar (para mí un soplo de aire fresco, para otros acaso una narrativa incomprensible): lleno de paradojas, de diálogos aparentemente absurdos, de situaciones surrealistas… Pero todo arraigado siempre en un espíritu de profundo realismo antropológico y social. Las novelas del P. Brown –ese cura detective– quizá sean las más conocidas. Personalmente prefiero El escándalo del P. Brown, quizá por su ambientación en España. Pero igual de imprescindibles son La esfera y la cruz, Manalive, El hombre que fue Jueves, Napoleón de Notting Hill, La taberna errante, Las paradojas de Mister Pond, etc.

Para quien quiera renovar su espíritu patriótico –el de verdad, no el de postureo–: El hombre que sabía demasiado.

8. Momo, de Michael Ende

Momo. PortadaRecomiendo Momo. Genial cuento sobre el tiempo y su aprovechamiento, en una época en la que somos incapaces de ver el profundo valor del ocio y del sano aburrimiento.

¿El tiempo es dinero? ¿Hay que aprovechar la vida hasta el último minuto? ¿Carpe Diem radical?

A ver si Momo es capaz de hacerte cambiar de opinión. Y además el fascinante misterio de la tortuga… ¿un guiño existencial a la providencia?

9. La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón

A regañadientes incluyo al bueno de Ruiz Zafón. Su prosa lo amerita. Escribe bien, muy bien. Pero ninguna de sus obras es para menores de edad y eso sí lo tengo claro: hace que baje muchos puntos. Pero escribe tan bien, el problema antropológico es tan nítido, los protagonistas son escritores… y aparece la pluma de Víctor Hugo. En fin, debo incluirla en la lista.

Novela gótica, con intriga, romance, costumbrismo y una Biblioteca mágica de libros olvidados, ambientada en unos barrios barceloneses abrumados de sombras. Algo hay en la acción prometeica de los personajes, en las familias arruinadas, en el humor ácido, en ese romance devaluado en erotismo injustificado… que hace que tu corazón busque algo de esperanza, algo de luz, algo de cielo. En este caso recomiendo las lecturas anteriores.

La agotadora precuela, El juego del ángel, no es recomendable: acentúa lo peor de la Sombra del viento y rebaja mucho lo mejor.

10. El diablo en la botella, de Robert L. Stevenson

Es escocés, no inglés. Ahora que lo pienso, tampoco Tolkien es inglés, sino sudafricano. Mi lista tenía más variedad de lo que creía… Sea como fuere, Stevenson es el gran heredero de Sir Walter Scott, en estilo y narración aventurera. Pero mucho mejor. Y no se mete con los españoles. Además, Stevenson fue, a su vez, modelo para muchos grandes escritores del s. XX, como el mismo Chesterton, el gran Joseph Conrad, Graham Green o Jorge Luis Borges.

Entre su magnífico repertorio de novelas y cuentos –esos magníficos piratas de La Isla Misteriosa, esa magnífica historia medieval de La Flecha Negra…–, destaco uno que me ha llenado de asombro y de buen sabor estético y moral: El diablo en la botella. Es corto, es exquisito en su prosa y la idea de la trama es genial. El desenlace es el de un grande entre los clásicos.

11. El nombre de la rosa, de Umberto Eco

Sirva esta inclusión como homenaje. No quiero que se me malinterprete: Umberto Eco es un grande y El nombre de la rosa es una novela de esas que hay que leer. Sí o sí. Sin embargo, es un autor a quien no hubiera incluido en esta lista por motivos personales, motivo quizá de un artículo aparte que se titularía “Umberto Eco y la traición a la verdad”. Aun con todo, reconozco sus muchos méritos incluyendo su obra más famosa en esta lista.

El nombre de la rosa es una novela de ficción histórica formidable. Novela ante todo de intriga. Protagonista es un monje con dotes detectivescas y su pupilo, enzarzados en desentrañar el gran misterio que está detrás de una serie de asesinatos cometidos en una abadía italiana. De trasfondo, el eterno debate entre la pobreza y la riqueza de la Iglesia católica… y unos parrafillos sueltos con algo de filosofía nominalista. Bueno no, indispensable.

12. Los Tres Diálogos y el Relato del Anticristo, de Vladimiro Soloviev

Incluyo, para acabar, uno de los primeros relatos apocalípticos de la literatura universal. Quizá el primero. Soloviev es uno de los escritores de gran mérito olvidados por el prejuicio occidental. De origen ruso y de inspiración principalmente ortodoxa, sus relatos, sus poemas y sus escritos filosóficos destilan una sabiduría comparable sólo con el mejor Hegel o con Santo Tomás de Aquino. No os asustéis: Los tres diálogos es un librito corto, de lectura fácil y de esos que llenan de verdad el alma.

Como en los Cuentos de Canterbury, de Chaucer (éste sí es inglés), en Los tres diálogos existe una tensión narrativa entre los protagonistas y sus relatos. El más conocido, El Relato del Anticristo, materializa los puntos de la discusión y alegoriza las actitudes de los personajes del diálogo. Un relato genuinamente apocalíptico en el que, frente a la fuerza aplastante de un Anticristo mesiánico, pacifista y promotor de una religión universal, sólo permanece un puñado de católicos y de ortodoxos. Persecución y martirio al canto. Actitudes proféticas y un lenguaje que, tras los últimos comicios, deberían resultar más que cercanos a los lectores españoles.

En este género destacan también –muy recomendables–: El Padre Elías de Michael O’Connor y El Señor del Mundo y Alba triunfante de Robert H. Benson.

13. Por último: atrévete con un clásico

No me refiero a la Ilíada o a las Tragedias de Sófocles. Esos platos nos los comeremos cuando tengamos la digestión más dura y el espíritu más fino. Me refiero a Los Miserables, Los hermanos Karamazov, El conde de Montecristo, las obras de teatro de Shakespeare, de Lope de Vega o de Ibsen. Me refiero a La Jerusalén liberada, algo de La Divina Comedia, la primera parte del Quijote. Me refiero, en fin, a todos esos libros que quizá hayas visto en ediciones demasiado bien encuadernadas, con un canto demasiado grueso y con una letra demasiado pequeña.

Ponte un reto: aprovecha el verano para leerte uno. Si has leído una de las amplísimas novelas actuales –léase Harry Potter, obras de Stephen King o cualquiera de las novelas de Ken Follet–, el tamaño no puede ser excusa. Entretenimiento y valores asegurados. Un paso más allá, acaso, en la escalera hacia “los libros mejores”. Léetelo con calma, en un espacio luminoso y aireado, con una buena Coca Cola, o una copa de Coñac a mano, en un sillón o sofá cómodo y amplio. En la montaña, en las orillas del mar o en una terraza donde tengas de fondo el atardecer y el ocaso del sol. Será una experiencia que querrás repetir.

FOTO: Megan Trace (Flickr)

Doctor en Filosofía en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma. Me considero, ante todo, un gran lector. Inclinado por naturaleza hacia las humanidades clásicas y la literatura inglesa, y por vocación a la metafísica y a la lógica. Católico tras las huellas de Newman, Chesterton y Benedicto XVI. Filósofo tras las huellas de Santo Tomás de Aquino y de Aristóteles. Y gran aficionado al mundo de Tolkien.

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